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Más objetivos, caminos distintos

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Foto: Archivo El País

Una gran parte de la población —diría casi toda—, discrepa con la política de precios de los combustibles. Es que es difícil no tener diferencias con ella pues, aunque el aumento del tipo de cambio ha sido significativo, se ha producido mayor baja del precio internacional de su materia prima fundamental: el petróleo.

Aunque no se ha hecho público por fuentes oficiales, muchos afirman que, junto con otras medidas tributarias y cuasi tributarias, el objetivo de esta política es aumentar los ingresos fiscales.

Mi impresión es que si bien ese puede ser su objetivo, algo similar se podría alcanzar con una alternativa. En lugar de mantener los precios de los combustibles en las condiciones actuales y difiriendo trimestralmente decisiones bajistas que nunca se concretan, la política alternativa sería la de reducirlos de acuerdo con la fórmula que durante mucho tiempo se empleara para elevar los precios en consonancia, entre otras cosas, con el aumento del precio del crudo importado para la refinación. Digo podría porque no tengo los elementos suficientes como para darlo como seguro, lo cual no impide lanzar la idea para que quienes tienen a su cargo la determinación de los precios en cuestión y la información en más detalle, tras su análisis cuantitativo, emerjan con una respuesta concluyente. En definitiva lo que deseo señalar es que no creo que se haya hecho —para mantener los precios actuales—, el análisis que corresponde. De lo contrario, se habría explicitado.

Precios e ingresos.

Considerando la premisa oficial de que la economía crecerá este año y con ello el ingreso de la población —después de todo, el aumento de la producción de bienes y servicios se distribuye como remuneración entre quienes contribuyen a ello— si los precios de los combustibles disminuyen, la cantidad demandada aumentará. Ese aumento puede ser mayor o menor que el incremento porcentual de los referidos precios, por lo que la pérdida de recaudación de impuestos en la venta de nafta puede aumentar o disminuir. Lo que es seguro indicar es que de ninguna manera la reducción provocará la pérdida total de la recaudación que hoy se tiene por ellos o la que se espera tener en los cálculos oficiales.

Además, se sabe que el precio de los combustibles afecta a la demanda por otros bienes, en particular a la de autos u otros medios de transporte, maquinaria y equipos industriales y otros domésticos. Si el precio de los combustibles baja, la demanda por esos bienes aumenta y en consecuencia la recaudación seguramente tenga la misma dirección.

Asimismo, una disminución de los precios de los combustibles se traduciría en un aumento de uno de los determinantes fundamentales del gasto privado: el ingreso disponible. Eso implicará una mayor demanda agregada de parte de los consumidores por bienes de consumo y de los inversores por bienes de inversión. Ese aumento de la demanda agregada requeriría mayor oferta de bienes y servicios que provendría de una mayor producción local (PIB) y de mayores importaciones. Y la recaudación impositiva será superior que con la política de precios de combustibles actual.

Inflación.

En economías de trueque la inflación no existía, a lo sumo había cambios en precios relativos. La inflación aparece con el dinero. Es un fenómeno monetario. Sin embargo, aún con políticas monetarias inadecuadas se puede, temporalmente, disimular los aumentos de precios con distorsiones en los de los bienes y servicios del indicador circunstancial de la inflación: el índice de precios al consumo. En nuestro país es muy frecuente observar ese tipo de artilugios —acuerdos de mantenimiento temporal de precios, UTE Premia y otros— que se trata de mostrar como "parte del arsenal de instrumentos para frenar la inflación". Pero la inflación, tan pronto se aligeran esos intentos retoma el alza con presión mayor. Desde hace ya varios años, no menos de cinco, la inflación ha sido considerada por las autoridades económicas como el problema macroeconómico fundamental a resolver. A pesar de ser un problema macroeconómico y por definición solucionable en el corto plazo si realmente es el único problema, no ha desaparecido en mucho tiempo. Y sus consecuencias —reducción progresiva de la capacidad de compra real de los ingresos fijos, ajustes indexatorios que entorpecen la solución del problema, ineficiencias económicas por demandas corporativas de trabajadores y empresariales y otras por el estilo—, son lamentablemente disruptivas del buen funcionamiento económico.

La disminución del precio de los combustibles, considerando un valor más realista del precio del petróleo provocaría una fuerte declinación del indicador de inflación lográndose así, una más natural acción antiinflacionaria.

En EE.UU. y en la Eurozona, solo por mencionar dos zonas desarrolladas, la reducción de precios de los combustibles, instantánea con la disminución del precio del crudo, ha permitido, por un lado, un mayor ingreso disponible de la población y con ello una mayor demanda agregada y, asimismo, por otro, una menor inflación. Nuestro camino estaría marcado.

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Foto: Archivo El País

Jorge Caumont

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