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"El teatro me dijo ‘entrá, hay un lugar para vos’"

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Rogelio Gracia viene de un año intenso a nivel teatral. Foto: F. Flores.

A los 24 años cambió la economía por la actuación. Ingresó a la EMAD y, lejos de arrepentirse, encontró su lugar en el escenario. Ahora reestrena Tom Pain, una obra que lo marcó.

En su casa hay libros y discos. Hay una mesa y al lado, hay un sillón viejo. Después dirá que "era de un teatro". Hay, también, una máquina de escribir y una acordeón que no funcionan pero que le gustan, y varios instrumentos musicales. "Al bongó, las congas y el jarrón los toco yo, y lo hago bastante bien. La guitarra es la de Gatomaquia, no soy bueno con ella, sé dos o tres acordes que a veces practico".

Un poco más allá, hay un sillón "más o menos digno" y otra mesa, más chica. En medio de los instrumentos, los libros y el sillón, Rogelio Gracia (44), actor, se parará y como si estuviese en el escenario, dirá: "¿Cuándo se te terminó la infancia?, ¿Cuánto te lastimaron?", como queriendo explicar cómo funciona Tom Pain, su último proyecto, que estrenó en el Teatro Solís y que este mes regresa al Teatro Circular.

Después, se parará otra vez para caminar como Clov, su personaje en la obra Fin de partida, de Samuel Beckett, que en 2016 le valió el Premio Florencio a Mejor Actor, o para imitar a Pepe Vázquez y Jorge Denevi sentados en el living de su casa durante los ensayos. Y lo mismo hará para demostrar cómo lograron ensayar allí la obra Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe, de Santiago Sanguinetti: se parará y caminará y gritará a una pared que simula una ventana.

Rogelio hablará con todo su cuerpo durante toda la entrevista y volverá a pararse y a actuar dos veces más. Y es que, aunque cree que "se la jugó" tarde por el teatro, desde que decidió dedicarse a él, es su vida.

La crisis.

A los quince años ingresó a trabajar en el estudio contable de su padre. "Empecé a laburar por voluntad propia. Además en mi casa no era un lugar en el que sobrara la plata, así que no quería pedirle a mis viejos". Después, cuando ya cerraba balances, se inscribió en la Facultad de Ciencias Económicas.

Allí, Rogelio atravesó una gran crisis, que terminó solamente cuando, a los 24 años, se animó a inscribirse en la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático). "Yo no sabía qué hacer con mi vida y eso me generaba una angustia tan grande que me dolía el pecho".

Hasta que un día, mientras cursaba una materia de segundo de Economía, miró el pizarrón y se dio cuenta de que no entendía nada de lo que allí estaba escrito. Ese momento, recuerda, fue un punto de inflexión en su vida. "Yo estaba en la facultad con la cabeza pensando en que tenía que ir a grabar una voz para una obra de teatro. Ahí dije hay algo que está mal. Me paré en el medio de la clase y me fui". Antes, miró al pizarrón una vez más. En ese momento supo que no regresaría a la facultad. "Le dije a mi viejo: Yo no voy a ser contador, no quiero seguir con esta carrera, viejo, yo quiero ser actor. Él me dio para adelante, lo único que me dijo fue que si iba a ser esto, me rompiera el alma en esto y dejara todo por el teatro".

A pesar de tener clara su vocación, Rogelio sabía que tenía que "estudiar algo un poco más convencional". Así que, después de probar con la economía, se inscribió en la Tecnicatura en Comunicación en la UTU y después en la Facultad de Comunicación. "Lo que la gente te decía en esa época era hacé teatro pero hacé tu carrera, así tenés un trabajo".

Fue en ese momento en el que trabajó en radio Carve cubriendo el Parlamento y después haciendo informes especiales. "Mientras era una pasantía lo de la radio no pasaba nada, pero yo ahí ya me había empezado a tomar más en serio lo del teatro y cuando me ofrecieron para quedar fijo y formar parte del equipo periodístico, tomé la otra decisión que para mí fue un punto de quiebre". De esta forma dejó la Facultad de Comunicación.

¿Por qué decidiste dejar dos facultades y dedicarte al teatro?

Porque a mí ya me gustaba hace años el teatro. Yo ya venía haciéndolo en grupos de estudiantes, en grupos amateur. De chico tocaba música y me encantaba, había estudiado cine y fotografía en Cinemateca, donde escribíamos nuestras películas y yo actuaba, porque era lo que más me gustaba, entonces ya tenía un caminito en lo artístico que me llamaba. No fue de un día para el otro. Eso ya venía de antes y yo lo tomé como un camino paralelo, como quien va a jugar al fútbol 5.

Haber abandonado la segunda facultad lo hizo darse cuenta de que definitivamente quería pasar su vida actuando. "En ese momento supe que yo me quería dedicar al teatro, no quería ser actor en la hora que me sobrara. Yo no quería que el teatro fuera para mí como el fútbol 5, yo quería ser futbolista profesional. Sabía que no quería que el teatro fuese un rato, yo quería que fuese mi vida, deseaba poder despertarme y pensar en él".

Objetivo cumplido.

Cuando Rogelio decidió inscribirse en la EMAD, sintió que ya era "viejo" para dedicarse al teatro, pero recién en ese momento se le fue toda la angustia. "Mis compañeros tenían 17 o 18, yo era un muchacho que ya trabajaba en otra cosa, pero fui feliz, ahí sí que fui muy feliz", recuerda ahora. "Yo tenía cinco horas por día de clase en la EMAD y eso me hacía bien, me hacía feliz, además me di cuenta de que eso era lo correcto".

