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Yo sí te bailo un pericón

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En Tierra Adentro preparan una gira por Europa por julio y agosto (Foto: Fernando Ponzetto)

Luchando contra los prejuicios, fusionandose con otros lenguajes pero sin renegar de la tradición, las danzas folklóricas viven y luchan.

LEONEL GARCÍA

Redonda, zapateo y zarandeo. Ximena, descalza y de pollera larga, Egle, jean y championes e Ignacio, jogging y tatuaje en los brazos, se inician en los vericuetos de la chacarera y el escondido. Carlos Borthagaray, fundador, director y docente del Ballet Tierra Adentro, les pide una "redonda acompañada" y una "salida grande" a los varones para ir a buscar a su compañera. Dice que todo aquel interesado en dos meses ya sabe lo básico como para no dar lástima en alguna de las peñas que, con periodicidad irregular, los distintos grupos anuncian en Internet. Luego de la clase, los alumnos dejan el lugar a los iniciados, los de la compañía, los que preparan una gira por Europa en julio y agosto. "El folklore está vivo", reza en sus remeras, quizá más un grito de guerra que un eslogan. Antes de encarar una romántica huella ensayan una firmeza, danza picaresca donde el gaucho intenta seducir a la china que no termina de darle entrada y... caramba, ¡qué poco se parece al pericón de fin de año en las escuelas!

"Falta información y aprendizaje sobre las danzas folklóricas. No se toma como se debería tomar: algo que nos representa en el mundo. Hay muchos prejuicios", señala Borthagaray y los enumera: aburridas, solemnes, grises, tristonas, acartonadas. "Quién baila el pericón", canta Jaime Roos en Los Futuros Murguistas, y muchos piensan como él. María Eugenia Mello, coreógrafa y asistente de dirección de este mismo grupo, recuerda que cuando fueron a representar al país en la Expo Milano 2015, en Italia, el spot de Uruguay tenía solo al candombe y al tango. ¿El folklore? Bien, gracias. "Estas danzas aquí están desvalorizadas. Y en Europa, cuando vas a un festival con veinte delegaciones, nuestro folklore es reconocido como uno de los más lindos, más alegres", dice sin ocultar la rabia. Paradoja señalada por distintos protagonistas: el Estado es el principal "cliente" de las compañías de danza, pero no se preocupa por difundirlo (y menos por subvencionarlo).

Mantener la esencia pero aggiornarse. Por ahí pasa el desafío para mantener viva la llama y atraer más gente, coinciden varios docentes y directores de grupos y compañías de baile. Hay para festejar: la División Folklore de la Escuela Nacional de Danza (END) del Sodre, con 200 alumnos divididos en cuatro años y dos turnos de cursos, presentará el 16 de junio el Ballet Juvenil de Danza Folklórica, paso que se sueña previo a la creación de una compañía nacional al estilo de la del ballet. También en breve —aún sin fecha programada— la END prevé firmar un convenio con la Intendencia de Durazno para abrir una subsede para enseñar folklore en esa capital departamental, así como ya existe una de ballet en Canelones.

Eso responde, según Martín Inthamoussú, director general de las Escuelas de Formación Artística del Sodre, al gran interés por el folklore que sobrevive en el interior. Por caso, en el turno matutino del primer año de la carrera, de 25 alumnos solo tres son de Montevideo. El último informe Imaginarios y Consumo Cultural de 2014, del Ministerio de Educación y Cultura y la Universidad de la República, refleja que si el folklore es la música preferida por todos los uruguayos, con un 29,1%, lo es más en el interior (33,1). Eso también se percibe en la danza: si el 33,4% de todos quienes fueron a un espectáculo de baile vieron folklore, en el interior el porcentaje es de 44%. Aunque otras expresiones como el candombe o el tango tienen más visibilidad, solo el ballet (45%) tuvo más público que el folklore, según ese estudio (ver aparte).

Reconstruir.

Taco, punta, planta, planta, ¡va! La madera retumba en la Escuela Nacional de Danza por obra y gracia de botas de 3,5 centímetros de taco (y con un precio de hasta 6.000 pesos). Con el semblante serio, dieciséis chicas y tres varones —como en toda danza, la presencia femenina es abrumadoramente mayoritaria— del segundo año de la carrera siguen a pie firme el ejercicio que impone el profesor Marcos Cal. "Cuidado: un esguince de dedo gordo es lo peor para un malambista", advierte. Le siguen risas nerviosas. Con la siguiente propuesta, que incluye palmas, la sincronización pasa a ser un bello recuerdo. Más risas.

