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Un buen tercer trimestre hace pensar en los "brotes verdes"

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Pablo Rosselli. Foto: El País

El economista Pablo Rosselli, socio de la consultora Deloitte, señaló que cuando se conozcan los datos de actividad económica del tercer trimestre, estos mostrarán una mejora en relación con el trimestre anterior.

Esa perspectiva, que el profesional calificó como "brotes verdes", se sustenta en un entorno externo más favorable y en indicadores parciales relativos a algunos sectores industriales, exportaciones y actividad comercial. Así, aguarda un mejor desempeño de la economía en los siguientes trimestres pero advierte sobre las condicionantes que pesan sobre este pronóstico. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿La economía está en mejores condiciones en 2016?

—Tenemos algunos indicios de que la fase de estancamiento de la economía uruguaya en la que ingresamos hace un par de años podría estar terminando. La realidad es que, como esperábamos muchos analistas, terminó generándose una desaceleración muy marcada a partir de 2014, una vez que el ciclo económico mundial cambió de signo y comenzamos a observar un encarecimiento del dólar, caídas en los precios de los commodities y un contexto recesivo en Argentina y Brasil. En ese contexto, la economía uruguaya se encuentra hoy con niveles de actividad que son prácticamente los mismos que tenía a fines de 2014.

—Pero esa realidad comenzó a cambiar… ¿es así?

—En el transcurso de 2016 y hasta la victoria de Trump, el ciclo económico mundial comenzó a mejorar. Se observó un retorno de capitales a los mercados emergentes; el dólar, que se había fortalecido mucho, registró una moderación y en nuestra región se conformó un panorama de expectativas mucho más optimistas, debido a los cambios de gobierno tanto en Argentina como en Brasil. En ese contexto externo más positivo es que en los últimos meses se están observando en Uruguay un conjunto de "brotes verdes" o indicios de un mejor desempeño de la actividad económica.

—¿En qué elementos se apoyan en el plano local?

—Estamos viendo algunos datos de producción industrial mejores, un repunte en las exportaciones medidas en volumen físico, mejoró la confianza del consumidor y eso ya tuvo un impacto en las decisiones de compra de bienes durables; las ventas de automóviles y electrodomésticos han dejado de caer. En definitiva, tenemos indicios de que la actividad económica se está desempeñando mejor. Nuestros modelos de proyección de corto plazo nos hacen pensar que el comportamiento del PIB en el tercer trimestre habría sido sensiblemente mejor que el del segundo trimestre.

—¿Se basan también en los insumos que surgen de la Encuesta de Expectativas?

—La encuesta de expectativas empresariales que hacemos en Deloitte y que esta vez realizamos durante octubre, apunta en la misma dirección. Para nosotros, la lectura de la encuesta es que las empresas entienden que probablemente "lo peor ya pasó". Las empresas siguen diciendo mayoritariamente que la situación de la propia empresa y del país está peor hoy que un año atrás pero ya son menos los que piensan de ese modo y ya observamos respuestas más favorables en las preguntas relativas a las perspectivas del país y de las empresas para el próximo año. Tenemos un porcentaje apreciable de empresas (30%) que nos dicen que el año próximo van a aumentar su producción y pocas empresas (11%) que nos dan una respuesta negativa. Por tanto, la dirección de las respuestas apunta a cierto crecimiento el año próximo frente a un panorama de estancamiento en estos dos últimos años.

—Pero en la industria la mayoría de las ramas siguen marcando un deterioro…

—En la comparación interanual hay muchas ramas que dan caída, porque la recesión en la industria ha sido muy fuerte, pero los datos de los últimos dos meses sugieren un posible cambio de tendencia, todavía incipiente. Por eso decimos que por ahora son "brotes verdes". Hay que ver si esos indicios de mejora se consolidan en los próximos meses.

—Hay otros indicadores que también siguen dando caídas...

—Sí, por ejemplo la construcción todavía está en recesión y en la actividad comercial hay señales mixtas, con rubros que todavía muestran bajas.

—¿Qué dato recogen para resumir en números la actividad anual?

—Para ajustar nuestras proyecciones estamos a la espera de los datos del tercer trimestre, que el Banco Central publicará en unas semanas, pero pensamos que este año el PIB mostrará un crecimiento cercano a 1%. En 2017 probablemente veremos un crecimiento mayor si excluimos el efecto negativo que tendría la parada de mantenimiento de la refinería de Ancap pero seguimos pensando en un escenario de crecimiento modesto.

