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La tendencia de ir a contracorriente

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"No hay una educación por la que debamos hacer todo de igual manera".

Quedarse en casa un fin de semana largo para evitar las carreteras llenas o ir al almacén y no al súper son iniciativas con las que desmarcarse de los tumultos.

Correr para trabajar. Correr para divertirse. Correr para descansar. Correr para comprar. Es más o menos lo que muchos hacen a diario para cumplir con todos sus compromisos vitales. Y lo que algunos quieren evitar, tomando algunas decisiones a contracorriente.

"Parece que en el mundo actual se ha promovido un estilo de vida rápido, en el que la automatización y la estandarización de procesos o experiencias es la norma. Un caso emblemático es la industria de comida rápida: podrías comer casi un 50% de tu cuota de calorías en unos 20 minutos", dice Ariel Quezada, psicólogo chileno y profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez en ese país.

Como respuesta, Quezada recuerda la aparición del slow food, un movimiento que se volcó "a la comida tradicional, casera, con ingredientes naturales, sugiriendo dar tiempo suficiente para comer pausadamente. Como derivación natural, eso llevó al slow life: vivir relativamente cerca de los lugares de trabajo, comer en casa (o comida casera), echarse a dormir una breve siesta, preferir el comercio local, comercio justo, etcétera". Como enunciado suena bien. "La opción por un estilo de vida menos masificado se erige casi inconscientemente como una especie de manifiesto y, si extremamos el argumento, como una conducta moralmente superior", agrega.

Pero según la socióloga Elvira Chadwick "nadie es tan radical. Somos las dos cosas. Un fin de semana largo puede que nos quedemos en casa para evitarnos el atasco y el otro, no. Un día puede que vayamos al supermercado y otro, a la feria".

Respirar calma.

Andrea, ingeniera de 42 años y con dos hijos pequeños, vive entre esas dos aguas. Eligió tener su casa en una zoba rural y trabaja en la ciudad, por lo que la cruza todos los días en auto. Pero el consuelo de volver a un lugar donde se respira la calma es suficiente estímulo para mantener su decisión de vivir en el campo. "Llego a un lugar donde me olvido de todo. Es un ambiente muy sano, con gente sencilla. El supermercado es chico, nadie te tira el carro encima y tienes un montón de opciones para comprar verduras y frutas. Y si te faltan cosas para el colegio, hay tiendas, bazares, es simplemente cuestión de adaptarse", cuenta.

Chadwick es socia de Lado Humano, empresa dedicada a estudiar los comportamientos de consumo de los chilenos, y dice que una característica de la vida moderna es que no hay solo un patrón a seguir. "No hay una ecuación de valor social en que todos tengamos que hacer las cosas de una sola manera. La validación de distintas formas de vivir y la democratización del acceso a las cosas materiales, aunque algunos las paguen en cuotas y otros no, permite que las diferencias se expresen de otras maneras".

En opinión de la socióloga, opciones como la de Andrea existieron siempre. Y si bien un grueso de la población puede que tenga comportamientos más homogéneos, siempre están los que se mueven en los márgenes. Los que, a su vez, podrían ser percibidos como generadores de tendencias. Pero la mayoría transita en las dos veredas. El Mercuyio/GDA

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