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Rourke, el actor de mil caras

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Mickey Rourke
PELICULA LOS INFORMANTES

Drogas, alcohol, peleas y cirugías mantienen al protagonista de Nueve semanas y media siempre en el tapete. A veces, también está en el set.

Treinta años después, poco queda del sex symbol que se coronaba en la pantalla grande con el estreno de Nueve semanas y media. En el lejano 1986, bastaban apenas dos minutos y 46 segundos de escenas de sexo en una película para escandalizar, sorprender y conquistar. Y Mickey Rourke —de la mano de la sensual Kim Basinger, claro— logró hacerlo todo. Sin embargo, el de Rourke es un claro ejemplo de que llegar a la cresta de la ola es posible... lo difícil es mantenerse.

No es que no haya logrado otros protagónicos o centímetros dedicados a él en la prensa del mundo. Pero entre destello y destello, lo que se intercala son cirugías, problemas con el alcohol, arranques de violencia, detenciones policiales y un largo etcétera de situaciones que hacen caer hasta al más grande de los ídolos. La última noticia llegó hace algunos días, cuando a los 64 y pese a los muchos retoques de bisturí que ya tenía, el actor volvió a sorprender con un nuevo look en el estreno de The Infiltrator, en Nueva York. Y esta vez, su renovada apariencia incluía una peluca.

Mientras que muchos todavía recuerdan la escena en la que Basinger se desnudaba al ritmo de You Can Leave Your Hat On, de Joe Cocker, la fama de chico rebelde que Rourke forjó en los 80 y de galán en los 90 dejó de sostenerse hace tiempo. "Ha sido indomable y odioso, deseado y admirado, despreciado y ninguneado, pero todo eso no importa porque su nombre figura entre los de los actores que en algún momento de su carrera hicieron grandes películas", escribió El País de Madrid. Se refiere a El luchador, por el que fue candidato al Oscar y ganador de múltiples premios, entre ellos un Globo de Oro en 2008.

Pero su participación —y su dedicación— en esa película no es casual. Rourke ha estado vinculado al mundo del ring desde toda su vida. Empezó a entrenar a los 12 años y aunque ganó varias competencias amateur nunca tuvo mucha disciplina. Por eso, un día decidió probar suerte con la interpretación y se presentó a una audición en el Actors Studio de Nueva York que el legendario Elia Kazan describió como "la mejor en treinta años". Su primera participación fue en 1941 (1979), una película bélica dirigida por Steven Spielberg.

El tiempo y su carisma lo llevaron hacia varios proyectos de éxito — no solo de taquilla sino también de prestigio—, como Diner (1982), donde compartió cartel con otros actores prometedores de la época como Paul Reiser y Kevin Bacon; La ley de la calle (1983), de Francis Ford Coppola, en la que interpretó al enigmático hermano de Matt Dilon; Barfly: El borracho (1987), poniéndose en la piel del escritor Charles Bukowski y, más acá en el tiempo, La ciudad del pecado (2005), de Robert Rodríguez, donde se volvió a colocar en un rol de primera línea.

"Sin embargo, su carácter áspero, sus fanfarronadas —donar su sueldo al IRA, pelearse con todos sus directores—, su debilidad por las drogas y el alcohol y su falta de criterio —rechazó papeles en Pulp Fiction, Platoon, Los intocables o El silencio de los inocentes— le complicaron la vida personal y profesional", dice El País. A ese panorama desalentador, hay quienes suman el divorcio de su primera esposa, Debra Feuer, en 1989, como un punto de inflexión. A partir de allí, el actor decidió desandar sus propios pasos y cambiar los sets por el ring. Se convirtió en boxeador profesional y fue un desastre. No solo perdió casi todos las peleas, sino que le rompieron tantos huesos de la cara que terminó en manos de un cirujano evidentemente desalmado que le destrozó el rostro para siempre. La nariz se la operó cinco veces; en una de las intervenciones hubo que extraerle cartílago de una oreja para poder reconstruirla. Y todo eso sin contar los innumerables golpes en la cabeza, tantos que los médicos le recomendaron abandonar el cuadrilátero para evitar daños irreversibles.

En su propias palabras, la de los 90 fue "una década negra", donde todos le dieron la espalda. Tras su primer divorcio, Rourke se casó con su compañera de reparto en Orquídea Salvaje (1990), Carré Otis, en 1992. Pero la relación no terminó bien: el actor fue detenido por la Policía y acusado de maltrato. El matrimonio se terminó en 1998 y el actor cayó en una espiral de alcohol, juego y desbunde. Malvivió en un apartamento de Los Ángeles y para sobrevivir tuvo que vender su colección de motos, otra de sus grandes aficiones.

Sin su familia y sin sus motocicletas (en una época tuvo una tienda de réplicas que fue su sustento e incluso apareció en alguno de sus films), solo le quedaban sus chihuahuas, otra de sus pasiones y motivo de reiteradas burlas en Hollywood. "Durante 12 años estuve solo, había perdido todo. La tres personas más cercanas a mí —mi hermano, mi abuela y mi exesposa— ya no estaban ahí. No tenía amigos reales. Veía algunas chicas, strippers rusas en su mayoría, pero no estaba buscando una novia. El nombre de mi esposa (Carré Otis) estaba tatuado en mi brazo. Ella era el amor de mi vida", dijo en aquel entonces. Su hermano menor, Joey Rourke, murió de cáncer de pulmón en 2004. Varias veces Mickey contó que él había impedido que se suicidara en una de sus tantas crisis, en 1998.

Aunque no deja de ser noticia por actitudes al menos curiosas —como vestir una camiseta pro Vladimir Putin en plena guerra con Ucrania— Rourke viene demostrando —psicoanálisis mediante— que es consciente de sus puntos débiles. Más de una vez se miró al espejo preguntándose qué pasó con su vida y su carrera, ha contado. "Perdí mi credibilidad, mi matrimonio, mi dinero, mi alma. Me dije: Tenés que cambiar. Y me di cuenta que la actuación era lo que único que me quedaba". La cartelera lo respalda: en 2015 estrenó cuatro películas y este 2016 lo espera con un nuevo protagónico, Tiger, donde volverá a calzar los guantes.

Cambió el béisbol por el boxeo.

Philip Andre Michael Rourke Jr. nació en el seno de una familia católica irlandesa en Schenectady (Nueva York), pero se crió en Miami.

Antes de empezar a practicar boxeo, su deporte favorito era el béisbol. De hecho, eligió su nombre artístico en honor al jugador Mickey Mantle, ídolo de los New York Yankees. En el boxeo, durante su juventud fue competidor del club Crochet en Noreña. Una vez en la actuación, estudió con Sandra Seacat en el Actors Studio, iniciando su carrera como intérprete a finales de los años 70 con papeles en cine y televisión.

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