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Buenos centros educativos y asistenciales

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Foto: Archivo El País

"Los resultados de calidad dependen de profesionales de calidad", así se expresaban los investigadores del BID Samuel Berlinsky y Norbert Schady, en la publicación "Los Primeros Años: El Bienestar infantil y el papel de las políticas públicas" (noviembre 2015).

Señalan que los países de la región se enfrentan todavía a serios desafíos para atraer y conservar personal calificado para los servicios de cuidados de los niños.

Estos centros están en los hechos compitiendo con muchos ámbitos del sector público y privado por conseguir recursos humanos de calidad. La inversión para reclutar, capacitar, conservar y motivar a las personas que trabajan en esos centros debería priorizarse, y no una simple ampliación de la cobertura.

Las inversiones en calidad de los recursos humanos deberían preceder las ampliaciones de cobertura.

Cómo medir.

Florencia López Bóo, María Caridad Araujo, y Romina Tomé publicaron en febrero de 2016 "¿Cómo se mide la calidad de los servicios de cuidado infantil? Guía de Herramientas" (BID). Señalan dos puntos claves que ha de asegurar la autoridad competente: la existencia de un sistema que monitoree la calidad con regularidad en todos los centros; los esfuerzos de capacitación y desarrollo profesional para los cuidadores y maestros

Las investigadoras del BID citan un buen ejemplo de la importancia de evaluar la calidad de los centros de cuidado. Se trata del estudio realizado por Baker, Gruber y Milligan ("Universal Childcare, Maternal Labor Supply, and Family Well-Being", Journal of Political Economy, 2008) que estudia la expansión universal de los centros de cuidado subsidiados por el gobierno en Quebec para niños de hasta 5 años. Encuentra que la exposición prolongada a los cuidados en centros era nociva y, particularmente, empeoraba "la hiperactividad, la falta de atención, la agresividad, las habilidades motrices y sociales, la salud mental y la propensión a enfermedades en los niños". En el seguimiento de largo plazo, los autores demuestran que los déficit no-cognitivos persistieron hasta la adolescencia y que las cohortes expuestos a los centros de Quebec tuvieron peores resultados de salud, menor satisfacción con su vida y mayores tasas de criminalidad.

Ya se ve que no es suficiente con edificar nuevos centros y sacar a los niños de la calle: es necesario darles un servicio de cuidado de calidad.

Mejor educador.

Unas semanas atrás, The Economist destinó su artículo central a la calidad de los educadores ("How to make a good teacher"). Allí se citaba un estudio para Estados Unidos que encontró que el aprendizaje de los niños, cuyos educadores están en el top 10 en calidad, es tres veces superior al aprendizaje de los niños que tienen a los peores educadores.

Otra investigación citada concluía que si los estudiantes afroamericanos fueran enseñados por el top 25% de los maestros, el atraso escolar entre estudiantes afroamericanos y blancos desaparecería.

Frente al aparente desafío de que hay que quedarse con los buenos educadores y despedir a los malos, y de que eso nunca será sindicalmente posible, el artículo de The Economist ofrece una noticia muy esperanzadora: la habilidad de enseñar se puede mejorar. Aquello de que ser un buen docente "se nace pero no se hace", está equivocado. ¡Todos los educadores pueden mejorar! La pedagogía y neurociencia han avanzado enormemente y constituyen hoy áreas de rigurosidad científica. Concluye The Economist: "El objetivo es hacer que los educadores de media tabla pasen a ser excelentes, como hacen los entrenadores profesionales que ayudan a los atletas a dar lo mejor de sí. Hecho bien, esto revolucionará los centros educativos y cambiará vidas".

Calidad, calidad.

Berlinsky y Schady concluyen su estudio resaltando las ideas que buscan dejar en el lector:

1. Los jardines de cuidado infantil: la calidad es lo que cuenta;

2. Escolarización temprana: los maestros marcan la diferencia; 3. La alternativa más rentable: invertir en desarrollo infantil;

4. La familia es lo primero: la familia es el factor que más incide en el bienestar de los niños.

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Foto: Archivo El País

ALEJANDRO CID

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