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Buenas señales para Brasil

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Real brasilero. Foto: Archivo El País

La economía brasileña comienza a dar señales de salida de la recesión.

El inicio del ciclo recesivo actual ha sido fechado en el segundo trimestre de 2014, y de confirmarse las estimaciones de que hubo una reducción del 0,5% en el último trimestre del año pasado, a finales de 2016 se completará ocho trimestres consecutivos de disminución de PIB, para un descenso acumulado de casi el 9%. Las expectativas se vuelcan ahora hacia lo que sucederá en 2017.

Una vez más, si las estimaciones confirmadas para el PIB en el cuarto trimestre de 2016, el arrastre para este año sería de -1%; o sea, incluso si la economía mantuviera el nivel de actividad registrado a fines de 2016, el promedio de 2017 seguiría mostrando una caída del PIB.

La perspectiva es positiva, pero todavía hay mucha incertidumbre sobre el ritmo de recuperación. Las expectativas que recoge semanalmente el Banco Central muestran que se aguarda un crecimiento del 0,4% para este año, lo que implica que el PIB en el último trimestre de 2017 sería 2% superior al último trimestre de 2016. Este aumento vendría de la mano, principalmente, de una cierta recuperación en el consumo y, en menor medida, de la inversión.

En cuanto al consumo, los últimos datos muestran las ventas minoristas a la baja. En diciembre de 2016, las ventas del comercio restringidas cayeron un 5% y las del comercio ampliado, un 6,7% respecto a diciembre de 2015. En el margen, el descenso ha sido continuo desde el comienzo de 2015, en la serie suavizada por la media móvil de tres meses. Existen, sin embargo, perspectivas de reversión. A pesar que los ingresos familiares, medidos por la masa de rendimientos reales del trabajo, aún están en declive debido a que la situación sigue siendo precaria en el mercado laboral, hay signos de mejora por delante.

En el trimestre que terminó en enero pasado, la tasa de desempleo alcanzó el 12,6%, o 13% en términos desestacionalizados; un récord. Hubo una disminución del 2% en el nivel de empleo, pero el ingreso promedio real creció un 0,4%, ambos en comparación con el mismo periodo de 2016. En este último caso, a pesar del crecimiento, los ingresos reales están todavía 2,7% por debajo del más reciente pico, registrado a principios de 2015. Además, los niveles de deuda de los hogares, aunque en disminución, siguen siendo altos: en diciembre de 2016, la deuda de los hogares ascendió al 42,2% de sus ingresos en los 12 meses anteriores, y el servicio de esta deuda consumió el 21,6% de los ingresos corrientes.

El aumento en el ingreso promedio real del trabajo, el segundo aumento consecutivo en la comparación interanual, ya podría estar reflejando la fuerte caída de la inflación observada durante la segunda mitad del año pasado. De hecho, la inflación anual se redujo de 10,7% en enero de 2016 al 5,4% en enero. Esta disminución refleja el impacto de la disminución de precios de los alimentos y el impacto de la política monetaria restrictiva implementada desde 2015. Las expectativas actuales son que la inflación en 2017 será del 4,4%, por lo tanto, por debajo del objetivo del 4,5%. La perspectiva es que la tasa de interés, actualmente en 12,25% anual (a.a), continúe cayendo, esperándose que alcance el 9,5% anual a finales de este año y el 9,0% anual a finales de 2018. Si esto ocurre, y que la inflación converja en la meta, tendríamos una tasa real de poco más de 4%, un nivel sin precedentes en una perspectiva sostenible.

Esta disminución en las tasas de interés tiende a fomentar el consumo de bienes durables y la inversión. Eso simplemente no está sucediendo aún debido al mencionado sobreendeudamiento de los hogares y porque la capacidad ociosa del parque industrial sigue siendo muy elevada: en febrero, el grado de utilización de la capacidad en el sector industrial fue del 74,3%, sólo ligeramente más alto que el mínimo histórico de 72,9% registrado en diciembre de 2016. Hay, sin embargo, expectativas favorables sobre la recuperación de la inversión en los sectores de infraestructura. En este sentido, el gobierno se está moviendo en la reformulación del marco regulador y ya ha cambiado las reglas para la exploración de petróleo en el Pre-sal y preparado subastas para nuevos aeropuertos. También se espera para este año que se retomen las concesiones en las áreas de puertos y carreteras.

La cuestión fundamental en el corto plazo es la reforma de la Seguridad Social, enviada al Congreso a finales del año pasado. Esto se debe a que, sin cambios que reduzcan la tasa de crecimiento del gasto en prestaciones de seguridad social, el techo que limita el crecimiento del gasto público a la inflación del año pasado —un cambio que estableció un nuevo régimen fiscal para el país— se convierte en inviable: el gasto en la Seguridad Social ocuparía el aumento de espacio dentro del presupuesto federal, obligando a la reducción en el valor real de otros gastos, muchos de ellos ya muy comprimidos debido a las reducciones realizadas en los últimos dos años.

Los mercados parecen apostar a que la reforma será aprobada sin muchos cambios. La bolsa de valores de San Pablo (Bovespa) acumula una suba de 12% (la bolsa estadounidense se apreció un 5,6% en el mismo período) y el real se apreció un 5% en el año.

Ciertamente, las condiciones internacionales han demostrado ser más favorables, incluyendo una suba de precios de los commodities relevantes en la canasta de exportación de Brasil, pero parte importante de este movimiento se debe a las expectativas favorables respecto a la solución de las cuestiones antes mencionadas. Su concreción permitiría avanzar en otras reformas, especialmente la laboral y la fiscal, abriendo espacio entonces para una mayor aceleración del crecimiento.

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Real brasilero. Foto: Archivo El País

PAULO LEVY

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