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"En Rio tengo chance de pelear una medalla"

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"De las malas experiencias se aprende más que de lo bueno", dice Foglia. Foto: Marcelo Bonjour

Solitario, disciplinado y deportista, encontró en el mar y con la vela su lugar. Allí se conecta con el viento, las olas y los desafíos. Su meta: subirse al podio en los Juegos Olímpicos.

DANIELA BLUTH

A falta de uno, Alejandro Foglia (31) tiene tres apodos. En su familia le dicen Jano, como a su padre, de quien heredó el gusto por el mar. Para los amigos de toda la vida, sus compañeros del colegio Alemán, es el Negro, porque aun en pleno julio aparecía en clase con un buen bronceado. Y sus colegas y amigos de la náutica lo conocen como Chino, mote que instauró un entrenador y que refiere, obviamente, a sus ojos rasgados, sobre todo cuando sonríe o navega, porfiado y contrariando las indicaciones médicas, sin usar lentes de sol. De hecho, el viento y los rayos UV le provocaron una lesión en el ojo izquierdo que tiene que cuidar. “El ojo se reseca y se va formando una membrana. Hay que usar lentes, pero a mí no me gustan para navegar. Tengo que usar más en los entrenamientos, voy a empezar este año, en el 2016”, dice el principal velerista del Uruguay sentado de espaldas al sol, en el balcón del Yacht Club, tras una tarde de entrenamiento en medio de las vacaciones.

Pero, en realidad, su gran desafío para este año es otro: los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro. La clasificación llegó en noviembre, tras competir en el Mundial de Nueva Zelanda, donde terminó en el puesto 17. Este julio será la cuarta vez que Foglia —el mejor deportista celeste de Londres 2012— diga presente en unos Juegos de manera consecutiva, logro que solo había conseguido Milton Wynants, medalla de plata en Sidney 2000.

En Londres, Foglia obtuvo el octavo lugar en láser y desde entonces su meta —y su mente— estuvo puesta en Rio. Incluso cambió de categoría pensando en su nuevo reto. Pasó a competir en finn, una disciplina que no se practica en Uruguay, pero es fuerte en Brasil. Él, un metro noventa de estatura y más de 90 kilos, era un tripulante pesado para los vientos y las corrientes cariocas. Precisaba un barco con más porte y fuerza. "Me la jugué, porque era una categoría nueva, que yo nunca antes había navegado. Este es un barco más técnico y la inversión es mayor, pero con el láser iba a ser difícil en Rio".

Pocos días antes de regresar a España, su lugar de residencia desde 2009, Foglia acaba de redondear el presupuesto que lo llevaría a Rio. "Entre regatas, entrenamiento, un barco nuevo, el sueldo del entrenador, los pasajes... todo eso suma casi cien mil dólares", comenta resignado. Hasta ahora, apenas suma unos 20 mil. Sin embargo, después de los logros de Londres y un tuit en el que el velerista reclamaba más sponsors, el apoyo —sobre todo del Estado— creció. Hoy, encara la cuenta regresiva con una beca mensual del Comité Olímpico Uruguayo y la colaboración de la Secretaría Nacional del Deporte, que financia buena parte de las regatas internacionales y la adquisición de los barcos para competir, que en breve tendrán que ser dos. Además, desde mediados de 2015 integra las Fuerzas Armadas a través del programa de desarrollo deportivo militar del Ministerio de Defensa Nacional. "Me pagan un sueldo que me ayuda a financiar el entrenamiento y los gastos, a cambio voy a dar algunas clases de vela, entre otras cosas a definir", explica. De las empresas privadas, en cambio, la respuesta fue escasa. "Saben que el retorno no va a ser mucho".

—¿Te parece que la vela se sigue viendo como un deporte de elite?

—Creo que sí, y eso también corta un poco el apoyo. Hacer vela es caro, pero en definitiva es un deporte más.

EL MAR

Foglia dice ser "un poco" solitario. Quizá por eso en el mar y con su barco encuentra la felicidad. "No me siento solo, me gusta estar tranquilo, ser yo el responsable de tomar mis decisiones".

—¿Con qué te conectás del mar?

—Me gusta mucho sentir el barco navegar por las olas, la fuerza del viento en la vela, la fuerza que te hace la escota, que es la cuerda, en los brazos, la velocidad... Aunque estés cansado o te duela el cuerpo, nunca es un sufrimiento. Lo sigo disfrutando como el primer día.

Ese primer día aparece lejos y cerca a la vez. Fue de niño, cuando su padre le contagió el gusto por salir a navegar. "Al principio a veces no quería ir, pero con la rutina le fui agarrando el gusto", recuerda. Las primeras salidas fueron en el Yacht Club de Punta del Este junto a sus hermanas, Mariana y Andrea, quienes también llegaron a competir a nivel internacional.

