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Las dos ruedas de la libertad

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Cada sábado unas 30 personas se acercan para arreglar o armar sus chivas.

Con sede en Parque Batlle, Liberá tu bicicleta es un proyecto que apuesta a recuperar las chivas en desuso y le enseña a los adultos a animarse a pedalear.

Carlos entra y sale de un colorido contenedor en el Velódromo Municipal. Carga cuadros de bicicletas y ruedas sueltas. Lleva y trae cajas de herramientas. Responde preguntas, charla con alguna gente y se presenta por primera vez con otra. Carlos —como lo llaman quienes cada semana se dan cita igual que él en el Parque Batlle—, es Carlos Bruno, sociólogo de profesión y bicicletero por afición. "Esto más que un hobby es un apostolado", bromea. Es que esa tarde está en un rol aun más amplio: es el referente de Liberá tu bicicleta, un proyecto que funciona desde 2013 recuperando chivas de todo tipo y color para que vuelvan a circular por la ciudad.

Es el tercer sábado de marzo, hay abundante sol y mosquitos. Pasan diez minutos de las dos de la tarde y la mesa desde donde se distribuyen los materiales de trabajo ya está lista. Una docena de personas se apresta a meter mano y llaves entre los fierros. No todos saben de mecánica, pero tienen voluntad de aprender. La jornada de trabajó empezó a las dos y se extenderá, al menos, hasta las seis.

El "germen" del proyecto —que es voluntario para quienes trabajan en él y gratuito para quienes lo usufructúan— fue cuando un grupo de amigos se topó una bici que había quedado en desuso en un garaje. Y luego con otra, y otra. "¿Qué se hace con ese tipo de bicis que hay en Montevideo?", dispara Carlos. Así, decidieron recuperar una y dársela a una persona que la necesitaba. Resultó ser "una buena experiencia"; entonces empezó a crecer.

Al principio, este "taller comunitario" funcionó en la azotea de uno de sus impulsores, pero desde hace un año y medio está sobre la entrada del Velódromo. Usa el espacio del contenedor y, a cambio, pone "a punto" las bicicletas de Pedaleá Parque Batlle, un proyecto de la comisión del Velódromo que presta bicis para uso gratuito y recreativo en el parque o la pista.

Con el cambio de locación, el proyecto tomó otro impulso y otro perfil. "Desde que trabajamos acá tenemos un tercio de gente en situación de calle y un tercio de inmigrantes venezolanos. El otro tercio es de lo más diverso, con gente de Montevideo pero también extranjeros que vienen por períodos cortos, a estudiar o trabajar", cuenta Carlos. El primer sábado de cada mes se hace un taller de autorreparación donde cada uno va con su bici, mientras que el resto se trabaja arreglando y liberando las chivas que llegan, sobre todo, a través de donaciones. Pero las reglas no siempre se cumplen.

"Lleva, llévame en tu bicicleta/ Óyeme, Carlos, llévame en tu bicicleta/ Quiero que recorramos juntos esa zona, desde Santa Marta hasta La Arenosa". A pocos días de que Carlos Vives llenara el Teatro de Verano, era difícil que en ese contexto su hit La bicicleta no sonara a viva voz. Todavía no son las tres de la tarde y alrededor del contenedor ya hay unas 25 personas. Y siguen llegando.

Las venezolanas Rosalba Bueno y Andrea Zerlín se enteraron del proyecto a través de una amiga. Llegaron sin saber nada de chivas y con las manos vacías, y se van a ir rodando. "Acá hay gente que te presta ayuda", dicen mostrando las manos con grasa después de ajustar una rueda. Ellas, aún desempleadas tras algunos meses en Uruguay, van a usar la bici para moverse en la ciudad. Amaia y Blanca, estudiantes españolas de intercambio, conocieron el proyecto por un amigo italiano, Las quieren sobre todo para "ir a la Uni" y pasear por la Rambla". Tuvieron suerte, una de las chivas que se llevan "está nuevita".

En equilibrio.

Dentro del contenedor, donde las bicis cuelgan como la carne en el frigorífico, Andrea Boragno no da abasto recibiendo cédulas y registrando usuarios. Voluntaria y fanática de la bicicleta desde hace un año —con la que se reencontró después de dos décadas de distanciamiento—, está a cargo de atender a la gente que se acerca hasta allí para aprender a andar. Es que además de recuperar fierros en desuso, Liberá... ayuda a quienes nunca pudieron pedalear a lograrlo. "En Montevideo son sobre todo mujeres de más de 50 años", asegura Carlos. En los últimos dos años, ya han pasado por allí unas 15 alumnas. "Cuando llegan dicen que en su casa no había bicis o que estaba mal visto... Y cuando ven que pueden andar y se reencuentran con ese bichito de dos ruedas, les cambia la cara", cuenta Andrea.

