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Vidas más allá de la guerra

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Charlotte con su familia, antes de la guerra.

Ruperto Long recoge en una novela de no ficción memorias de personas reales en tiempos de batallas y persecuciones nazis.

LUIS PRATS

Suele confundirse a la Gran Historia —por ejemplo, la de la Segunda Guerra Mundial— con la crónica de sus batallas, las acciones de los líderes, los discursos famosos, desembarcos, bombardeos y liberaciones. Sin embargo, la historia se compone también de un mosaico de millones de memorias personales anónimas, las de hombres y mujeres, incluso niños, que pelearon sus batallas o las padecieron, que murieron o vivieron para contarlo. Los sobrevivientes recompusieron su existencia y llegaron a tener nuevas memorias.

Ruperto Long tomó algunas de esas pequeñas piezas para descubrir cómo varias de ellas encajaban en una imagen mayor. Donde no quedaban registros completó el trazo con imaginación. El resultado fue una novela de no ficción, que desanda los caminos de dos personas que alcanzaron notoriedad en Uruguay para descubrir que un día sus destinos se habían cruzado durante la guerra.

La niña que miraba los trenes partir (Aguilar, 376 páginas, $ 490) es la obra más reciente de Long, ingeniero y político que desde hace tiempo desarrolla con pasión y pericia un tercer oficio, el de escritor. En su libro, 34 personajes reales del tiempo de la guerra aportan sus voces ficticias para formar ese mosaico. Los hay desde criminales nazis hasta quienes sufrieron su demencia y desde héroes a ciudadanos comunes. Los dos que tienen un lugar especial son Charlotte, la niña del título y la tapa, y Domingo López Delgado, el uruguayo que se enroló en la Legión Extranjera para pelear por Francia. También aparecen, entre otros, Alter, tío de la chica, que corrió distinta suerte. Y hay un lugar especial para Dimitri Amilakvari, héroe de guerra y figura venerada en Francia pese a que se sabe poco de él.

Una niña.

Charlotte nació en Lieja (Bélgica) y el estallido bélico y la ocupación nazi de su país la encontraron con ocho años. Se vio obligada a adoptar una identidad falsa y esconderse junto a su familia. Para sobrevivir viajaron por diversos puntos de Francia, hasta llegar a un pueblo en las montañas llamado Saint-Pierre-de-Chartreuse, aunque sufrieron las razias de la Gestapo y el padre fue apresado e internado en un campo de concentración. La liberación de Saint-Pierre fue el comienzo de una nueva vida. Después, emigró a Uruguay, donde vive actualmente, con un cargo de alta responsabilidad en la docencia.

"Nunca imaginé que terminaría siendo personaje de una novela", comenta Charlotte de Grünberg, hoy a los 82 años. "No es que tuviera reticencia a contar mi vida, pero consideraba que en el mundo, hoy, ayer, siempre, es difícil transferir los casos individuales a la historia. La historia son los grandes procesos. Pero Long me convenció de que valía la pena, porque mi vida iba a formar parte del relato de una época", agrega.

El libro abarca de 1940 a 1945, un período breve pero que marcó el resto de su existencia, admite ella. "Me robaron cuatro años de mi vida, aunque debo decir que aprendí cosas de esa experiencia", comenta. En ese sentido, considera que cuando terminó la guerra tenía 11 años, pero en muchas cosas pensaba como una persona de 40.

Recuerda que en 1939 le tocó recibir en su casa a una refugiada austríaca, rescatada por una organización judía. "Era una adolescente —cuenta— pero en muchos aspectos ya había envejecido. Por ella sabíamos lo que nos esperaba en caso de una ocupación nazi. Y lo más curioso es que llegó a nosotros con una valijita con vestidos como para ir a bailar. Imaginen la incongruencia entre el contenido de la valija y su cabeza. Pero la gente tiene la edad que tiene y ella no dejaba de ser una jovencita". Después, la muchacha volvió a ser trasladada por esa organización y Charlotte solo supo de ella que estaba en otro país.

"Duele recordar todo aquello, porque no veo muchos cambios en el mundo. Es cierto que surgieron muchos institutos de derechos humanos y organizaciones que tratan de limitar la catástrofe de la guerra, pero no soy optimista", asegura Charlotte.

Investigación.

Los diversos personajes cuentan su parte de la historia en primera persona, pero sus palabras tienen la verosimilitud surgida de una profunda investigación realizada por Long. Estudió detenidamente aquel período, sobre todo acerca del especial ambiente de la Francia ocupada. Visitó la mayor parte de los lugares de los hechos en Europa y estuvo en los museos del Holocausto de Jerusalén (Yad Vashem), de la Resistencia en Grenoble y de la Legión Extranjera en Marsella. También obtuvo raras fotografías de época, así como varias de los protagonistas del libro. La obra le llevó tres años de trabajo.

