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Un acuerdo de libre comercio Uruguay-China (II)

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Nin Novoa explicó al Parlamento el alcance de negociaciones con China. Foto: F. Flores
Ministro de Relaciones Exteriores Rodolfo Nin Novoa en Comision de Asuntos Internacionales del Senado, para dar informe sobre la Mision Oficial realizada a la Republica Popular China en octubre de 2016 (TLC con China) y sobre la situacion politica de la Republica de Nicaragua, en el Palacio Legislativo, Montevideo, ND 20170202, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

Si se mira a Uruguay como exportador, el análisis es muy sencillo y no contradice el sentido común generalizado que entiende conveniente hacer este acuerdo. El mercado chino es mucho más grande que la oferta de Uruguay.

Nuestra producción no cubre el valor total de las importaciones de este origen, en consecuencia la liberalización preferencial no se espera que tenga influencia sobre el precio doméstico en China. Lo que va a ocurrir es que las exportaciones de Uruguay van a acceder al mercado chino con premio de precios, dado por el nivel de la protección en China.

La información de la especialización nos dice que en esos mercados (agroalimentarios y materias primas) la protección en China es típicamente alta. Los productores chinos no se verán afectados, pero habrá una pérdida de ingreso arancelario para el gobierno chino que pagarán sus consumidores.

El efecto es de puro desvío de comercio para dicho país, y simultáneamente constituye una oportunidad comercial para los exportadores en los sectores de ventajas comparativas de Uruguay. Esto es lo que la literatura especializada denomina un régimen de protección ampliada, donde el exportador es eficiente (Uruguay), la protección es alta en China y además hay complementariedad comercial (China compra lo que Uruguay vende).

Hay una oportunidad comercial para los exportadores uruguayos en la medida que un aumento de las exportaciones causa un aumento de la producción (y del empleo).

El análisis de Uruguay como importador es un tanto más complejo. Se requiere considerar que Uruguay ya tiene un acuerdo comercial preferencial relevante con los países vecinos y es necesario integrar este elemento al análisis.

Dada la especialización comercial de Uruguay, los sectores eventualmente más afectados serían los que pertenecen a la manufactura que no está basada en la transformación de una materia prima agropecuaria. En las últimas décadas, estos sectores han venido siendo afectados, tanto por las ondas de liberalización comercial como las transformaciones productivas y comerciales a nivel global.

Primero, Uruguay redujo unilateralmente sus aranceles en estos sectores de forma gradual durante un período de veinte años (mediados de los 70 a mediados de los 90). Luego, a partir de los 90 estableció un proceso de liberalización preferencial con la creación del Mercosur.

Esta apertura tuvo efectos sobre este sector de la manufactura. Uruguay ajustó su producción al sustituir la propia por producción más eficiente de sus vecinos (Argentina y Brasil). Hubo creación de comercio, que implicó un ajuste productivo en muchos de los sectores afectados (por ejemplo en el sector textil y de la vestimenta). Este proceso implicó pérdidas de puestos de trabajos (varios miles) en sectores que se fueron ajustando a lo largo de la década de los 90. El empleo se reestructuró sectorialmente de acuerdo a esta nueva realidad.

Simultáneamente, dado que ni Argentina ni Brasil son los proveedores más eficientes a escala internacional, el acuerdo del Mercosur implicó sustituir a proveedores eficientes del resto del mundo por proveedores más ineficientes de la zona integrada. Esto es desvío de comercio, y es un costo necesario de contraponer al efecto beneficioso (aunque costoso sectorialmente) de la creación de comercio antes mencionada. Este efecto desvío de comercio básicamente se observa en sectores de bienes de consumo final.

En términos productivos y comerciales, estos sectores han venido siendo afectados por cambios tecnológicos (economías de escala y relocalización de industrias a mercados grandes para abastecer mercados globales). China, en particular, aparece como unos de los proveedores más eficientes del planeta en una gama amplia de estas manufacturas.

Hechas estas consideraciones previas dado el tamaño de la oferta China en relación a las importaciones de Uruguay, es claro que nuestra demanda es menor que su oferta. En consecuencia, el acuerdo tendrá un efecto sobre los precios domésticos, los que se verán reducidos.

Asimismo, dado que el nivel de eficiencia de los productos de origen chino es tan alto, el nivel de la protección aplicada no resulta significativo. La principal sustitución que va a ocurrir es la de proveedores ineficientes de la zona (Argentina y Brasil) por proveedores eficientes de China. Es decir, que el desvío de comercio se reducirá y la contracción de la producción doméstica (ya ajustada por el proceso del Mercosur) se conjetura que será reducida, en un eventual acuerdo de libre comercio con la potencia asiática.

En términos de los tipos de regímenes de protección antes mencionados, se trata de protección reducida en donde el exportador es eficiente (China). Los efectos son análogos a una liberalización unilateral de aranceles. Dado que el mercado de Uruguay es muy pequeño, la contracción de la producción de los socios comerciales de la región, se espera que tampoco sea significativa para ellos.

Basado en este efecto es que —entiendo— se señala que se perderían 35.000 puestos de trabajo como mencionamos la semana pasada, cifra que a mi criterio no se ajusta a lo que se espera que pueda ocurrir. Además, hay que contrastarla con los indiscutibles y obvios efectos favorables que implica un acceso preferencial a un mercado grande que protege los bienes que exportamos (protección ampliada para exportar).

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Nin Novoa explicó al Parlamento el alcance de negociaciones con China. Foto: F. Flores

MARCEL VAILLANT

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