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Hablemos del tipo de cambio real

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Billetes de 100 dólares
Billetes de 100 dólares.
Foto: Archivo

De un tiempo a esta parte, se suelen escuchar voces que pretenden menospreciar los indicadores de tipo de cambio real (TCR), fundamentando esa actitud en que mucho de lo que determina la competitividad se juega desde las puertas de cada empresa hacia adentro. 

Esto sin dudas permite compartir la afirmación de que "no todo es TCR en materia de competitividad" pero de ningún modo permite irse al otro extremo y pretender que el TCR no importa para nada. Efectivamente, mucho se puede y debe hacer dentro de cada empresa por la competitividad, pero también mucho se puede perjudicar a muchas empresas por no cuidar los equilibrios macroeconómicos y descuidar al TCR.

En mi caso, que me ocupo de la macroeconomía, y poco o nada entiendo de procesos industriales, me habré de referir aquí y ahora a la parte de la historia de la que creo entender y habré de comentar los resultados que surgen de los indicadores que los economistas manejamos, dejando para los expertos en temas empresariales el análisis de esa otra parte de la historia. Y desde ya adelanto una conclusión: mucho deberían esmerarse ellos en contribuir al mejoramiento de la competitividad dentro de las empresas para compensar lo mucho que está complicando la política económica con lo que se juega afuera de las empresas, dado que tenemos los indicadores de TCR por el piso.

Los números.

El BCUpublica mensualmente indicadores de TCR efectivo, en series que se inician en el año 2000. Estas series tienen varios problemas y esto importa máxime cuando son las difundidas por la prensa, sin mayor análisis ni procesamiento. Primero, se trata de series cortas, de apenas 15 años y en particular de un período en el que mayoritariamente hubo un TCR bajo.

Segundo, la base de las series se encuentra en el promedio de 2010, un año en el cual el atraso cambiario ya era considerable. Tercero, el tratamiento de los indicadores relevantes en Argentina (precios y tipo de cambio) es totalmente equivocado y no sólo da lugar a un mal indicador bilateral con ese país sino que ese problema contamina los indicadores agregados, el regional y el global. El BCU considera al IPC del Indec, que en 2014 subió 24% frente al 38% del IPC Congreso y al 39% del IPC de San Luis y que viene subestimando la inflación desde 2006 (el IPC de San Luis subió 163% más que el del Indec desde entonces).

También utiliza el tipo de cambio oficial, que es el menos relevante para medir la relación bilateral de precios (el blue lo es significativamente más, ya que el intercambio de servicios turísticos se canaliza por él).

De todos modos, las series del BCU, que nos dan información desagregada para algunos países importantes, nos aportan algunos datos de interés: si tomamos como base 100 al promedio del índice del TCR de 2000 a 2014, en diciembre pasado estábamos en 67 con Méjico, en 70 con el Reino Unido, en 71 con Alemania, en 72 con Estados Unidos e Italia, en 73 con España, en 80 con Brasil y 94 con China. Con el promedio de la extra región estábamos en 77. Insisto, estos son los únicos datos relevantes de las series que publica el BCU y son contundentes en mostrarnos bien por debajo de promedios históricos con casi todas las contrapartes. Y, además, se trata de promedios históricos desde 2000, cuando el TCR fue mayoritariamente bajo.

Por mi parte, considero series más extensas en mis propios indicadores, las que se inician en 1985, por lo que en este caso el promedio histórico tiene una extensión de 30 años en los que la situación promedio fue más normal. En este caso, manejo indicadores para cinco contrapartes, cuyos niveles actuales (de febrero 2015) tomando como base 100 al promedio desde 1985 son los siguientes: Estados Unidos, 69; Europa, 61; Brasil, 71; Argentina "comercial", 97 y "turismo", 66.

Nuevamente se confirma en términos generales el considerable atraso cambiario con Estados Unidos, Europa y Brasil y ahora tenemos indicadores válidos para la relación con Argentina. En el caso del "comercial", donde se toma en cuenta al dólar oficial, estaríamos en una situación normal, promedio, de TCR. Eso es relevante para nuestras importaciones, que no entran "regaladas", pero no lo es tanto para nuestras exportaciones, dado que al existir allá un "cepo" hay una dificultad real para exportar además del factor precios. Y en el caso del "turismo", estamos en una situación parecida a la que tenemos con los otros mercados considerados.

Emergentes.

Si hay una cosa clara de un tiempo a esta parte (desde abril de 2013, por fijar una fecha relevante) es que las monedas de las economías emergentes en general, salvo excepciones (China, sin dudas) están en proceso de depreciación frente al dólar. Y en el caso de nuestro país, que inicialmente acompañó ese proceso (en los 12 meses siguientes fue el segundo más "devaluador" de los 15 países emergentes cuyas paridades diarias publica el BCU), desde agosto del año pasado se divorció de su categoría y fue el tercero menos devaluador. Esa comparación no considera las respectivas inflaciones, que restan a las devaluaciones nominales, y, en el caso de Uruguay, más que en la gran mayoría de esos países.

En el caso particular de nuestros vecinos, el divorcio comenzó mucho antes y ha sido mucho mayor. Veamos no ya las respectivas paridades con el dólar, sino los respectivos índices de precios en dólares para evitar la distorsión que implica omitir considerar la inflación de cada uno. Tomando como base 100 el tercer trimestre de 2011, cuando en Brasil el real tocó máximo (R$ 1,56 en julio) y en Argentina nació el blue (en septiembre), hoy los precios en dólares en Uruguay están en 102, en Brasil en 72 y en Argentina "turismo" 83.

Es decir que mientras nuestros vecinos se abarataron considerablemente, nosotros no nos dimos por enterados. Cabe recordar que tampoco nos dimos por enterados, hace 16 años, cuando en enero de 1999 Brasil decidió abandonar el Plan Real y se depreció significativamente su moneda.

Razones.

En mi columna anterior mostraba que la situación fiscal coadyuva al atraso cambiario dado que en vez de comprar con pesos los dólares que necesita, el gobierno, como no genera pesos, se endeuda y usa los dólares que obtiene por ese lado. Sin poder contar entonces con la política fiscal y con una política salarial que está determinada a generar un permanente aumento del salario real, con una regla de indexación de por medio, sólo queda a las autoridades usar y abusar de la política monetaria para contener la inflación (además de medidas heterodoxas que se han aplicado oportunamente). Y por cierto que abusan de ella, incumpliendo reiteradamente los rangos previstos para el crecimiento del agregado monetario central, ya de por sí contractivos. Secan la plaza de pesos y generan, en un contexto de renovada liquidez global, los incentivos para los capitales golondrina.

Al igual que hace el sector público, se incentiva al sector privado a vivir por encima de sus posibilidades mediante un dólar ultra barato y a cuenta del desahorro o el endeudamiento. Claro, rinde políticamente en el corto plazo, pero va a llegar el día en que habrán de pagar, uno y otro, la cuenta de la fiesta. Que cuanto más se estire, más cara les saldrá.

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dólar

JAVIER DE HAEDO

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