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El día después de los JJ.OO. para Río de Janeiro

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A worker inspects the arm of the Christ Redeemer statue in Rio de Janeiro, Brazil, Tuesday, Jan. 21, 2014. The famed statue is being examined after two fingers and the head were chipped during recent lightning storms. Officials say they¿ll place more lightning rods on the statue in an effort to prevent future damage. (AP Photo/Felipe Dana) Brazil Christ Statue
Felipe Dana/AP

El ministro de Educación de Portugal fue asaltado a punta de cuchillo. Lo mismo el jefe de seguridad de la ceremonia inaugural mientras se marchaba del Estadio Olímpico. Un agente de policía fue asesinado cuando su vehículo fue rociado de disparos, y un autobús olímpico que transportaba periodistas fue atacado por gente que lanzaba piedras.

Incluso antes del robo armado de cuatro nadadores estadounidenses, incluyendo al medallista de oro Ryan Lochte, una serie de delitos había dirigido la atención a las carencias de Brasil para suministrar seguridad a los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro.

Sin embargo, para muchos en esta ciudad desgastada por la delincuencia, persiste un interrogante mayor: ¿Qué pasará después de los juegos?

Con miras a frustrar la delincuencia alrededor de los JJOO, Brasil ha movilizado un gigante de seguridad en Río del doble del tamaño de aquél usado para los Juegos de Londres en 2012.

Teniendo en cuenta la reputación de Río por delincuencia violenta, los brasileños desplegaron 85.000 integrantes de seguridad. Esta demostración de fuerza incluye a 23.000 soldados patrullando la ciudad, algunos en vehículos militares, a la par de helicópteros y acorazados materializándose alrededor de las playas más populares de la ciudad.

Pero, incluso antes de que empezaran los juegos, Río enfrentaba un repunte en ilegalidad en meses recientes que había sacudido a residentes y alarmado a las autoridades.

Con la agitación de la economía, asaltos y hurtos en la calle se dispararon 42% en mayo, con 10.000 robos ese mes. Y después de años de tasa de homicidio decrecientes, el número de asesinatos subió en más de 7% durante la primera mitad del año con más de 1.500 personas asesinadas.

A medida que el temor persiste por la violencia en las calles y estallan batallas a disparos en favelas de Río, algunos brasileños temen qué pasará en las consecuencias de los juegos, cuando los soldados sean retirados y la ciudad quede con sus recursos para luchar con una crisis financiera.

Las finanzas de Río estaban tan mal antes de los juegos que la ciudad había declarado un "estado de calamidad". Se han destripado presupuestos, al tiempo que oficiales de policía y bomberos, protestando demoras para recibir su paga, sostienen pancartas en el aeropuerto que dicen a los visitantes: "bienvenidos al infierno".

El gobierno federal respondió con un paquete de rescate por 850 millones de dólares para ayudar al estado de Río de Janeiro a mantenerse a flote, pagar salarios y mantener en funcionamiento servicios esenciales durante los JJOO.

Sin embargo, persiste la crisis en las finanzas de Río, que dependen considerablemente de los precios mundiales del petróleo.

Las autoridad invirtieron miles de millones de dólares en locales deportivos, sistemas de tránsito y mal llamados proyectos de pacificación en áreas urbanas de pobreza, argumentando que los juegos servirían como un eje para remodelar la ciudad. En las semanas previas, el alcalde Eduardo Paes incluso arguyó que Río sería "la ciudad más segura en el mundo".

Sin embargo, quienes viven más allá del collar de vecindarios elegantes frente al mar dicen que el aumento de seguridad ha tenido escaso efecto en comunidades que han estado agobiadas por la violencia.

Algunos expertos de seguridad hicieron énfasis en que persistían considerables riesgos alrededor de la ciudad. Debido a la crisis financiera de Río, se vinieron abajo planes enfocados a establecer una red de puestos de avanzada policial en Maré, gran área de favelas.

Julita Lemgruber, la directora del Centro para Estudios de Seguridad Pública y Ciudadanía en la Universidad Candido Mendes en Río, dijo que era ingenuo esperar una drástica caída de la delincuencia durante los juegos. "El gobierno creyó que un chasquido de sus dedos traería paz a una ciudad que ha pasado por muchísima violencia en los últimos años", dijo. "No hace bien alguno tener esta demostración de miles de agentes de policía extra, a menos que se diga a cada atleta olímpico que camine por las calles con un policía a su lado".

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