Un año después, casi como si algo quisiera demostrarle que haberse jugado por el teatro había sido lo correcto, empezó a trabajar en una obra para niños, en otra para adultos, en cine, en televisión y en publicidad. "Todo al mismo tiempo", dice.

¿Eso lo buscaste o te llegó?

Lo busqué y me llegó. Siempre participé en castings, puse mis datos en la sociedad de actores y la careteé mucho. Es decir, yo entre primero y segundo de la EMAD me fui de viaje a Europa y a Estados Unidos. Ahí tomé algunas clases en el Actors Studio de Nueva York, por ejemplo, y me enteré que iban a hacer una tira de ficción acá en Uruguay. Cuando llegué me averigüé quién seleccionaba a los actores, le toqué timbre y le dejé mi currículum y el de un amigo que no se animaba. Ahí me llamaron para hacer unos capítulos y al año siguiente ya participé en todo.

De esta forma, Rogelio tiene una trayectoria que abarca, además del teatro, varias ficciones y películas nacionales. Entre ellas, Cara o Cruz, Mañana será otro día y Constructores. En la pantalla grande participó en Francia, de Adrián Caetano, Mal día para pescar, de Álvaro Brechner, El esclavo de Dios, de Joel Novoa y La culpa del cordero, de Gabriel Drak.

Al egreso de la EMAD lo recuerda como un premio: "Salí habiendo trabajado en cine, en teatro, en publicidad, y especialmente siendo muy feliz. Me costó tomar la decisión, me la jugué y fue como si el escenario me hubiera dicho: entrá que hay lugar para vos, porque uno elige pero después hay que ver si la profesión te elige a vos también".

¿Nunca te cuestionaste la parte económica?

Siempre me la cuestioné. Fue de las primeras cosas que me cuestioné pero yo al principio era mucho más kamikaze. En un momento, en esa cosa de veinteañero dije: no me importa de qué voy a vivir, yo voy a hacer teatro. Más adelante sí empecé a pensar en cómo hacer y empecé a trabajar en cosas que yo supiera que dentro de lo que hago pudieran tener un retorno económico un poco más constante y firme que el teatro. Ahí empecé a trabajar mucho con mi voz, grabando para todo tipo de materiales que necesitaran una voz. Y así encontré una cosa que es lo que me permite recibirte hoy en un sofá más o menos digno, sino sería muy complicado. Dos por tres tengo mis nervios, pero la verdad no me ha ido mal.

Actualmente a Rogelio le gustaría volver a encarar un proyecto en la televisión. Viene de un año muy intenso a nivel teatral, especialmente porque Tom Pain fue un proyecto de investigación en el participó en todos los niveles. Además, tuvo en cartel la obra Clase, de Guillermo Calderón y reestrenó la de Sanguinetti.

"Mi vida es la actuación, en el cine, en el teatro en la televisión, donde sea", dice, esta vez, sentado en el sofá "más o menos digno".

El primer monólogo.

Era 2006 o 2007, no lo recuerda con exactitud, cuando un amigo que veía mucho teatro en Nueva York le dijo: "Roge, vi esta obra, es increíble y es para vos". La obra era Tom Pain, del dramaturgo norteamericano Will Eno. "La leí en inglés y me partió la cabeza, pero en ese momento yo estaba acostumbrado a trabajar en los proyectos en los que me llamaban y nada más". Recién en 2013, cuando el actor tuvo que hacer un parate en su vida laboral a causa de un tratamiento por un linfoma, volvió a leer el texto y decidió que tenía que hacerlo. "El Negro Lucio (Hernández, director) la leyó y también le partió la cabeza. Le dije: Negro, si te movió tanto, vamos para adelante". Y de esa forma empezaron a trabajar en un proceso de investigación en lo que, Rogelio asegura, es uno de los proyectos de su vida. "Fue mi primer monólogo y me conectó con un lugar de actuación que me interesaba mucho explorar: la no actuación". El actor cree que Tom Pain es "la vida misma, porque es un tipo que se para ante la gente y le cuenta una historia". Entre el actor y el director se encargaron de la producción, de conseguir la sala y la comunicación. "El día que vimos el cartel en el Solís le dije: Negro ¿te das cuenta de que no teníamos nada?".

SUS COSAS.

Maestros.

Cuando Rogelio se inscribió en los talleres de actuación del Teatro Circular, hubo una maestra que fue clave. Gloria Demassi le dijo: "Tomate al teatro en serio, hacé la EMAD porque tenés condiciones". Además, recuerda como grandes maestros a Levón y a Berto Fontana.

Audiocuentos.

Después de que se separó de la madre de su hijo Tomás decidió grabarle cuentos para que, cuando no estuvieran juntos, él se pudiera dormir escuchándolo. De esa forma surgió Audiocuentos, un proyecto para grabar historias infantiles y compartirlas. Ahora, está trabajando con un equipo para desarrollar una app con los cuentos.

Entrenar.

La vida de Rogelio más allá de su trabajo es sencilla: se dedica a su familia, a sus amigos, le gusta ir al cine y, por supuesto al teatro. Además, siempre que puede busca entrenar. "El año pasado hice boxeo. Me gusta ir al club, voy a nadar, salgo a caminar. Intento mantenerme en movimiento".

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Rogelio Gracia viene de un año intenso a nivel teatral. Foto: F. Flores.

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