De todos los deportes, el que menos le gustaba era el fútbol. "Era alto, un poco descoordinado, el fútbol me gustaba para jugar entre amigos, no para dedicarme profesional". Sí jugaba al rugby, pero una lesión en la rodilla lo terminó de decidir hacia la vela. A los 16 ya estaba compitiendo a nivel regional. Por esos años ganó dos torneos sudamericanos juveniles y en otro salió tercero. "A nivel regional andaba bien, pero a nivel mundial todavía me faltaba. Acá este deporte no estaba muy desarrollado, no había apoyo económico, era todo de mis padres y del Club, que me ayudaban para los campeonatos".

En el caso de sus padres, el apoyo era por partida doble: deporte y estudio. "Siempre fueron bastante estrictos, me aconsejaban..., me decían que no dejara la carrera de lado". Después de terminar el liceo, empezó a estudiar en el Instituto Superior de Educación Física. En 2009 se mudó a España —primero Barcelona y luego Valencia— para estar "más cerca del circuito europeo". Allí revalidó las materias y, en 2013, terminó la licenciatura.

—¿Es un respaldo para cuando se termine la carrera como deportista?

—Es un plus más, porque por lo general los entrenadores no tienen una formación docente. Y tenerla ayuda el día que te quieras dedicar a trabajar como entrenador de vela. Además, aprendés mucho de planificación de entrenamiento, de los deportes, está bueno. Esta no es una carrera que termina temprano. Mientras tu cuerpo esté bien y aguante, podés hacerlo. Pero al competir a alto nivel siempre estás jugando al límite, llega un momento que el cuerpo se empieza a desgastar y tenés que saber cuándo parar para no romperte.

CUERPO Y MENTE

En el universo Foglia, entrenamiento, deporte y trabajo son sinónimos. En época de pretemporada, como la de los próximos meses, la rutina se vuelve exigente. Las mañanas las ocupan los ejercicios aeróbicos —tres veces por semana recorre 60 kilómetros en bicicleta— y de fuerza. Por las tardes, lo esperan el mar y su barco. "El entrenamiento no es solo ir al gimnasio, también es el descanso, el estiramiento, es importante tener en cuenta todos esos factores, sino llega un momento que el cuerpo te explota", dice. En su caso, también es fundamental la dieta. "No como porquerías, pero tengo que comer mucho porque si no mantengo la ingesta de calorías alta pierdo peso y eso no es bueno para el barco", explica.

El otro gran timón de la competencia es la cabeza. Y una cuota siempre necesaria de tensión. Foglia todavía tiene muy presenta la noche previa a la última regata en el Mundial de Nueva Zelanda. "Venía clasificando cuarto, y había cuatro plazas; me seguían Italia, Rusia y España, estaban un poco lejos pero me podían pasar. La noche anterior casi no pude dormir. No estaba nervioso pero mi cabeza no paraba. Eso está muy bueno también, porque tu cuerpo lo precisa. En ese sentido las regatas son muy mentales, y si tu mente no está activa, conectada, te pueden pasar por arriba fácilmente. Es importante mantener siempre un poco de tensión y manejarla".

Los premios y las medallas, dice, son importantes. Pero "lo más importante" es el proceso para llegar a la meta. "El camino que recorrés, las vivencias, la gente, todo eso...". Y allí, en la lista de imprescindibles, también se cuelan los errores. "Las veces que las cosas me salieron mal fueron muchas más que las que me salieron bien. Pero eso no es algo negativo, de las experiencias malas siempre se aprende mucho más que de lo bueno", asegura.

—¿Cómo te ves para Rio?

—Me veo bien. Si logro una buena preparación y un buen presupuesto para hacer todo lo que quiero puedo llegar bien a Rio, con chance de pelear una medalla. Este es un deporte bastante impredecible, no depende solo de vos. Aunque tengas la mejor preparación y el mejor presupuesto no es seguro que vayas a estar en el podio. Eso no te lo garantiza nadie.

SUS COSAS

EL SURF

Cuando no está entrenando vela, Alejandro Foglia está surfeando. Aprendió de niño, en las vacaciones en Cabo Polonio y Punta del Este. Primero tuvo una tabla de morey y después una de surf, comprada con sus primeros ahorros. Las últimas olas las corrió en Bali, adonde viajó después del Mundial de Nueva Zelanda con unos amigos.

EL REGGAE

Foglia se define como "muy fanático" del reggae desde chico. Empezó escuchando el clásico Bob Marley, pero con los años sumó grupos de Jamaica, Nueva Zelanda y Alemania. En 2013, al sonido le sumó una imagen: se hizo un tatuaje de un león de la cultura rastafari, que hoy se asoma debajo de la manga de la remera en la cara interna de su bíceps derecho.

LA COSTA

Como velerista profesional, Foglia ha recorrido casi el mundo entero. Sin embargo, son pocos los lugares que lo deslumbraron. Grecia y Turquía, a los que llegó para competir, están entre los destinos que más le gustaron. De Uruguay, elige la zona que va de Cabo Polonio a Valizas, con el Cerro de la Buena Vista incluido.

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"De las malas experiencias se aprende más que de lo bueno", dice Foglia. Foto: Marcelo Bonjour

EL PERSONAJE I Alejandro foglia

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