Alejandra Spinetti, coordinadora académica de Folklore de la END, recuerda épocas de pocos estudiantes. Veinticinco años atrás, dice, no había cuarenta alumnos; hoy hay 200. Recuerda cuartos años, los últimos, con uno o dos asistentes; el año pasado se recibieron veinte nuevos intérpretes y creadores de Danza Folklórica (bailarines y coreógrafos) que completaron 2.600 horas cátedra, más talleres y actividades extracurriculares.

"Los jóvenes son los más motivadas para estudiar folklore, sobre todo los del interior, que lo sienten cercano a sus raíces", dice Spinetti. Para inscribirse alcanza con tener 15 años y el ciclo básico aprobado; el tope para ingresar es de 28 (aunque hay excepciones por idoneidad). "Algunos viajan todos los días desde San José, Maldonado, Florida, Canelones. ¿Por qué? Porque lo aman. Además, a diferencia de otras, esta es una danza socializante y socializadora. ¡Hemos tenido experiencias divinas de egresados haciendo talleres en barrios carenciados! Acá necesitás del otro, precisás interrelacionarte". Mientras en ballet o danza contemporánea es posible hacer un solo, no hay cuerpo que resista un malambo de veinte minutos. "El folklore es un trabajo social de conjunto, ni siquiera para una pareja sola", agrega Jorge Caride, docente de la END y director del grupo Danzamérica.

Otro atractivo pasa por la inclusión de otras destrezas en el aprendizaje. En la END, la carrera incluye el aprendizaje de técnicas de ballet y contemporánea para incluirlas en las coreografías folklóricas. No están solos en esa lucha. Así como el tango evolucionó, lo mismo pasó con los gatos, las chimarritas, el chotis y las mazurcas. "Nosotros mantenemos los significados, la esencia del giro, la redonda, el zapateo y el zarandeo, pero lo aplicamos a un lenguaje de hoy", dice Borthagaray, de Tierra Adentro. No existe tal cosa como la pureza estilística absoluta: las coreografías actuales —unas 60 danzas— son en base a reconstrucciones como las de la bailarina e investigadora Flor de María Rodríguez, esposa del musicólogo Lauro Ayestarán y una de las fundadoras en 1975 de la END, fallecida en 2001 a los 88 años. El antropólogo Fernando Assunçao, también fallecido, es otro nombre destacado en estas recreaciones, a través de testimonios orales y manuscritos, de otros tiempos y otros lugares.

Las danzas folklóricas que se ven hoy fueron pensadas para escenario. Si un paisano del siglo XIX apareciera en medio de una firmeza, seguramente reconocería la música pero no tendría una cabal idea de qué está viendo. Difícilmente Martín Aquino haya presenciado un malambo como los de hoy, llenos de quebradas y golpes chicos, grandes y sutiles, en pisos de tierra y pasto. "La mujer y el hombre de hoy no son los de antes, ni la sociedad ni los espacios de encuentro. Todo cambió", concluye María Mello, de Tierra Adentro.

Tecnificar.

La tradición y sus cultores estarán seguros, pero Spinetti sabe que es una danza aún mirada de reojo. Varios factores le juegan en contra: por un lado, la dictadura hizo uso y abuso de ella como forma de exacerbar el nacionalismo (Assunçao, por caso, fue consejero de Estado), los medios ocupan más espacio a ritmos extranjeros o tendencias más modernas, está la vieja (pero persistente) consideración que los bailarines de folklore eran bailarines de ballet (o de lo que sea) frustrados y también "lo aburrido del pericón y el gato en la escuela". Nada menos marketinero que aflautadas e infantiles voces de "aura", con técnicas aprendidas de apuro, sin más intención que decorar el acto de fin de cursos.

