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Valentino, un multicampeón a las patadas

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Valentino Rossi, nueve veces campeón mundial de motociclismo.

La polémica de Rossi: un grande de las pistas de todos los tiempos criticado ahora por tirarle la moto a un rival

LUIS PRATS

De golpe, ya no se habla de sus nueve títulos mundiales ni de la posibilidad de que alcance un décimo. Ya no importan sus 85 victorias en 19 años de carrera. Ni siquiera se comentan sus lujos, sus escapadas nocturnas ni su pasión por los coches rápidos. De golpe, el italiano Valentino Rossi se convirtió en el villano del motociclismo mundial. Sí, todo cambió en menos de dos patadas: alcanzó con una sola.

El domingo 25, en plena competencia en el autódromo de Sepang (Malasia), Rossi aprovechó que su rival español Marc Márquez se le acercó en una curva y lo empujó aparentemente con un puntapié, aunque la imagen televisiva no es concluyente. Márquez rodó por la pista y, aunque ileso, debió abandonar. Claro que el incidente pudo tener un final mucho más desagradable. El origen del episodio, asegura la prensa, es que Rossi piensa que Márquez, campeón defensor sin posibilidades de revalidar su título este año, pretendía favorecer a su compatriota Jorge Lorenzo en la lucha por el campeonato.

"Una moto no se cae por una patada como la mía. Marc se cayó porque me tocó con la mano derecha. No quise hacerlo caer, pero ya estaba en el último esfuerzo, sólo quería que fuera más lento para pasarlo", se defendió el piloto italiano. Y su padre Graziano, exmotociclista, denunció que como los organizadores del mundial son españoles, "dejaron que Márquez obstaculizara a Valentino como ya había hecho en Australia".

"Vi cómo soltó la patada. Me miró dos veces, sabía perfectamente dónde estaba y soltó la patada; se ve perfecto por la tele", aseguró en tanto Márquez. "En este deporte te estás jugando la vida. Puede haber incidentes de carrera, toques; eso se puede llegar a entender, pero no me entra en la cabeza soltar una patada en mitad de una carrera", añadió.

Como era de esperar, las principales críticas llegaron desde España. El diario Marca publicó una imagen de Rossi con un juvenil Márquez dentro de un marco con el vidrio roto, bajo el título "Se cae un ídolo". "El juego sucio (de Rossi) mancha una carrera gloriosa", dijo El Mundo Deportivo, en tanto El País escribió: "Rossi le dio una patada a su propia leyenda". Pero también la prensa italiana lo fustigó: "Así no vale. Rossi pierde la cabeza y se juega el mundial", tituló en tapa La Gazzetta Dello Sport, aunque matizó al afirmar que quien empezó el problema fue Márquez. "Valentino, qué locura", dijo en tanto La Repubblica.

Y los aficionados, ¿qué piensan? La Gazzetta hizo un sondeo en su página web y más del 75% de los lectores comentó que el gesto de Valentino "fue equivocado y es injustificable". Menos del 25% opinó que todo se debía a una "provocación" de Márquez.

Dos décadas.

El mundo de las motos de alta competencia es apasionante pero peligroso. Los pilotos se juegan la vida a 300 kilómetros por hora, sin otra protección que su traje y el casco. La demostración de aquel viejo dicho de que la carrocería de la moto es el motociclista. A menudo los pilotos salen despedidos de su rodado, pero no significa lo más comprometido: mucho peor es caer en la pista cuando viene el pelotón.

Valentino Rossi lleva casi dos décadas en ese mundillo vertiginoso y no se muestra cansado ni aburrido. "Su vida son los fierros", se dice a menudo de los campeones sobre ruedas (sobre dos o cuatro), pero en el caso de Rossi no es un lugar común. Su padre llegó a ser tercero en el Mundial de 1979, justo el año en que nació Valentino (fue en la localidad de Urbino, a unos cien kilómetros de Florencia). Era natural que en su casa se hablara de cilindradas, pistas y aceleración. Y el niño aprendió pronto a manejar cualquier tipo de vehículo. A los once años compitió por primera vez con una minimoto.

Todavía adolescente participó en carreras locales. A los 15 años fue campeón italiano de 125 centímetros cúbicos y tercero en el certamen europeo de la misma categoría. A los 17 debutó en el Mundial con un sexto puesto en el Gran Premio de Malasia, al mando de una Aprilia italiana. Eso fue en marzo de 1996, porque en agosto llegó al podio en Austria y semanas después ganó la carrera de la República Checa. El muchacho alto y muy flaco ya se hacía notar además por su arrogancia y despreocupación. Era capaz de pasarse la noche de fiesta en fiesta y aparecerse al otro día por el circuito, sin dormir.

