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Llegó la guerra comercial

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Donald Trump dijo que es "ridículo" pensar que Rusia lo ayudó. Foto: AFP
GRAND RAPIDS, MI - DECEMBER 9: President-elect Donald Trump speaks at the DeltaPlex Arena, December 9, 2016 in Grand Rapids, Michigan. President-elect Donald Trump is continuing his victory tour across the country. Drew Angerer/Getty Images/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY == US-PRESIDENT-ELECT-TRUMP-CONTINUES-HIS-"THANK-YOU-TOUR"-IN-GRAND
Drew Angerer/AFP

Donald Trump llegó a estar cerca de la Casa Blanca —o, más precisamente, al alcance de James Comey (director del FBI) y Putin— gracias al apoyo abrumador de votantes de la clase trabajadora blanca.

Estos electores confiaron en su promesa de recuperar los buenos empleos en las manufacturas, sin poner en duda la más creíble de quitarles la atención de la salud. Se les viene un golpe inesperado.

Sin embargo, los trabajadores blancos no son los únicos crédulos: el Estados Unidos corporativista sigue en la negación de las posibilidades de una guerra comercial mundial, aun cuando el proteccionismo fue un tema central en la campaña de Trump. De hecho, las únicas dos causas sobre las cuales él parece verdaderamente apasionado son los supuestamente injustos tratados comerciales y la admiración por los regímenes autoritarios. Es ingenuo suponer que dejará pasar a su política distintiva.

Es posible imaginar que un cambio drástico en la política comercial estadounidense requeriría la aprobación congresal y que los republicanos —quienes dicen que creen en los libres mercados— pondrían los frenos. Sin embargo, dada la pusilanimidad del Partido Republicano, eso es poco factible.

En cualquier caso, la legislación relevante da al ocupante de la Casa Blanca notable libertad de acción en caso de que optara por el proteccionismo. Puede restringir las importaciones si "amenazan con afectar a la seguridad nacional"; puede imponer aranceles "para lidiar con enormes y graves déficit en la balanza de pagos de Estados Unidos; puede modificar las tasas arancelarias cuando los gobiernos extranjeros tienen políticas "injustificables". ¿Quién determina si existen esas condiciones? El propio Ejecutivo.

Estas disposiciones no tienen el propósito de empoderar al presidente para que revierta décadas de política comercial estadounidense, ni para que participe en venganzas personales. Es posible adivinar, no obstante, lo mucho que es probable que esas sutilezas molesten al gobierno entrante, que ya está hablando de utilizar sus poderes. Lo que nos trae de vuelta a la cuestión de los motivos.

¿Por qué un gobierno de Trump impondría restricciones a las importaciones? Una respuesta es esos votantes de la clase trabajadora, cuyo supuesto campeón está empeñado en seguir una agenda nacional radicalmente antilaboral. Existe un incentivo evidente para que Trump haga un gran espectáculo cuando hace cosas para cumplir las promesas de campaña. Y si ello crea un conflicto internacional, eso es, de hecho, un extra cuando se trata de desviar la atención del colapso en la atención de la salud y así sucesivamente.

Más allá de esto, está claro que el comandante en jefe entrante realmente cree que el comercio internacional es un juego en el que los tipos buenos terminan al último, y que se han estado aprovechando de Estados Unidos. Más aún, está seleccionando asesores que lo confirmarán en estas creencias.

Y no hay que esperar intentos de los expertos por señalar las lagunas en este punto de vista —señalar, en particular, que hace mucho que es obsoleta la imagen de una China depredadora, que maneja enormes excedentes manteniendo la moneda subvaluada— para dejar alguna impresión. Los miembros del equipo de Trump creen que todas las críticas a sus ideas económicas reflejan una conspiración de los centros de investigación que están empeñados en debilitarlos. Porque, claro, así es.

¿Entonces, qué pasará cuando lleguen los aranceles de Trump?

Habrá represalias, y en grande. Cuando se trata del comercio, Estados Unidos no es tanto una superpotencia; China es, también, un actor enorme, y la Unión Europea es todavía más grande. Van a responder en especie y se dirigirán contra los sectores estadounidenses vulnerables, como la aeronáutica y la agricultura.

Y las represalias no son la historia completa; también está la emulación. Una vez que Estados Unidos decida que no se aplican las reglas, el comercio mundial se convertirá en una batalla campal.

¿Esto causaría una recesión mundial? Es probable que no. Esos riesgos son, yo creo, exagerados. El proteccionismo no causó la gran depresión.

Lo que la guerra comercial venidera hará, no obstante, es causar mucha alteración. La economía mundial de hoy está construida en torno a "las cadenas de valor" que se extienden allende las fronteras: los coches o los teléfonos inteligentes contienen componentes manufacturados en muchos países que luego se ensamblan o modifican en muchos más. Una guerra comercial obligaría a un drástico acortamiento de esas cadenas y bastantes operaciones manufactureras estadounidenses terminarían por ser las grandes perdedoras, tal como sucedió cuando aumentó el comercio mundial en el pasado.

Dadas estas expectativas, se podría pensar que alguien persuadirá al gobierno entrante para que se replantee su beligerancia comercial. Es decir, se podría pensar eso si no se ha puesto atención a los antecedentes y el carácter del proteccionista en jefe. No es probable que alguien que no tiene sesiones informativas sobre la seguridad nacional porque es "como una persona inteligente" y no las necesita, se siente quieta a recibir lecciones de economía internacional.

No, la mejor apuesta es que la guerra comercial se avecina. Hay que abrocharse los cinturones.

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Donald Trump dijo que es "ridículo" pensar que Rusia lo ayudó. Foto: AFP

PAUL KRUGMAN

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