"Los docentes hemos hecho un trabajo para tecnificar la danza, para demostrar que lleva esfuerzo, energía y dedicación. Que al folklore hay que estudiarlo y formar el cuerpo", sostiene Spinetto, profesora de la END desde hace casi treinta años. Eso se traduce, afirma, en un mayor interés de la gente. O, al menos, en más visibilización. Una cosa tienen bien claro sus cultores: más allá de su mayor popularidad en las calles se ven tambores y no pericones, una pareja de salsa tendrá más trabajo en eventos que una folklórica, decir que uno tiene una novia que baila tango es infinitamente más cool que un novio malambista. No sobran los lugares donde presentarse y la paga no siempre es buena, los festivales de folklore suelen estar más concentrados en la música que en el baile, no abundan en el país compositores de música gauchesca para bailar (gran reclamo de los bailarines), ataviarse de pies a cabeza puede llegar a costar 9.000 pesos... "Somos uno de los pocos países de América que no tiene un elenco nacional de danzas folklóricas", lamenta el profesor Cal. Lograr una compañía de ese tipo, con apoyo estatal y sponsors privados, es el sueño que desvela a la coordinadora académica.

"Lo tradicional puro fusionado con nuevas técnicas resultó muy llamativo para los más jóvenes. Eso ha permitido un resurgimiento", dice Sebastián Rodríguez, coordinador de Danzas para la Dirección de Cultura de la Intendencia de Canelones (donde calcula que hay unos 1.400 bailarines divididos en 70 grupos), director del Ballet Folklórico Nacional (privado, pese al nombre) e hijo de Yamandú Rodríguez, muy destacado folklorista, reconstructor coreográfico de varias de las investigaciones de Assunçao. Él, su padre y su abuelo han sido presidentes de la Criolla Artiguista de Las Piedras; más tradicionalista, solo Martín Fierro. "En mi sangre tira lo tradicional, sin dudas, pero veo muy buenas a las fusiones porque no te podés aferrar al pasado. Pero hay que hacer las cosas en serio. Si llevás dos años haciendo folklore y solo metés dos clases de contemporánea... no va a quedar bueno. Está bien que este mundo te obligue a ser ágiles y veloces. Pero hay gente que quiere volar antes que caminar".

UNO DE CADA 12 URUGUAYOS LO VIO

La danza folklórica tiene más público en el interior, entre los hombres, y en edades jóvenes y medias. Así se desprende del Imaginarios y Consumo Cultural 2014 del MEC y la Udelar. Ahí señala que el 26% de los uruguayos asistió a un espectáculo de danza en el último año; de este universo, el 33,4% fue a ver folklóricas.

En resumen, uno de cada 12 uruguayos ha visto por año un espectáculo de danzas folklóricas. Solo el ballet ha tenido mejor asistencia: uno cada nueve. Danza moderna fue apreciada por uno cada 18 y tango, por uno cada 43. En el mismo estudio anterior, de 2009, antes del arribo de Julio Bocca al Ballet Nacional del Sodre y toda su difusión, las danzas folklóricas eran primeras con holgura.

UN AMOR DIFÍCIL DE EXPRESAR

A sus 15 años, la rutina de lunes a viernes de Denisse Tiscornia incluye levantarse a las cinco de la mañana en Piriápolis, tomar el ómnibus a Montevideo a las seis, entrar en la Escuela Nacional de Danza, donde cursa segundo año, a las 8.30, salir 12.30 y emprender el regreso a su ciudad a las 13.45 y llegar a tiempo al liceo. Tres horas de ruta y 196 kilómetros diarios por amor al folklore. Un profesor fue a enseñar a Piriápolis y el flechazo por el gato y la vidalita fue inmediato. Le es difícil describir lo que siente: "Con la danza folklórica me puedo expresar como de ninguna otra forma puedo".

Germán Vila (29), de Tierra Adentro, lleva once años entre zapateos y zarandeos. Admite que para el que no está en el ambiente "el folklore es un embole". Sin embargo, destaca una creciente movida juvenil que percibe en las peñas. Mucho tienen que ver, asegura, las nuevas corrientes estilísticas del baile. "Cuando íbamos al interior, al principio, decían que éramos loquitos que saltábamos. ¡Ahora todos hacen lo mismo que nosotros!".

DURAZNO TENDRÁ OTRA SEDE DE LA ESCUELA NACIONAL DE DANZA

Toda la Escuela Nacional de Danza tiene unos 600 estudiantes. Ballet es la que tiene más alumnos: unos 300 incluyendo los que asisten a la subsede en Canelones. Es aprovechando el impulso que está teniendo el folklore más su vigencia en el interior (aunque se desconoce cuánta gente mueve el género), que este año se prevé inaugurar una Escuela Regional en Durazno.

