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Encrucijadas por las que pasa el mundo

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Barco carguero. Foto: Archivo El País

El mundo encara este segundo semestre mostrando episodios económicos preocupantes, signados por volatilidad extrema en los principales mercados financieros, nuevas proyecciones que profundizan la baja en el crecimiento de las economías emergentes junto al debilitamiento importante de sus monedas.

Buscando respuestas, gran parte de la atención confluye a interpretar que está sucediendo realmente en China.

Referido al estado de sus fundamentos, ya es aceptado que su estrategia de crecimiento partir de 2009 apoyada en la inversión financiada con expansión crediticia encontró su límite. Las tasas de crecimiento en caída del PIB durante el lustro pasado, (6,5% para 2015), a pesar del enorme esfuerzo en acumulación de capital (44% del PIB) muestran una baja o nula productividad marginal del capital invertido. En otras palabras, hubo un enorme desperdicio de recursos que requiere cambios significativos en la estrategia de crecimiento actual.

Enfrentando esa realidad pueden operar varias alternativas. Una es restablecer su paradigma inicial de crecimiento apoyado en las exportaciones, el cual no tendría efectos positivos mayores pues hay más competidores en medio de una contracción de la demanda mundial agregada. Sólo como dato, las exportaciones chinas a junio/2015 cayeron 8% respecto al año anterior, continuando una senda descendente ininterrumpida. Pero de intentarlo, lo que si haría es profundizar el enfriamiento de la economía mundial, y en particular el de sus competidores, mayoritariamente países emergentes. Más aún, ese efecto se reforzaría si el debilitamiento del renminbi es el instrumento, dado el riesgo de crear una cadena de devaluaciones compensatorias inconducentes para incrementar exportaciones.

La otra estrategia implicaría cambiar de paradigma de crecimiento, que conlleva desarrollar a los sectores de servicios que facilitan la expansión del consumo doméstico, desplazando así a la inversión como puntal de la expansión económica. Con ello se aumenta la productividad global de la economía china, al disminuirse el desperdicio por exceso de inversión y canalizando recursos hacia áreas con carencias (logística, cadenas de distribución, almacenaje) que posibiliten aumentar la participación del consumidor público y privado que hoy absorbe apenas el 23% del PIB.

Alternativas.

En realidad, China no tiene otra alternativa inmediata para mejorar su productividad, pues ya se agotó la opción de aumentarla trasladando población rural de muy baja productividad hacia las ciudades para emplearla en la construcción de infraestructura básica y en actividades fabriles destinadas a la exportación.

Teniendo en cuenta las complejidades que ya implica para sus ejecutores este cambio de paradigma al tratarse de la segunda economía del mundo, se le agrega la necesidad de corregir una seria de excesos financieros que fueron el subproducto de la estrategia de crecimiento usando al crédito como motor de la inversión. Aquí reside otra de las grandes incógnitas, dada la escasa información y el estado embrionario que presenta su mercado de capitales y sistema financiero. Y también de los riesgos latentes, pues las crisis financieras mal manejadas propenden a generar contagio.

Sin duda esto ayuda a explicar los episodios de volatilidad reciente en las cotizaciones de los valores bursátiles de China, los cuales impactan al resto de las bolsas del mundo. Y es justamente la incertidumbre sobre la causa verdadera de estos eventos los que exacerban la volatilidad extrema. Y aquí se plantea la pregunta de si responden éstos a un deterioro más pronunciado de lo pensado de los fundamentos, o ¿solo se está en presencia de episodios naturales fruto de la purga controlada de excesos financieros?

Esta realidad cargada de incertidumbre plantea a las autoridades chinas resolver al menos dos desafíos importantes. El más importante es instrumentar un cambio estructural profundo haciendo que el consumo público y el privado aumenten su participación en el gasto global en detrimento de la inversión. Es un cambio de dimensiones tectónicas, que implica adentrarse en una generación de reformas destinadas a facilitar la oferta masiva de servicios y bienes de consumo más sofisticados en una sociedad de consumidores relativamente nueva. En paralelo, limpiar de manera ordenada los excesos financieros recientes sin tropiezos. Un paso en falso, puede generar consecuencias no deseadas de magnitud.

Los demás.

Con este telón de fondo, la mayoría de las economías emergentes que crecieron al compás de la economía china es impactada negativamente, principalmente por su sino-dependencia exportadora. El resultado es la desaceleración económica y en algunos casos la recesión, acompañado del debilitamiento abrupto de sus monedas. Con ello el paradigma de crecimiento apoyado en la expansión exportadora de recursos naturales y alimentos ha mostrado sus límites y, en algunos casos, puesto en tela de juicio. En realidad, toda nuestra región incluyendo a nuestro país, enancados en la aparición de China logramos crecer incluyendo la expansión de una clase media naciente. Lo inesperado y potente del fenómeno nos embargó de euforia, haciéndonos pensar que casi habíamos llegado cuando simplemente habíamos pasado un mojón más del largo camino del crecimiento. Pero eso no implica tirar todo por la borda. Es el momento de afianzar los escalones ganados, buscando aumentar la productividad global de la economía lo cual entre sus ingredientes se encuentran la educación y la expansión de los sectores de servicios.

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Barco carguero. Foto: Archivo El País

Carlos Steneri - Economista

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