"Quise reflejar los hechos con mucha objetividad. No quería nada panfletario ni simplificador, pero sí los episodios planteados desde el punto de vista del hombre común", explica Long.

El autor conoció a Charlotte de manera fortuita, en una recepción. Allí se enteró de algunas cosas de su infancia que le sugirieron que había una historia para contar. Sin embargo, le costó meses de gestiones convencerla para que las contara. "Descubrí entonces a una persona de sensibilidad, inteligencia y valentía maravillosas", afirma.

Long ya sabía de la peripecia de López Delgado, incluso lo conoció personalmente. Cuando comprobó los vínculos entre su aventura y la de Charlotte, supo que ya tenía la historia completa.

Una foto.

"Cuando comencé a garabatear las primeras líneas del libro, algunas frases orientadoras me vinieron a la cabeza —señala Long—. Algunas incluso las incorporé como epígrafes al comienzo, de modo que me han acompañado todo este tiempo. Una de ellas, bien conocida (y que tiene muchos padres), la recogí en la versión de George Santayana: Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo".

"En aquel entonces no habían sucedido los atentados de París, ni muchos otros alrededor del mundo, incluyendo el más reciente de Bruselas. ISIS era un nombre casi desconocido y lejano para todos nosotros. Y mucho menos se nos podía ocurrir que un uruguayo sanducero podría ser asesinado por el hecho de ser de origen judío", agrega.

"No pretendo decir con esto que vamos a regresar a los tiempos del nazismo y de la Shoá", advierte. "Pero es imposible desconocer que la humanidad parece empecinada en mantener vivo su lado más siniestro: guerras, xenofobias, racismo… Quizás el libro también nos ayude a reflexionar sobre el destino hacia el cual van nuestras sociedades".

"Le costó a Ruperto convencerme para que contara todo, pero acordarme de aquella muchacha austríaca me permite conocer el espíritu de una época y cómo esa época irrumpió violentamente en la vida de todas las personas involucradas", dice en tanto Charlotte.

Hasta ahora, ella había relatado muy poco de aquellos terribles años infantiles a su familia. Y cita al novelista francés Patrick Modiano, cuando sostiene que "resulta difícil sacar a la luz lo que ha sido enterrado tanto tiempo".

Sin embargo, la foto de su tío Alter, a quien prácticamente no conoció, la acompañó siempre en su periplo para escapar a los nazis y sigue hoy en un lugar importante de su casa de Montevideo. "Alter fue mi recuerdo físico de aquellos años. Me aferraba de eso, así como del recuerdo de mis abuelos maternos, que murieron en Auschwitz. Esas tres personas, aunque no las conocí de cerca porque yo era muy chica, acompañaron mi vida adulta y mantuvieron mis vivencias personales".

De la legión a la Junta de Rocha.

El otro gran personaje del libro de Ruperto Long es Domingo López Delgado. En Rocha, donde nació, era toda una celebridad: fue cinco veces condecorado, una vez por el propio Charles de Gaulle, por su heroico comportamiento durante la Segunda Guerra Mundial. Domingo se alistó como voluntario en las fuerzas de la Francia Libre y luego de su entrenamiento fue asignado a la Legión Extranjera, el famoso y también duro destino de tantas novelas y películas. Fue enviado inicialmente a Bir Hakeim, un paraje remoto de Libia, en la inmensidad del desierto del Sahara, que se convirtió en un enclave estratégico, decisivo en la campaña del desierto y en el curso de la Segunda Guerra. Allí el soldado rochense combatió bajo el mando de su comandante, Dimitri Amilakvari, una leyenda de Francia.

Más tarde, la Legión Extranjera tuvo un papel decisivo en la liberación del sur de Francia. Fue entonces cuando su destino se cruzó con el de Charlotte.

Regresó en 1945 al Uruguay y a su departamento natal. Escribió un libro sobre su aventura, Diario de un voluntario rochense en los frentes de lucha. Luego se dedicó a la política y llegó a ser presidente de la Junta Departamental de Rocha. Falleció en 2012, a los 94 años. "Supe de su existencia durante la dictadura. Era una institución en Rocha y no le tenía miedo a nada. Tenía un periódico, El Civismo, que fue clausurado varias veces por el régimen militar. En 2011 conversé largamente con él y me contó muchas cosas sobre su vida", explica Long.

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Charlotte con su familia, antes de la guerra.

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