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Ajuste de precios relativos en marcha

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Por el momento es lento y se vedificultado por la indexación salarial;se podría apurar sise actúa sobre lacompetitividad, bajando tarifas

La inflación fue uno de los temas que acaparó la atención en el pasado año. En los primeros meses se aceleró, lo que hizo temer que se perforara la barrera sicológica del 10%. Oportunamente se adoptaron medidas correctivas, que encauzaron la variación de precios al rango de confort en el entorno del 8%.

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Este es un valor que está por fuera del rango meta oficial (entre 4% y 7%), pero que resulta consistente con la marcha de la economía y los arreglos institucionales existentes, que constituyen la principal traba que impide que se pueda alcanzar el objetivo.

De hecho, una visión más amplia de la evolución de todos los precios de la economía muestra que se están procesando una serie de cambios relativos, acompasando a la nueva coyuntura, caracterizada por un crecimiento económico más moderado y un contexto internacional menos favorable.

El resultado natural es un incremento del tipo de cambio superior al de los restantes precios domésticos. Está en marcha el abaratamiento en dólares de la economía uruguaya, proceso imprescindible para recomponer la pérdida de competitividad sufrida en los últimos años, pero al que también asisten las restantes economías del planeta

Tarifas.

El IPC es el índice más común al que se acude para medir la inflación. Al cabo del último año mostró un incremento de 8,3%. A comienzos de año, en febrero, la variación acumulada en los últimos doce meses había ascendido al 9,8%, lo que llevó a las autoridades a implementar una serie de correctivos.

El tema inflacionario es una preocupación de larga data. Las medidas más importantes para combatirla, o para ser más exactos, ubicarla dentro del verdadero rango de confort, comenzaron a aplicarse en el año 2013 con el cambio en la política monetaria, que pasó a controlar la cantidad de dinero. La respuesta de los precios ante esta política no es instantánea, lleva un tiempo, de ahí que la autoridad monetaria trabaje con un horizonte de dos años.

Debido a ello, y ante la escalada que mostró el IPC a comienzos del pasado año, se apeló a medidas de carácter heterodoxo, de impacto puntual en el corto plazo. Concretamente la política en materia de tarifas públicas jugó un rol preponderante en el abatimiento del IPC a partir del segundo trimestre de 2014.

El Gráfico N° 2 es muy ilustrativo al respecto. Se descompone allí el IPC en sus tres principales rubros, precios transables, no transables y administrados. Se ve claramente que son éstos últimos los que explican el enlentecimiento que mostró el IPC tras el pico registrado en febrero.

Los precios que más inciden dentro de los administrados son los de las tarifas de las empresas públicas (combustibles, electricidad y comunicaciones). A lo largo de 2014 las tarifas solo fueron ajustadas en el mes de enero. En algunos casos, como la electricidad, no hubo necesidad debido a las condiciones benévolas del tiempo. En otros, como los combustibles, durante varios meses Ancap operó a pérdida, no trasladando a precios el verdadero costo del petróleo. Pero también hubo controles en la cuota mutual, que cayó en promedio 11% en el año. Los ajustes tarifarios de los últimos días tienen un claro objetivo fiscal. Pero en el caso concreto de los combustibles, en la medida en que el precio del petróleo siga tan bajo, se deberán procesar rebajas en los próximos meses, por lo que a futuro no deberían existir presiones inflacionarias desde este lado.

En definitiva, las autoridades, apelando al control de estos precios y a rebajas impositivas (IVA a las cargos fijos de las tarifas, al 5 de oro y la importación de frutas y verduras) contribuyeron a que el IPC se desacelere, ya que como muestra el Gráfico N° 2, los restantes precios no sólo no cedieron, sino que por el contrario aumentaron.

Los precios transables van de la mano del tipo de cambio y los precios internacionales. De los grandes precios relativos de la economía, el tipo de cambio fue el que más aumentó en el último año, y eso se ve reflejado en el componente transable del IPC.