Es en Durazno y en noviembre que se realiza el Festival Internacional de Danza El Bailarín, que ya lleva 13 ediciones. También ya van 16 ediciones del Encuentro Gaucho, con peñas en ranchos de piedra. Fue ahí donde, el pasado 29 de abril, las plazas Independencia y Sarandí de la ciudad de Durazno se llenaron de decenas de parejas bailando pericón, zamba, escondido y chacarera, festejando el Día Internacional de la Danza.

Las danzas folklóricas "son la mayor expresión de la cotidianidad y las vivencias humanas", dice Alejandro Ferreira, director del conjunto Weisman Sánchez Galarza. "Son bailes que representan quiénes somos como pueblo y como sociedad. Sin ser explícito, tiene sus tintes sensuales y pasionales. Se representan de forma muy cuidada la pasión, el drama y el amor". (Producción: Víctor Rodríguez, en Durazno)

"ME TUVE QUE DISFRAZAR"

DERRIBAR VARIAS BARRERAS

A las "chinas" les vendan los ojos. Las de pollera roja están en segundo año; las de verde, en tercero; las que no visten falda, primero. La profesora Lucía Orsino da una indicación, la guitarra arremete con un valsecito y prosigue la clase abierta. "Eso es para que las mujeres sientan el cuerpo, aprendan a dejarse llevar. Son muy machistas las danzas folklóricas", explica Alejandra Spinetti, coordinadora académica de la División Folklore de la Escuela Nacional de Danza (END). Las excepciones serían la tirana, en la que una mujer dirige a dos hombres, y la gavota, en la que atrae a su compañero primero y lo echa después. Hay pocos varones, uno por cada cinco chicas. "Eso tiene mucho que ver con la cabeza patriarcal, esa que dice que un hombre que estudia danza, sea cual sea, es homosexual", añade. "Obvio que no es así, es una barrera a derribar".

Alejandra, de 51 años, sabe de derribar barreras. Ella, destacada bailarina y docente, egresada de la END en 1986, también profesora de Literatura en liceos, es la primera mujer trans en ocupar un cargo directriz en Uruguay. Y justo asumió, el 1° de junio de 2014, en el mundo de la danza folklórica, algo no solo "machista", sino tradicionalista de más.

"En el mundo de quienes bailamos no se me hizo complicado porque durante mi carrera demostré ser buena. Siempre fui respetada", dice con naturalidad. "Y el resto de la gente... obvio que hay gente que me mira. De repente voy a una peña del interior y me miran un poco raro, sí (sonríe)... Pero nunca, jamás, me dijeron nada, ni me faltaron el respeto. Eso sí, primero me respetan por mi cargo, y después por quién soy". Docente de Literatura egresada del Instituto de Profesores Artigas (IPA), asegura que tampoco tuvo inconvenientes con sus alumnos en los liceos.

Quien hoy también es presidenta de la Unión Trans del Uruguay realizó sus estudios llamándose Alejandro. "Yo tenía dos opciones: o estudiar o la calle", dice tajante. "Y mi objetivo era estudiar, ser una profesional. Entonces, me tuve que disfrazar para estudiar. De varón. Yo siento que, como pasó con las mujeres, los trans tenemos que demostrar dos y tres veces nuestra capacidad y formación. Y yo estoy acá por capacidad".

En Tierra Adentro preparan una gira por Europa por julio y agosto (Foto: Fernando Ponzetto)
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Alejandra Spinetti, coordinadora de Folklore de la Escuela del Sodre. (Foto: Marcelo Bonjour)
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Hay 200 alumnos que aprenden danzas folklóricas en el Sodre (Foto: Marcelo Bonjour)
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En Durazno se creará una escuela regional del Sodre (Foto: Víctor Rodríguez)
En Durazno se creará una escuela regional del Sodre (Foto: Víctor Rodríguez)
En Canelones se calcula que hay 1.400 bailarines folklóricos (Foto: Archivo El País)
En Canelones se calcula que hay 1.400 bailarines folklóricos (Foto: Archivo El País)

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