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Leamos bien los datos oficiales

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Quiero dedicar mi columna de hoy a meterme en dos indicadores que en las últimas semanas han estado sobre el tapete: el PIB, cuya difusión de los datos del segundo trimestre generó fuerte impacto, y las reservas internacionales, que sufren una hemorragia aguda desde el mes de julio.

El PIB.

A mediados de septiembre el BCU difundió los resultados de las cuentas nacionales al cabo del segundo trimestre del año. Esos resultados fueron considerablemente peores a los esperados debido al impacto de la sequía en la generación de electricidad. Cuando UTE genera electricidad a partir de las represas, genera mucho valor agregado (o sea mucho PIB) y cuando produce electricidad a partir de otras fuentes, con costos mayores y en algunos casos considerables, no genera tanto PIB. Entonces, si se comparan trimestres con diferente estructura de generación eléctrica, puede haber impactos muy diversos en los PIB respectivos. En el segundo trimestre de 2015, el PIB "de UTE" fue inferior a la mitad de los registrados en el segundo trimestre de 2014 y en el primer trimestre de 2015. El BCU estimó en 1,6% el impacto de este fenómeno en la variación interanual del PIB entre los segundos trimestres y se puede estimar en 1,5% el impacto en la variación desestacionalizada entre el primer y el segundo trimestres del año en curso. De este modo, "ajustado" por UTE, el PIB no habría caído 1,8% entre los dos primeros trimestres de este año, sino 0,3%.

Ahora bien, debemos recordar el énfasis que pusieron las autoridades para "ajustar por UTE" en esta instancia dado que, para ser justos y simétricos, habrá que volver a hacerlo dentro de tres meses, cuando se conozcan los datos del tercer trimestre. En esa oportunidad, habrá que ajustar hacia abajo la variación del PIB trimestral y desestacionalizado que informará el BCU a mediados de diciembre. Y no se trata de un detalle estadístico menor: ese ajuste será clave para determinar si en los dos trimestres anteriores habremos estado o no en una recesión. Hoy por hoy nadie puede afirmar que lo estemos o no, si bien cada uno de nosotros se puede hacer una composición de lugar al respecto y sacar sus propias conclusiones. Eso lo sabremos recién en diciembre y el "ajuste por UTE", como el promovido ahora por el equipo económico, será fundamental para saberlo.

Las reservas.

Parece lejano en el tiempo el momento en que desde los sectores más creativos del gobierno se impulsaba el uso de las reservas para realizar inversiones públicas. Desde entonces, nos separan algunos meses y, lo más importante, 2.800 millones de dólares, que es la pérdida de reservas conjunta del BCU y el Gobierno, desde el final de mayo, cuando esas ideas extraordinarias estaban en boga, y hasta el 25 de septiembre. Cuando esta columna (que va a imprenta el martes 29 de septiembre) llegue a los lectores, una recompra anticipada de LRM por parte del BCU se habrá llevado varios cientos de millones adicionales.

Al 25 de septiembre, fecha de los últimos datos disponibles al finalizar esta columna, había reservas internacionales por US$ 16.234 millones. Sin embargo, esta cifra incluye los encajes bancarios (US$ 8.214 millones), por lo que las reservas propias del BCU y el Gobierno llegaban a US$ 8.020 millones (US$ 5.984 millones del BCU y US$ 2.072 millones del Gobierno).

Las reservas habían estado cayendo a lo largo del segundo semestre del año pasado después de haber alcanzado su máximo absoluto el 23 de junio, hasta que hacia finales de febrero de este año, el Gobierno emitió un Bono Global por algo más de US$ 1.200 millones con lo que se recuperó la mayor parte de lo perdido hasta ese momento. Luego se retomó la caída, que se volvió vertiginosa desde que el BCU puso un techo al tipo de cambio hacia finales de julio y comenzó a vender dólares en el mercado spot.

En lo que va del año, sin contar con la emisión del Bono de febrero, el Gobierno ha perdido reservas por US$ 1.162 millones, lo que se explica principalmente por su déficit, y el BCU ha perdido US$ 1.799 millones, lo que se debe principalmente a las ventas de dólares (casi un 70% de dicha pérdida de reservas) pero también a la cancelación de LRM con dólares (algo más del 30% restante). En este último caso, la cancelación fue en parte al vencimiento de las Letras y en parte anticipada como resultado del canje realizado por el Gobierno a finales de agosto.

Tras la peripecia de los últimos meses, de la que estamos aún lejos de salir, queda claro que las reservas no son para hacer obras, lo que no sería otra cosa que financiar más déficit fiscal con más deuda neta. En el caso de un Gobierno fuertemente deficitario, las reservas le permiten transitar sin riesgo de quedar sin caja. Y en el caso del BCU, las reservas son para lo que las ha estado usando, más allá de discrepar con el nivel del tipo de cambio al cual las está perdiendo. Pero esto ya es otro tema, que es el de las prioridades del equipo económico, claramente orientadas a evitar que la inflación traspase el 10% a cualquier costo. Dicho esto, literalmente.

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Javier de Haedo

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