En cuanto a los precios internacionales, desde fines de 2013 se está procesando un ajuste a la baja en el precio de los commodities más relevantes (lácteos, granos y metales), que se hizo más patente en el último trimestre del pasado año tras el desplome del precio del petróleo. Incide en ello la menor demanda internacional y los procesos deflacionarios por los que atraviesan Europa y Japón. El efecto combinado de ahora en más, dada la magnitud de la caída de los precios internacionales, será el de una disminución de las presiones inflacionarias por este lado.

Pero donde no ceden las presiones al alza de los precios es a través de los componentes no transables, que se aceleraron en 2014 respecto al año anterior. Durante 2013 los rubros no transables del IPC aumentaron 9,6%, en el último año subieron 10,3%.

Salarios.

Las características especiales de mercado de estos bienes y servicios, que no están sujetos a competencia internacional, determina que sean las condiciones imperantes en el mercado interno las que en última instancia determinen el precio final.

En tal sentido, es clave la evolución del poder adquisitivo de la población. Salarios crecientes impulsan la demanda al alza. Por otra parte, esos salarios crecientes constituyen mayores costos para las empresas, que los trasladan a precios al estar resguardados de la competencia externa. Por consiguiente, en momentos en que crece el salario real, lo que cabe esperar es que suban los precios no transables. El Gráfico N° 3 muestra la evolución del salario real. Se ve allí que en el último año aumentó en un porcentaje mayor al registrado en 2013, lo que continuó agregando presión a la demanda interna, y ello presionó al alza a los precios no transables.

Este es el canal que más dificulta un abatimiento mayor del IPC, hasta hacerlo converger al rango meta. La evolución real de los salarios es fruto de la realidad económica, y si suben es porque la marcha de los negocios lo permite. De todas formas, que en el último año los salarios reales hayan aumentado en promedio 3,4%, porcentaje superior al incremento del PIB, y que los privados en particular lo hayan hecho en un porcentaje mayor (4,1%) no se sostiene. El sector no transable podrá durante un tiempo trasladarlo a precios, pero el transable no lo resistirá, y más temprano que tarde impactará en las cantidades (empleo).

Naturalmente la economía está procesando un cambio de precios relativos. De los tres grandes precios, el IPC (costo de vida), salarios (ingresos) y tipo de cambio (relacionamiento con el exterior), este último es el que más aumentó en el último año, lo que determinó que por primera vez en la última década, los salarios medidos en la moneda estadounidense hayan dejado de aumentar, tal cual se muestra en el Gráfico N° 4. Se ve allí que las remuneraciones en el sector privado medidas en dólares prácticamente no variaron a lo largo del pasado año al tiempo que en el sector público cayeron 2%.

La economía uruguaya necesita abaratarse en dólares para recomponer su competitividad. El problema es que todos los países del mundo están atravesando por ese proceso. Tener el menor nivel posible de inflación es clave y al respecto la evolución futura de los salarios y demás componentes que impulsen la demanda interna al alza es crucial. La evolución real futura de los salarios dependerá de las condiciones económicas imperantes, pero la nominal dependerá de los acuerdos salariales futuros.

Más del 80% de los convenios salariales vigentes están indexados por la vía de los hechos, al tener una cláusula de ajuste por desvío entre la inflación proyectada y la efectiva. Ello pone un piso al incremento futuro de los precios. Esos mismos convenios salariales están venciendo entre este y el próximo año. Pasar a ajustes en función de la inflación proyectada es uno de los grandes desafíos que se le presentan a la administración que asumirá en pocas semanas.

Para convencer a los sindicatos, que rechazan planteos de este tipo, cuenta a su favor con una coyuntura en la que la economía está recibiendo presiones deflacionarias desde el exterior y que se está enlenteciendo, por lo que no es dable esperar que la demanda interna siga tan pujante.

HORACIO BAFICO Y GUSTAVO MICHELIN

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