—La moderación de la inflación es un elemento que tienen en cuenta a la hora de hablar de mejores perspectivas…

—Desde agosto venimos proyectando que la inflación se ubicaría por debajo de 9% al cierre de este año, porque la caída del dólar que se produjo tras el pico de 32 pesos en marzo le imprimió una tónica muy bajista a la inflación del componente transable del IPC (que es muy sensible al dólar). En cambio, todavía no hemos visto una moderación relevante del componente no transable de la inflación, que responde mucho más a la dinámica salarial que a la dinámica del dólar. Entonces, hay una reducción significativa de la inflación y el riesgo de una inflación de dos dígitos se alejó muchísimo pero eso ha sido a expensas de mantener una moneda doméstica muy apreciada. Asumiendo que el dólar presenta una paulatina tendencia al alza del orden de 15% el año próximo, prevemos que la inflación estará en torno de 8% a fines de 2017, siendo posible que a mediados de año la veamos inclusive en torno de 7% por algunos meses.

—¿Qué valor le adjudica a los resultados de la ronda de negociación colectiva?

—Si una toma una mirada histórica la negociación colectiva favoreció o facilitó una trayectoria de aumentos importantes del salario real y eso es algo bueno. Sin embargo, en los últimos tiempos, se ha prestado muy poca atención al freno que tuvo la actividad económica. El contexto económico para las negociaciones colectivas era muy distinto en el período que empezó después de la crisis de 2002 y que llegó hasta 2013, que en el período posterior a 2013, cuando cambió el marco internacional. Faltó asumir que la economía se frenaría y que iba a ser necesario un cambio de precios relativos. Los salarios en términos reales han estado subiendo más que la productividad; los salarios nominales han subido por mucho tiempo más de 10% anual y eso ha conducido a niveles de inflación muy persistentes, que obligan al Banco Central a mantener una política monetaria contractiva, que a su vez conduce a un tipo de cambio bajo. En ese contexto, no en vano estamos viendo un desempleo más alto, superior a 8%. De todos modos, creemos que la pauta de negociación salarial a partir de esta ronda es más consistente con el objetivo de bajar la inflación pero a nuestro juicio llegó un poco tarde. La negociación salarial que debió cambiar fue la anterior y las modificaciones recientes de las pautas suponen un retroceso frente al objetivo inicialmente planteado de moderar la indexación de los salarios.

—¿Cómo impactará el ajuste fiscal determinado por el gobierno?

—Precisamente uno de los riesgos que tenemos para la actividad económica en 2017 es la entrada en vigencia del ajuste fiscal, que es muy difícil de calibrar en las proyecciones. El anuncio fue hecho hace ya bastante tiempo y fue coincidente con el deterioro de las expectativas de los consumidores, con lo cual uno podría presumir que el efecto ya fue anticipado parcialmente por parte de los consumidores, pero de todas maneras a partir de enero entra efectivamente en vigencia el incremento de los impuestos y eso puede afectar el consumo. Eso puede traernos alguna sorpresa.

Algunos riesgos a las previsiones optimistas debido a Donald Trump.

—¿Está de acuerdo con el ajuste?

—Cuando el gobierno asumió en 2015 a nuestro juicio no tenía ninguna otra alternativa que implementar medidas de ajuste fiscal y el Ejecutivo no tenía muchas alternativas para diseñar un ajuste. Los espacios de ajuste eficaces a corto plazo por el lado del gasto eran realmente pocos. El gobierno aplicó una fórmula clásica que es recortar la inversión pública. Había muy poco espacio para implementar aumentos de impuestos que recayeran sobre el consumo; entonces, no quedaban muchas otras alternativas que apelar a los impuestos a las rentas. Y el gobierno, conforme a su orientación política, optó por gravar más los ingresos del trabajo relativamente más altos y por gravar más a las empresas. En relación a esto último, habría sido mejor reconocer una alícuota de IRAE un poco más alta que el conjunto de modificaciones implementadas, que a nuestro juicio son de muy baja calidad.

—¿El ajuste es el único riesgo a que está sujeta la previsión que ustedes hacen?

—No, hay riesgos externos y domésticos. Externos, tenemos que ver si se materializan las mejores expectativas de Argentina y Brasil. Otro riesgo es cómo se desempeña la economía mundial después de la victoria de Trump. Estos primeros días nos están mostrando una suba de las tasas de interés de mercado en Estados Unidos, las tasas de los bonos a largo plazo del gobierno se han ajustado sensiblemente al alza, el dólar se ha fortalecido en el mundo, hay algunos indicadores; hay algunos indicios de reversión de capitales que se habían ido, que volvieron en 2016 y que estarían saliendo nuevamente. Tenemos que ver cuánto se parece el Trump candidato al Trump presidente.

—¿Y los domésticos, además del ajuste?

—Estamos muy caros en dólares, acá subió mucho menos de lo que subió en el mundo, cuando uno compara el valor del dólar en términos reales en comparación con Estados Unidos, lo encuentra muy por debajo de la media histórica. Y nos hemos quedado caros frente a muchas referencias relevantes en la competitividad.

Pablo Rosselli.

Economista por la UdelaR. Realizó su Master en Economía en London School of Economics and Political Science. Desde 1988 integra Deloitte S.C., desempeñándose actualmente como Socio en el Departamento de Consultoría.

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