Un año más tarde se consagró campeón mundial de 125 cc con once triunfos, un segundo puesto y un tercero. Apenas 18 años y ya era un monstruo de las dos ruedas. Ya era Il Dottore o Valentinik, derivación del nombre de un famoso personaje italiano de historietas, Diabolik.

Como era inevitable, pasó entonces a la categoría superior, hasta 250 cc. Debutó en 1998, siempre con Aprilia. Al año siguiente ganó el Mundial. En sus propias palabras, "un año para conocer la categoría y al otro campeón".

Para 1999 estaba en la categoría máxima, que por entonces era la de 500 cc (luego pasó a llamarse MotoGP, admitiendo mayores cilindradas), corriendo para la casa japonesa Honda. La competencia mayor era hasta entonces coto de caza de los pilotos australianos y estadounidenses, por lo cual había dudas sobre las posibilidades del italiano. Pero se repitió la historia. La primera temporada fue de adaptación, la segunda de consagración. Lo mismo que la tercera, la cuarta, la quinta y la sexta...

Cinco títulos consecutivos, con amplias ventajas sobre sus rivales, dieron la certeza de que Valentino era un fenómeno. No tuvo problemas ni siquiera cuando se pasó a Yamaha en 2004. Su capacidad para adaptarse rápidamente a cualquier categoría o máquina estaba clara.

El accidente.

Para su alto estándar de rendimiento, los torneos de 2006 y 2007 marcaron una curva descendente, aunque casi cualquier otro se hubiera conformado con lo que logró, un subcampeonato y un tercer puesto. Y regresó a la cumbre con dos títulos más en 2008 y 2009.

En 2010 le tocó conocer la cara más dura de su profesión: casi se deshizo una pierna en un accidente en el circuito de Mugello, lo que lo alejó de las pistas por un tiempo. Un año más tarde fichó por la casa italiana Ducati (aunque las acciones pertenecen a la alemana Audi). Los resultados fueron decepcionantes, por lo cual en 2013 regresó con Yamaha.

Y si alguien pensaba que la crisis de resultados se explicaba por su veteranía, Rossi volvió a mostrar sus condiciones: fue cuarto en el Mundial 2013, segundo en 2014 y este año era puntero del campeonato y gran candidato antes del conflictivo GP de Malasia.

Todo ocurrió velozmente en su vida. Llegó a competir en rally y estuvo cerca de la Fórmula 1, pero finalmente no dio el paso y hoy admite que ya es tarde. Se divierte corriendo en lanchas o esquí y haciendo motocross en la pista que se hizo construir en su mansión de Tavullia, cerca de su pueblo natal. Pese a los años y los trofeos, Rossi no piensa abandonar las pistas. ¿Cómo no se aburre de ganar?

"El secreto —explicó él en una reciente entrevista— es entender que aún quieres ser parte del juego. Por esa razón estás obligado a olvidarte de todas las victorias y títulos que has conseguido a lo largo de tu carrera, ser humilde y saber que si quieres continuar en forma tienes que trabajar muy duro. Si uno se acomoda y piensa bien, he ganado 9 títulos mundiales y más de 100 carreras y dices seguiré pilotando como lo he hecho siempre, es mejor quedarse en casa".

Para algunos divertido; para otros, simplemente un payaso

Su estilo burlón y desenfadado le ha hecho ganar muchos seguidores, aunque también hay quienes aseguran que es "un payaso". Acostumbra cambiar seguido los diseños de su casco. Una vez pintó una tortuga para señalar irónicamente "lo lento" que andaba, aunque también se recordó que es un fan de estos animalitos y en su casa tiene varios cientos. Otro sello personal son los festejos, en los cuales suele pasar mensajes o hacer críticas. Una vez subió al podio con un pollo en la cabeza. Después explicó que pretendía hacerle publicidad a la pollería de un amigo. En otra ocasión fue a recibir su premio en traje de baño. Argumentó que "hacía mucho calor", pero se ganó una multa. Y llegó a dar la vuelta de honor a la pista llevando una muñeca inflable bajo el brazo. Le gusta disfrazarse para llegar a los circuitos: lo hizo vestido de preso o como Superman. Él mismo inventó su apodo: hojeando la guía telefónica de su pueblo, Urbino, descubrió que muchos de los Rossi (un apellido muy común en Italia) eran médicos de profesión. Y desde ese día se hace llamar Il Dottore.

Valentino sigue soltero, aunque cada tanto se le conoce una novia nueva. Y dice que a las motos hay que tratarlas como si fueran novias. "La moto tiene alma. Es como una mujer, no hay que hacerla enojar", afirma.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Valentino Rossi, nueve veces campeón mundial de motociclismo.

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