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De tapas, latas y delicias

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En Lisboa hay cada vez más opciones para almorzar y cenar.

A la clásica cocina local, restaurantes, bares y mercados de Lisboa suman nuevas propuestas gastronómicas en espacios originales que vale la pena conocer.

La Nación/GDA

Desde cuándo el contenido de una lata se convirtió en plato gourmet? En Lisboa, más o menos desde que Can the Can abrió sus puertas en 2010, en la turística Plaza de Comercio. La idea de basar su menú en conservas portuguesas —de anguila, pulpo, anchoa y como no, de sardinas—, transformándolas en platos de lo más sofisticados, es tan sólo un ejemplo de la efervescencia por la que atraviesa la cocina lisboeta.

Es que en esta ciudad que aún no se ha desprendido del todo de su modorra provinciana, la creatividad de sus bares y restaurantes avant garde irrumpen a la vuelta de cada esquina, callecita empedrada o fachada de mosaicos. Para unos pocos días u horas en la ciudad, algunas sugerencias.

En el animado Barrio Alto, una zona esencialmente noctámbula y bohemia, el ritual se cumple con matemática precisión: cae el sol y por las callecitas que suben y bajan, entre tiendas de diseño y ropa tendida en sogas de lado a lado, comienzan a avanzar jóvenes (y no tan jóvenes) ávidos por tragos, música y diversión. Abundan los locales íntimos, de apenas un puñado de mesitas, por lo que la gente suele sacar sus vasos de plástico a la calle y armar la tertulia bajo la luna.

The Park (Calçada do Combro, 58) es una buena opción para aprovechar los atardeceres luminosos de la ciudad, antes de volcarse a las caldeadas noches del barrio. Sin carteles que lo anuncian, en el último piso de de un estacionamiento, podría ser uno de esos reductos ocultos o speakeasies, los bares secretos. Pero no. Basta con poner un pie en la terraza arbolada y espaciosa para sentirse como en un rooftop neoyorquino, con música chill-out, mojitos, platos de tendencia sana y un nutrido público cosmopolita. La diferencia está en las supremas vistas de 180 grados a los típicos tejados rojos de Lisboa.

Según parece, el melancólico canto del fado nació en el siglo XIX en alguna taberna del barrio de Alfama. Hoy, la expresión más conocida de la música lusa sigue ligada a este barrio de pasajes laberínticos y edificios descascarados. En Sr.Fado (Rua dos Remedios 176) propiedad de la fadista Ana Marina y el guitarrista Duarte Santos, se puede degustar comida tradicional portuguesa en un ambiente familiar, con luces tenues y al son de los acordes desgarradores y profundos del fado.

Pensao Amor (Rua do Alecrim, 19, Cais do Sodré) funciona en un antiguo prostíbulo reciclado. Entre graffittis eróticos, sofás de leopardo, una tarotista o un sex shop, el lugar más visitado de este extravagante multi-espacio es el salón decorado como un antiguo cabaret. Con cortinas pesadas de terciopelo, candelabros, estatuas y frescos en los techos, el lugar es ideal para disfrutar de un ceviche, de una caipirinha y por qué no, de algún show burlesco. A pasos de Pensao Amor, Sol e Pesca (Rua Nova do Carvalho, 44) ocupa un antiguo negocio de pesca y es el lugar perfecto para picar sardinas en lata sólo con pan, acompañadas de vinho verde. Diminuto y estrecho, la decoración del lugar consiste en anzuelos, cañas, redes, impermeables, capuchas de plástico y grabados de veleros, además de cientos de latas apiladas en las estanterías.

Otro restaurante inspirado en un rubro es Pharmacia (Rua Marechal Saldanha, 1), que emula las antiguas boticas. Desde los sillones de dentista hasta la sopa servida en un tubo de ensayo o los mozos de bata blanca, cada detalle es un homenaje a los laboratorios y la experimentación. Mención aparte merecen los tragos, todos con nombres de drogas: LSD con whisky y ginjinha, Ibuprofeno con cachaça y jugo de limón, o Paracetamol con miel, melón y cerveza de jengibre...En la zona de Cais do Sodré y frente al río Tajo, Mercado da Ribeira es uno de los mejores lugares donde comer en Lisboa. En este enorme espacio de hierro y cristal, recientemente renovado, hay propuestas de algunos de los mejores chefs de la ciudad, varios con estrellas Michelin, a precios para todos los bolsillos.

Más allá de los platos de autor, la variada oferta gastronómica que puede encontrarse en sus cerca de 30 stands, incluyen desde sushi y mariscos hasta helados artesanales, jugos nutritivos, tapas o cocina tailandesa. Y hasta los locales de comida rápida como pizza y hamburguesas son gourmet. En la zona Baixa, no es difícil pasar de largo por A Ginjinha, de tan chiquito que es este bar de toda la vida. Debe su nombre al aguardiente de cerezas. La medida cuesta sólo un euro.

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