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Repensando el nuevo Mercosur

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Foto: Wikimedia

El Mercosur entró en una fase terminal por causas diversas. En primer lugar, no cumplió con los objetivos proyectados para ninguno de sus fundadores.

Para sus socios mayoritarios, Argentina y Brasil, no fue una palanca potente de crecimiento en sus sectores con mayor valor agregado. A lo sumo su industria automotriz tuvo cierta expansión, pero siempre dentro de los límites de un mercado doméstico regional ampliado, pero pequeño para justificar escalas que las hicieran competitivas en el mercado automovilístico a nivel mundial.

En ese caso, se resignaron a prosperar con modelos en su mayoría tecnológicamente obsoletos, gracias a la protección del arancel externo común.

Casi lo mismo que venían haciendo desde antes del Mercosur con los acuerdos automotrices de intercambio compensado. Los socios más pequeños, cargados de expectativas de participación en cadenas de valor, vieron que esa idea pertenecía al mundo de los sueños.

Desgano.

A título seguido, reapareció el desgano mutado rápidamente en descreimiento en el proyecto que culminó en la perforación sistemática de las reglas por todos sus integrantes, siendo Argentina su abanderada al hacerlo explícitamente como política de desarrollo industrial. En tercer término, la aparición de China dislocó aun más esa realidad, al convertirse en el primer cliente de todos los socios del esquema y además en competidor de sus sectores de manufacturas a pesar de su alto nivel de protección.

Nuevamente, basta observar lo que ocurre con la fuerte penetración de su industria automotriz acompañada por la de otros países asiáticos.

Y la lista puede extenderse a otros bienes de capital o de índole duradero. Para rematarlo, la inclusión por razones políticas de países inestables como Venezuela han sumido a todo el esquema en una fase que marca un final y requiere un comienzo.

Oportunidad.

La crisis actual alinea objetivos, facilita pensar una estrategia adecuada hacia un futuro distinto al imaginado un cuarto de siglo atrás. Y también posibilita no recaer en errores, mirando los fallos de nuestra propia experiencia y la de otros esquemas de integración más maduros como la Unión Europea.

En ese orden de cosas, un objetivo es recrear una asociación que facilite el comercio intrazona, pero no a costas de encerrarla con un alto arancel externo. Burlar ese precepto implicó proteger industrias ineficientes incapaces de competir en terceros mercados y generar asimetrías dentro del bloque a favor de sus socios más grandes.

Otro objetivo es convertirlo en un espacio propenso a negociar en conjunto con otros bloques o naciones, sin que ello limite la capacidad de sus socios de hacerlo de forma separada si aparecen las circunstancias. Es un tema delicado, pero el veto impuesto por los socios mayores a los intentos de Uruguay de negociar acuerdos de libre comercio por vía separada, es una lección a tener en cuenta cuando no hay reglas explícitas al respecto. Esquivar su negociación como condición para avanzar es arriesgar quedar encerrados nuevamente a la voluntad de los países con mayor peso relativo.

Errores.

Respecto al temario de los errores a no repetir, ha quedado relegado cuales son las condiciones mínimas que debe cumplir la política macroeconómica de sus asociados.

Asociarse es entregar algo en aras de un beneficio. Sin pretender la utopía de lograr la coordinación macroeconómica entre sus asociados, al menos es necesario evitar posturas extremas o distorsiones que pueden tener efectos adversos serios para el resto de los socios del bloque.

La historia del Mercosur es rica en esos episodios, siendo los más relevantes los ocurridos a fines de los ´90 e inicios de este siglo signadas por una megadevaluación en Brasil en paralelo a una política de tipo de cambio fijo en Argentina que derivó en una crisis bancaria que arrastró a uno de sus socios menores (Uruguay).

Más recientemente, las medidas de cierre comercial de Argentina fueron otro ejemplo de distorsiones que vulneran la credibilidad de cualquier sistema de asociación comercial. Con conocimiento de causa, puedo afirmar que se reconoció el problema pero se falló apenas se intentó el primer paso práctico: homogeneizar los indicadores de ciertas variables claves con el propósito de publicarlos conjuntamente.

Ya en aquel entonces (año 2000) los indicadores de Argentina escondían distorsiones que explicaban lo que vendría después, por lo cual negaban su publicación. Lo afirmado no es un tecnicismo, sino que apunta a uno de los preceptos básicos que otorgan estabilidad a cualquier sistema de integración.

Corresponde recalcar que éstos estrechan la causalidad del ciclo económico de sus asociados, siendo el perteneciente al de sus socios mayores el que mayor afecta al resto. Guste o no, Brasil dentro del Mercosur juega el rol de Alemania dentro de la Unión Europea. El arte es negociar salvaguardias para limitar ese efecto.

Finalmente recrear una institucionalidad liviana, no burocratizada cuyas reglas deben ser cumplidas de manera irrestricta, independientemente del tono político de las épocas. Eso es válido tanto para las cosas sustanciales como las periféricas. Pues el acto de violar una norma siempre abre el camino de la discrecionalidad y el imperio del más fuerte.

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Foto: Wikimedia

CARLOS STENERI

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