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La real "piña prohibida": una leyenda con sustento

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El entrenamiento y el filtro del tiempo canalizan los comportamientos agresivos. (Foto: Fernando Ponzetto)

El boxeador o el adepto a las artes marciales que intervenga en una pelea callejera tiene las de ganar en la riña y las de perder ante la Justicia. Los instructores afirman que saben filtrar al que llega con ganas de armar lío.

Era jueves de noche en un pub del Cordón. Mario, estudiante de Psicología, estaba con amigos. Un tipo, muy grande y muy borracho, obsequiaba su notoriedad a todo el boliche en general y a una mujer en particular. Mario, empleado administrativo, se le acercó y le pidió que la dejara tranquila. El pesado cambió el acoso hacia ella por la agresividad hacia él. Redujo a cero la distancia entre ambos. Lo insultó. Lo peseteó. Le amagó cabecear. Le dijo de ir afuera. Mario, un tipo muy pacífico, le pidió calma primero y luego, casi obligado, salió detrás suyo. En la calle, el pesado —más corpulento— tiró la primera y única piña de lo que no llegaría a ser una pelea. Mario, cinturón negro de karate, detuvo el golpe con el canto de la mano. "Shuto-uke", llamaría luego a ese movimiento. El nervioso, a quien la mamúa pareció que se le fue como por magia, entendió el metamensaje, balbuceó alguna estupidez que no hizo más digna su retirada, y se fue. "Menos mal que la dejó por esa", dijo luego Mario. "Tengo la piña prohibida y la patada también", agregó. La noche siguió en paz.

La tan mentada "piña prohibida" sobrevuela gimnasios de boxeo y academias de artes marciales. Muchos aseguran incluso que existe una norma jurídica expresa que impide a boxeadores y practicantes de artes marciales protagonizar una riña callejera, al ser más diestros —y por ende más peligrosos— en técnicas de combate. Juan "Chino" Rosales, reconocido entrenador de boxeo, formado en Cuba y la ex Unión Soviética, hoy en el Club Villa Española, asegura que antiguamente había una disposición que hablaba de 18 meses de prisión por lesiones.

La "piña prohibida", como tal, no existe, subraya Rodolfo Flores, un abogado que fuera presidente de la Federación Uruguaya de Boxeo (FUB) entre 2004 y 2006. Su explicación es clara: "Nadie tiene derecho a agredir a otra persona, y nadie lo puede tener más prohibido que el resto. La agresión siempre es ilícita, a menos que se trate de legítima defensa" (ver aparte). A su criterio, se trata de una "leyenda urbana". Pero es una leyenda urbana que tiene un sustento jurídico: el inciso 6 del artículo 47 del Código Penal, tiene al "abuso de la fuerza" como una "circunstancia agravante". Ese abuso de la fuerza, añade, incluye "una preparación especial" para agredir a otra persona.

"Esto quiere decir que el juez, si entiende que se ha cometido un delito, va a aplicar una pena más próxima al máximo que al mínimo", dice el expresidente de la FUB. La pena por lesiones personales va de tres a 12 meses de prisión; lesiones graves, de 20 meses a seis años; lesiones gravísimas, de 20 meses a ocho años.

"Sin duda que tener conocimientos de artes marciales o boxear es un agravante en una pelea callejera", dice William Boss, instructor de karate, quinto dan. "Porque también se toma en cuenta que quien conoce estas técnicas, también conoce cómo controlarse y evitar utilizarlas".

Loquitos.

Es lunes de tarde en el Palermo Boxing Club. En el sótano, el gimnasio masculino, dos jóvenes —uno de ellos, un niño de 12 años— practican movimientos frente al espejo. Otros tres descargan adrenalina sacudiendo las pesadas bolsas rellenas de retazos y cuero picado. El sector de aparatos está vacío; el ring, también. El que concurre ahí, dice el entrenador Robert Leiva, lo hace pensando en el deporte. "Los que se quieren hacer los malos en la calle no caminan acá. No nos gustan los manos larga", asegura, terminante. Mejor que así sea, agrega: un tipo entrenado sabe desde pararse a apuntar bien al mentón o al hígado. "Ya darle a una bolsa todos los días te da una ventaja. Tenés la mano acostumbrada a meter una piña, sabés cómo dirigirla...".

Leiva, que entrena a más de cien personas en el Palermo y tiene más de treinta años en el deporte, dice que más que hablar de "piña prohibida" lo que hacen es poner en vereda a quien se acerca al gimnasio con una actitud, podría decirse, "belicosa", algo que ocurre con cierta frecuencia. ¿Cómo? Dándole a probar lo que está buscando. "Acá se sabe enseguida si un tipo es ventajero, mano larga... Entonces lo paramos enseguida. ¿Querés probarte? Probá con aquel. No le pongo al más grande, le pongo a uno chiquito para que lo mida, ¡para que le de una paliza! Te puedo asegurar que el mala leche se corrige". Se corrige o se va. Robert Leiva hijo, también entrenador del Palermo, asegura que el que tiene espíritu abusivo le huye al entrenamiento, mucho más luego de haber recibido un par de buenas piñas.

