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Crisis política y económica

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Tras 20 años de gobiernos notables, los brasileños se habían habituado a mejorar. Foto: AFP
Dilma Rousseff , foto BETO BARATA
BETO BARATA

La economía brasileña continúa exhibiendo fuertes señales de recesión y de inestabilidad en los mercados financieros. En los últimos días, fueron divulgados datos relativos a la actividad económica y al mercado de trabajo, mostrando un deterioro más fuerte que el previsto pocos meses atrás.

En la medida en que la crisis económica se profundiza, aumentan las tensiones políticas, alimentadas adicionalmente por las revelaciones y desenlaces jurídicos de la operación "Lava-Jato" que investiga la corrupción en Petrobras. La falta de certezas pasa a dominar los mercados, que sufren ademas con un cuadro internacional bastante volátil, especialmente debido a lo que está ocurriendo con China.

En la economía, las últimas semanas trajeron varios datos negativos. El Indicador de Actividad del Banco Central (IBC-Br) relativo a junio —un indicador que antecede el dato de PIB— mostró una caída de 1,9% en el segundo trimestre en relación con el trimestre anterior. La producción industrial lleva ocho trimestres consecutivos de caída, lo que le ha hecho retroceder al nivel de enero 2007. El volumen de ventas del comercio minorista ampliado (que incluye ventas de automóviles y materiales de construcción) viene acompañando el movimiento de la producción industrial, con una baja de 7,5% en la primera mitad del año en relación al último trimestre de 2014.

Empleo.

Los efectos de la crisis sobre el mercado de trabajo comenzaron a manifestarse este año. La tasa media de desempleo en las principales regiones metropolitanas del país en 2014 fue de 4,8%, aumentando a 6,2% en los primeros siete meses de 2015: en julio fue 2,6 puntos porcentuales superior a igual mes de 2014. Los despidos acumulados en 12 meses se aproximan a un millón y los ingresos reales promedio en el mismo período cayeron 2,2%. La pérdida de ingresos, escaso y caro crédito y la incertidumbre sobre todo en relación con el mantenimiento del empleo, explican la fuerte caída del consumo.

La inversión en capital fijo también cayó en forma acentuada. Después de una baja de 4,4% en 2014, acumuló una contracción de 8,5% en el primer semestre de este año en relación al mismo período del año pasado. Los índices de confianza empresarial están en los niveles más bajos de la historia y no hay señales de recuperación a corto plazo. Esto significa que el crecimiento del producto potencial debe haberse reducido considerablemente en los últimos años, lo que plantea mayores desafíos a la política de control de la inflación.

Futuro.

Las previsiones para 2015 son de que el PIB caiga 2%, y que en 2016 la reducción sea del orden de 0,2%. Se trata de la mayor recesión vivida por Brasil desde 1990. La inflación se aceleró a lo largo de los primeros siete meses del año, llegando al 9,5% en agosto, reflejando la corrección de precios administrados, especialmente de La energía eléctrica, que habían sido contenidos en años anteriores. Para contener la aceleración de la inflación y forzar su convergencia hacia una meta de 4,5% en 2016, el BC viene manteniendo la tasa de interés básica (tasa Selic) en 14,25% este año.

La recaudación tributaria viene sintiendo de manera intensa el impacto de la retracción de la actividad económica. En el primer semestre de 2015, la recaudación del gobierno federal declinó 3,5% en términos reales. Al mismo tiempo, los gastos no financieros crecieron 0,5%, a pesar de los recortes presupuestarios, sobre todo en la inversión pública, que disminuyó un 35%. Por eso, el resultado primario del gobierno central (incluido el Banco Central) paso de un superávit de casi R$ 20 billones en el primer semestre de 2014 a un déficit de R$ 1,2 billones en igual período de este año. El déficit nominal en 12 meses (incluidos los intereses de deuda) del sector público consolidado en junio fue de 7,4% del PIB, el segundo valor más elevado de toda la serie reciente. La deuda pública volvió a crecer, amenazando el grado inversor del país.

La reducción del déficit demostró ser una tarea mucho más complicada de lo previsto por el equipo económico. Por un lado, porque la herencia económica recibida es más negativa de lo que los números conocidos en 2014 permitían prever. En particular, los numerosos gastos postergados en años anteriores, en especial las subvenciones para préstamos concedidos por el Bndes, tuvieron que ser regularizadas en los últimos meses. Por otro lado, el aislamiento del gobierno dificulta la aprobación de medidas que podrían indicar un camino de reducción del desequilibrio fiscal. Al contrario, varias medidas que condujeron a aumentos de gastos fueron aprobadas recientemente, forzando en algunos casos el veto presidencial y aumentando el desgaste del gobierno. Frente a las dificultades políticas, las metas de superávit primario se redujeron de manera significativa en 2015 y 2016.

En este momento es difícil precisar si la crisis más aguda es de naturaleza económica o política. Sin conseguir encaminar el ajuste fiscal de corto plazo, las discusiones más complejas que apuntan a reformas estructurales perdieron sentido. Sin embargo, sería un paso importante para señalar un camino más allá de la crisis, y así estimular un poco las inversiones, especialmente en infraestructura. Esos cambios son necesarios para que la economía brasileña crezca de nuevo en forma sostenida. Pero el marco político actual no permite el optimismo.

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Tras 20 años de gobiernos notables, los brasileños se habían habituado a mejorar. Foto: AFP

Paulo Levy - Economista

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