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El feminismo y sus matices

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Hace unos días fue noticia el hecho que la Junta Departamental de Montevideo consideraría la propuesta de cambiar el nombre de la "Defensoría del Vecino de Montevideo" a "Defensoría de Vecinas y Vecinos de Montevideo", para ajustarla a la perspectiva de género.

La corrección política a veces llega a niveles que pueden parecer ridículos. Sin embargo, el tema de fondo no lo es. No creo que estas medidas tengan gran impacto sobre la desigualdad de género, y en cierta medida pueden ser hasta contraproducentes, dado que luego se discute y critica la radicalización del tema, pero no el problema en sí mismo.

Pero la economía no es solo déficit fiscal, cuenta corriente e inflación. La economía también es desigualdad, la de género una de ellas. De hecho, como dice Katrine Marçal en su libro "¿Quién le cocinó la cena a Adam Smith? La historia de la economía y las mujeres", el feminismo siempre ha sido sobre economía, para luchar por el derecho a la herencia, la propiedad, empezar un negocio, o no tener que casarse por dinero.

Las quejas.

Las mujeres estudian y trabajan. Están mejor que antes. La Universidad de la República fue fundada en 1849. La primera mujer en graduarse fue en 1908. Actualmente egresan más mujeres que hombres. Hace menos de 100 años en Uruguay (y en la mayoría del mundo), las mujeres no podían votar.

A nivel mundial las mujeres ganan, en promedio, 25% menos que los hombres. En Estados Unidos, "casi un 60% de las mujeres están en el mercado laboral, pero ocupan menos del 15% de los puestos altos, y representan el 62% de quienes reciben un salario mínimo. Incluso en sectores dominados por mujeres, las mujeres ganan 83 centavos por cada dólar que gana un hombre."(*)

Las diferencias en el salario pueden deberse a variables explicativas (como el nivel de educación o la experiencia previa) o variables no explicativas (como sesgos de género, u otros tipos de discriminación).

La economista Mercedes DAlessandro analiza estas diferencias en su libro "Economía feminista". Los resultados muestran que en el caso uruguayo sólo un punto porcentual de la brecha salarial se debe a variables explicativas. Es decir, al comparar una mujer y un hombre en Uruguay —del mismo barrio, con la misma profesión, trabajando las mismas horas— la brecha salarial es de 27%, pero solo un punto porcentual se debe a variables explicativas. "El resto es discriminación (en el sentido amplio). Estas dos personas deberían ganar lo mismo, sin embargo la mujer gana mucho menos y los motivos no tienen que ver con sus capacidades y aptitudes para el trabajo."

Además, no sólo se les paga menos por dólar, sino que también hacen el doble del trabajo no remunerado. Las mujeres además dedican más del doble de horas al cuidado del hogar que los hombres.

Si bien hoy en día los hombres contribuyen más a esta tarea que antes, las mujeres siguen pagando el mayor costo. En consecuencia, a veces se escucha una lógica circular pero muy poderosa de que como las mujeres ganan menos, el costo de oportunidad de que la mujer se quede en la casa es menor, y por eso mejor que se quede la madre que el padre (retroalimentando la diferencia).

Pasos prácticos.

¿Cómo se sentirían los hombres si por cada peso que gana una mujer ellos ganaran 75 centésimos? ¿Si tuvieran que dejar de trabajar por varios meses en el nacimiento de cada hijo?

Marçal acepta que existen diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero explica que lo importante es qué concluimos de esas diferencias. "Que la mujer de a luz quiere decir que la mujer da a luz. No que debe quedarse en casa y criar al hijo hasta que empiece la universidad."

¿Entonces por qué la mujer tiene licencia maternal y el hombre no? ¿Por qué sólo la mujer debe pagar ese costo laboral? De hecho, también se puede argumentar que no es justo para el hombre no tener derecho a la misma licencia por hijo.

Repensar temas como este es uno de los muchos pasos que se pueden tomar para de a poco ir reduciendo las brechas de género. De hecho, ojalá las discusiones sobre lo políticamente correcto terminaran en pasos prácticos y positivos. Así capaz valdrían la pena.

K. Marçal, "Who cooked Adam Smiths dinner? A story of women and economics," 2016.

LUCILA ARBOLEYA

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