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Lecciones del 2016 y qué nos depara el 2017

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El 2016 lo tuvo todo. Presenciamos el divorcio del año: el Brexit significó el fin de 40 años de relación entre Inglaterra y la Unión Europea.

Luego, la llegada de un outsider a la presidencia de la principal economía del mundo y una escalada de populismo que ni la clase gobernante, la élite político económica o las encuestas pudieron prever. Un año en el que sismos geopolíticos hicieron trastabillar a los mercados.

El Dow Jones tuvo su peor comienzo de año para cerrar el 2016 cerca de la marca psicológicamente relevante de los 20.000 puntos. Los bonos globales mantuvieron el rally extendido por tres décadas, y que dio lugar al mayor mercado alcista de renta fija de los últimos 500 años. En él, la tasa del bono del tesoro americano a 30 años llego a 2% y la deuda de países como Suiza, Alemania, Japón e incluso Italia mostró rendimientos negativos (los inversores pagaron por el "privilegio" de comprar sus bonos). Empresas y gobiernos aprovecharon este escenario realizando emisiones récord de deuda para financiarse a tasas bajas. En Estados Unidos, por primera vez los mercados accionarios y de bonos superaron sus máximos en forma conjunta.

El año amaneció con preocupaciones sobre el crecimiento de China, con el precio del petróleo en caída libre (para más que duplicarse luego de un acuerdo histórico de la OPEP) y con la resaca de la primera suba de tasas de interés de la Fed tras mantener la alícuota en 0% por 8 años.

Los mercados emergentes pasaron de la depresión de comienzos del año a la euforia, para volver a revertir la tendencia con la victoria de Trump, que a su vez significó un nuevo escenario y un repricing del riesgo. Luego de este evento, por ejemplo, los bonos globales recortaron bruscamente parte de las ganancias del año y experimentaron, en noviembre, el peor retorno de su historia.

2016 vio un mundo con una globalización en retirada y una movida a un creciente proteccionismo, fuertes movimientos de monedas en el que el dólar terminó el año en sus máximos de 14 años, siendo los grandes perdedores el peso mexicano (efecto Trump) y la libra esterlina (efecto Brexit). La moneda que mas se apreció fue el bitcoin.

Corto plazo.

No es fácil hacer proyecciones. Muchos factores influyen en las variables económicas, como las expectativas y estados de ánimo. Hay eventos inesperados y otros poco probables que no son recogidos en los escenarios centrales a la hora de hacer proyecciones. A lo que se le suman decisiones políticas y factores geopolíticos, tan influyentes como difíciles de predecir.

Pero aún así es importante contar con un marco de referencia, para poder delimitar la cancha en la que se va a jugar el partido.

Si hay algo claro es que estamos en un escenario rodeado de incertidumbre. Principalmente sobre las políticas que implementará Trump, incluyendo la forma en que son comunicadas e implementadas; pero también, entre otros, sobre el resultado de elecciones en varios países europeos y las decisiones que tomarán algunos bancos centrales que, luego de un ciclo sin precedentes en la posteridad de la crisis, podrían comenzar una normalización de sus políticas monetarias y una incipiente transición hacia políticas fiscales mas expansivas.

La incertidumbre lleva a una amplia dispersión de escenarios y desenlaces posibles. Los riesgos han aumentado.

Hay tendencias de largo plazo que ni Trump ni nadie pueden cambiar. A pesar que el frente económico luce más constructivo que años anteriores, estamos en un período de desaceleración del crecimiento, en parte debido a una población que envejece y a una disminución de las tasas de natalidad. En un mundo de tasas bajas, cuya caída secular se debe en parte a este menor crecimiento económico unido a un exceso de ahorro.

¿Qué hacer?

En mis columnas he evitado dar recomendaciones específicas ya que hay productos financieros que aun siendo buenos no son adecuados para todos. Opté por enfocarme en dar un marco de referencia e intentar explicar como creo que los inversores deben pensar y encarar estos temas.

En términos generales, buscar activos que protejan de la inflación, sobre todo en el caso de inversores con horizontes de largo plazo, y aprovechar oportunidades en mercados menos eficientes que ofrezcan un retorno ajustado por riesgo atractivo, en un mundo de magros rendimientos. Proteger los portafolios, vulnerables a posibles "sorpresas negativas"; por ejemplo, con opciones en un momento donde las volatilidades implícitas son relativamente bajas o incorporando activos con baja correlación con los demás instrumentos del portafolio. Residentes en países como Uruguay o Argentina pueden aprovechar las mayores tasas que ofrece invertir en deuda en moneda local.

La incertidumbre y falta de claridad son enemigos de los inversores y de la planificación de largo plazo. El manejo del riesgo, incluyendo mantener una reserva de liquidez suficiente y flexibilidad, son cruciales para navegar mercados que se vislumbran como volátiles.

Debemos hacer foco en las cosas que podemos controlar: invertir en función de necesidades y objetivos y hacerlo incorporando todas las herramientas que hoy existen.

El 2016 estuvo cargado de eventos que representaron un cimbronazo para el establishment y los mercados. Y que nos recuerdan que lo inesperado puede pasar. Me intriga qué nos depara el 2017 y continuar recorriendo esta larga curva de aprendizaje permanente.

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BÁRBARA MAINZER

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