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Las acechanzas de un panorama complejo

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La Reserva Federal (Fed) continuará su anunciada suba de las tasas de interés, Europa seguirá empantanada por la cuestión migratoria, su falta de crecimiento y la reaparición de crisis de endeudamiento.

A ello se agrega el tema China, donde los riesgos provienen de la inestabilidad de su sector financiero. Y por último, la fragilidad de varias economías emergentes relevantes, donde Rusia y principalmente Brasil son los ejemplos.

Eso consolida un entorno mundial inhóspito en momentos que Uruguay transita una desaceleración económica apresurada aunada a un desequilibro fiscal aún no resuelto, inflación endémica y nuestros vecinos regionales con una situación compleja.

Es así que la postura de la Fed fortalecerá el dólar, restándole competitividad a las económicas emergentes al presionar a la baja los precios de exportaciones y encareciendo su financiamiento externo. Por otro lado, el Banco Central Europeo continua con su política monetaria laxa como forma de recuperar crecimiento. En suma, los dos bancos centrales del mundo relevantes se contraponen agregando incertidumbre a una situación muy compleja.

En Europa, la frustración se transmuta en populismo cargado de nacionalismo, y pesimismo sobre su economía y proceso de integración. Eso abre trincheras políticas que impiden corregir realidades insostenibles que alientan la reaparición de crisis de endeudamiento.

China es un caso complejo por la falta de transparencia en sus indicadores, aunque opera a su favor un sistema político autoritario que apalancado por 3,5 billones de dólares de reservas no duda en ejercer su poder para enjugar crisis.

La desaparición del súper ciclo de las materias primas hizo que Brasil, Rusia, Sudáfrica, Tailandia y Turquía muestren desequilibrios fiscales preocupantes, devaluación, aumento del endeudamiento público y privado abrochado con debilitamiento político. La mezcla letal que augura crisis latentes considerables.

Brasil agregó a esta realidad promulgada por políticas económicas populistas una crisis política derivada por casos de corrupción inéditos.

Esto impide restaurar la confianza y resolver prestamente un desequilibrio fiscal cercano al 9% del PIB, elevado endeudamiento que está convergiendo al 80% del PIB a fines de 2016. A su vez, los balances de sus bancos, particularmente los públicos, están debilitados por la expansión desmedida del crédito a empresas que sufren la reversión del ciclo de las materias primas y el achicamiento del mercado domestico. Su banco central está atrapado en la disyuntiva de aumentar las tasas para frenar la inflación, pero arriesgando aumentar la carga del servicio de la deuda y por ende mayor deterioro fiscal. Todo enmarcado en una caída del PIB inusual a la cual no se le avizora fin.

Argentina acaba de dar un primer gran paso en la dirección correcta, al sincerar su mercado cambiario, pero restan desafíos importantes como rebajar la inflación alimentada por la emisión monetaria que financia un déficit fiscal elevado que ronda en el 7% del PIB. Resolverlo insinúa un camino cargado de dificultades para un gobierno que no tiene mayorías parlamentarias consolidadas sino fruto de acuerdos interpartidarios.

Este panorama gris encuentra a nuestro país lejos de los extremos de las situaciones previas anotadas, pero también lejos de los indicadores de tiempos cercanos. Su tasa de crecimiento económico descendió notablemente proyectándose que para este año, será menor al 1%. El desempleo aumenta, acercándolo a los promedios de décadas atrás (9-9,5%). No existen fuentes de crecimiento nuevas de envergadura, con lo cual el aporte de un ciclo externo saludable, no previsto, es crucial.

La expansión del gasto como herramienta contra cíclica está vedada por el alto déficit fiscal que es necesario achicar y que el nuevo presupuesto en el mejor de los casos podrá lograr que no se expanda pues los supuestos de crecimiento no se convalidan con la realidad. Eso lleva a aceptar aunque disguste, el aumento del endeudamiento bruto del gobierno central en un momento donde se encarecerá y estará disponible en dólares.

Pero lo más impactante es que Uruguay se encuentra con una crisis impensada irresuelta que implica el rescate de Ancap, su empresa pública bandera. Por encima de la pérdida reconocida que agregará presiones fiscales y deterioro en los indicadores de endeudamiento queda patente los bolsones de impericia en el manejo del sector público. Eso se traduce en el bajo retorno de los recursos que invierte (en este caso negativos) a pesar de contar con privilegios que no detenta el sector privado.

Esto hipoteca las posibilidades de actuar eficazmente ante los desafíos que irradia un panorama mundial y regional complejo a lo cual se une una economía que se viene desacelerando a un ritmo más rápido del que autoridades y analistas habían hasta hace poco proyectado. En resumen una trenza de realidades que obligan a pilotear con destreza un panorama adverso y cargado de acechanzas.

CARLOS STENERI

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