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Una menor confianza del consumidor

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Supermercado. Foto: Darwin Borrelli.
Hombre en el supermercado.
Foto: Darwin Borelli.

El consumo privado y la inversión privada son determinantes sumamente importantes de la demanda agregada. Ésta es, a su vez, la fuerza que determina el comportamiento de la producción de bienes y de servicios y de las importaciones de bienes y de servicios.

Si el consumo y la inversión de privados se comportan expansivamente, es altamente probable que la producción y las importaciones respondan positivamente y tras ellas, el empleo de trabajadores. En conjunto, ambas variables son las dos terceras partes de la demanda agregada o global o también, como habitualmente se le refiere, del gasto total en la economía. Si se comportaran contractivamente, ocurriría lo contrario. Vistas estas definiciones, clásicas y bien conocidas por muchas personas, se comprende que, teniendo información sobre lo que piensan y sienten los consumidores hacia adelante —sobre cuáles son sus expectativas—, es posible tener una idea de cuál sería el comportamiento del gasto en consumo e inversión privada en el corto plazo y, por extensión, tener una idea de los efectos —expansivos, nulos o contractivos— sobre la producción de bienes y de servicios y las importaciones.

Consumidores.

La Universidad Católica y el grupo SURA elaboran un índice de confianza del consumidor. El índice de la denominada "cátedra SURA" de esa Universidad para cuya elaboración se acude también a Equipos Consultores, es un indicador de anticipo de lo que puede pasar con el consumo en el corto plazo. Es el resultado de una serie de preguntas a una muestra de la población que se plasman en subíndices que reflejan lo que los consumidores consideran sobre el nivel de sus ingresos personales respecto a un año atrás y cómo esperan que sea en un año; cómo ven la evolución de la economía del país dentro de un año en relación a la actual y cuál es su predisposición a la compra de bienes durables.

La evidencia empírica ha ido ratificando las tendencias reflejadas por el indicador en varios períodos anteriores: sus aumentos por encima de cierto nivel se replicaron luego en mejoras en la actividad y sus bajas han adelantado problemas menores en niveles de actividad económica. Tras varios meses de retroceso desde fines de 2015 —luego de buenos niveles del indicador—, hasta mediados de 2016, el índice había comenzado a subir, pero en los últimos cuatro meses su tendencia se ha vuelto a revertir, es bajista y ha pasado de un rango que se considera de "moderado optimismo" a otro considerado de "moderado pesimismo". Sus subíndices, con los cuales se estima el indicador de la confianza del consumidor, también han caído reflejando una visión de baja de la situación personal, de caída de la visión sobre la economía y también con fuerte desmejoramiento de la predisposición de los consumidores a la compra de bienes y servicios de consumo duradero.

Diferencias.

Lo relatado marca diferencias con otros indicadores de anticipo —leading indicators— y con la percepción que en general se tendría por el gobierno, organismos multinacionales y analistas privados sobre la economía nacional.

Lo que han contestado los consumidores en relación por ejemplo, a la situación del país a un año —menos actividad que la esperada en meses anteriores y menor actividad que hoy— no está de acuerdo con lo que se viene exponiendo tanto por la conducción económica como por las diversas entidades ya nombradas y por los analistas que contestan la encuesta de expectativas del Banco Central y la de El Observador. Basados en el pasado reciente, con tasas de interés que se mantendrán bajas y con el gasto público subiendo, esperan que la economía crezca más que lo que lo hacía el año pasado. Clara diferencia con lo esperado por quienes contestan la encuesta de la Cátedra Sura.

En relación con la situación personal, cuesta creer que haya bajado respecto a un año atrás, como lo señala el subíndice calculado a partir de la información recibida de la población, dado que el salario real siguió subiendo, la inflación se ha venido calmando, las tasas de interés no han subido y el dólar se ha depreciado. Justamente estos aspectos en conjunto también hacen difícil justificar la declinación fuerte que muestra el subíndice de la predisposición a la compra de bienes durables. A menos que haya una fuerte saturación de estos bienes en poder de la población —en el caso de electrodomésticos—, y una suba importante en dólares de los precios de las casas y de los autos —algo que parece no haber ocurrido—, no es muy de recibo el conjunto de respuestas de la población sobre este punto.

Numerosas variables que importan en el equilibrio macroeonómico general, sean endógenas o exógenas —tasas de interés, salario real, tipo de cambio, nivel de actividad, empleo y gasto público, entre otras—, aunque están lejos aún de los niveles que deberían tener en un equilibrio como el potencial de nuestro país, no acompañarían las expectativas sobre el consumo privado que se vuelcan en el índice de confianza del consumidor. Jorge Caumont, consumo, inversión, confianza del consumidSolo por el lado de un posible ajuste fiscal con alza de impuestos y de cuasitributos, anticipado en sus efectos por los consumidores, puede justificar su menor confianza.

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Supermercado. Foto: Darwin Borrelli.

JORGE CAUMONT

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