La clave para aprender, coinciden, es tener equilibrio. Para eso, bajan el asiento hasta que la persona puede tocar el piso con los pies y sacan los pedales. "La gente tiene en la cabeza aquella imagen de que salías corriendo agarrando el asiento de la bici de tu hijo y en un momento lo soltabas... Pero eso no existe más", sostiene Carlos. En cambio, se usa el mismo principio de la Chivita —tan popular entre los niños—, en la cual se deslizan por impulsos. "Se entrena en una superficie plana, después en una bajadita y cuando se logra el equilibro, se le ponen los pedales. ¡Y es automático!", explica Andrea. Alguna gente aprende en dos horas y otra en 30, pero el promedio es de ocho clases.

Para María (60), poder andar en bici era una cuenta pendiente. Varias veces lo había intentado —incluso de adulta y con ayuda de amigos— pero tras recorrer unos pocos metros siempre terminaba en el piso. Tuvo más de una bicicleta y siempre las terminó regalando. "Un día los vi trabajando, me acerqué y les dije: Yo me caigo de la bici". Para los procesos de enseñanza, Liberá tu bicicleta trabaja con agenda previa. A María le tomó ocho clases no caerse más. Todavía recuerda ese día y se emociona. "Fue impresionante, una sensación como de libertad. Cuando me bajé nos abrazamos con Carlos. Fue muy significativo para mí, yo lo tenía en la cabeza como un logro fallido pero a lograr. Y en esas cosas no importa la edad".

Este grupo no enseña a andar a niños, pero sí le da las herramientas a los adultos que quieran hacerlo (ver recuadro). Lejos pero cerca del Velódromo, la uruguaya Daniela Sarquiz dedica sus fines de semana a enseñar a niños a pedalear en Dallas, Estados Unidos, donde vive y trabaja como profesora de educación física. Sus clases nacieron a pedido de una madre del barrio, quien no lograba que su hijo usara la bici. "Al principio me parecía que era algo básico, solo tenía que ser un padre, un abuelo… Pero me encontré que la excusa de todos es que sus hijos se frustran cuando ellos los corrigen, se empiezan a pelear y ya no quieren andar".

Sarquiz utiliza el mismo método de Liberá tu bicicleta, pero los procesos son aún más cortos. En tres horas de clase (con un costo de 200 dólares) los niños salen pedaleando. Si bien 90% de los chicos a los que ha ayudado no tienen ninguna discapacidad física o intelectual, también ha trabajado con niños con Síndrome de Down o con Trastornos del Espectro Autista. "Les enseño paso a paso, lleva más tiempo pero se logra... y eso me hace sentir muy bien".

Igual que le sucede a los adultos, para Sarquiz la principal traba es el miedo. "A algunos les cuesta el arranque, otros piensan que se van a caer... Pero yo me enfoco en decirles que nunca vamos a abandonar, que hay que hacer sacrificios. Y mirá que lloran y se frustran, pero esta es una lección que va más allá de andar en bici, es nunca darse por vencido". Desde las veredas del Parque Batlle, donde sale los sábados a practicar, María lo confirma. "Es una de las cosas más alegres que me pasó en los últimos tiempos".

Un estudio dio a la bici como ganadora.

Uno de los objetivos de Liberá tu bici es que esta se use como medio de transporte. "A la gente le gustaría moverse en bici, pero no se anima. El miedo es la principal limitación". Por eso, ayudan a encontrar el mejor recorrido hogar-trabajo. Además, con un estudio confirmaron que la chiva es el modo más económico y rápido (pierde por un minuto con la moto) para moverse en Montevideo.

Para generar vínculos.

"Podríamos enseñarles a andar, pero no lo hacemos porque la enseñanza de los niños tiene que ser una cuestión de la familia", señala Carlos Bruno, uno de los responsables de Liberá tu bicicleta. En ese sentido, ellos comparten las pautas y el método que utilizan con los adultos, replicable con los más pequeños. "Nos parece que la enseñanza tiene que ser una cosa que genere vínculos", justifica. En su taller, los niños sí son bienvenidos junto a sus padres para arreglar o inflar sus chivas.

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Cada sábado unas 30 personas se acercan para arreglar o armar sus chivas.

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