"Hay varios indicadores de que un tipo es un loquito y uno se da cuenta, luego de tantos años de gimnasio", dice el Chino Rosales. En su caso son 62 los años. "Si el muchacho viene en una postura tipo che, que pasa acá, cuánto cobran, cómo es el tema, ahí conviene tener cuidado. Además, el boxeo se aprende por hábito y el hábito se aprende por repetición, luego es reflejo. Al principio la enseñanza pasa por aprender a pararse, por hacer espejo, es aburrido. En mi caso, pueden pasar meses antes de subirse a un ring y hacer guantes con otro tipo".

Tiempo.

El tiempo resulta ser un filtro para los abusadores. "Los tipos que vienen para aprender a pelear en la calle duran dos semanas y se van", asegura Flores, quien tiempo atrás fue copropietario de un gimnasio en el Cerro. Ellos buscan otra cosa que no es el bombardeo de "formalidades técnicas" de las primeras semanas o meses. No les gusta lo que encuentran. "Ellos ven que tienen que estar dos horas saltando a la cuerda o parados frente a la espejo. Y ellos no quiere esconder la mandíbula, aprender a pararse bien o a subir las manos, y que un tipo los rezongue porque no lo hacen bien. ¡Lo que quieren es pegarle a otro! Eso demora por lo menos seis meses, así que entonces se va mucho antes".

El tiempo como filtro es, si se quiere, más acentuado en las artes marciales. El instructor de karate William Boss dice que la enseñanza se hace muy paulatinamente porque "una persona puede estar dos o tres meses aprendiendo e irse, y no se sabe qué podría hacer con esa técnica". Según Conrado González, presidente de la Federación Uruguaya de Taekwondo, el que busca aprender con fines violentos nunca va a tener la paciencia para practicar algo tan técnico. "Nadie aprende en seis meses o un año una técnica peligrosa. Ahí ya hay un filtro, un autofiltro, de la gente que busca un camino fácil. Otro es que en ese período hay un profesor y un instructor que lo va marcando. En una academia, uno desarrolla el cuerpo y el autocontrol".

El mencionado autocontrol, aunque está generalmente más relacionado a las artes marciales que al boxeo, también está aquí presente. El ejercicio, aseguran, es tan intenso que termina canalizando la agresividad. "El entrenamiento deportivo en el boxeo permite que los niveles de adrenalina en el torrente sanguíneo sean los de una persona en reposo, porque se le enseña a controlar las emociones. Es básico: hay que aprender a disimular sensaciones para que el rival no se dé cuenta", afirma Rosales, extécnico de la selección nacional y uno de los grandes maestros de este deporte en Uruguay. También hay una arista "filosófica" del tema: el boxeador que se pelea en la calle pierde dos veces. "Si le pega a alguien que no boxeó nunca, además de la Justicia, la sociedad lo condena. Y si el contrincante nunca boxeó y te pega —porque el boxeo no es un pasaporte a salir inmune de una pelea callejera—, ¡quedás como la mona ante los demás!".

LEGÍTIMA DEFENSA, DIFÍCIL DEFINICIÓN

La "piña prohibida" no significa entregar la otra mejilla. William Boss, quien además de instructor de karate lleva 16 años trabajando como security en fiestas y eventos, dice que la legítima defensa a la hora de ser atacado, implica que no debe existir provocación de su parte y que la defensa tiene que ser proporcional a la agresión recibida. Concretamente, la ley habla de "necesidad racional del medio empleado para repelerla (a la agresión) o impedir el daño". Claro que la defensa de alguien entrenado es más lesiva que cualquier ataque.

"Si yo soy un boxeador corpulento, digamos de 80 kilos, y le pego una paliza a un menor de 15 años que me quiso rastrillar el celular, el juez podría decir que no se configura legitima defensa así hubiera tentativa de hurto", dice el abogado Rodolfo Flores, expresidente de la Federación Uruguaya de Boxeo (FUB). "Ahora, si me enfrento a dos adultos armados y los repelo porque sé artes marciales, seguramente sí. Habría que ver caso a caso".

El año pasado, el boxeador Caril "Ratón" Herrera fue procesado sin prisión por lesiones luego de un altercado con vecinos en el Cerro. Según un allegado a él, fue una reacción por un robo que había sufrido su esposa. Fue el caso más notorio que involucró a un boxeador en los últimos tiempos.

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El entrenamiento y el filtro del tiempo canalizan los comportamientos agresivos. (Foto: Fernando Ponzetto)

ACTUALIDADLEONEL GARCÍA

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