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"Querer saber me llevó a ser director"

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Foto: Fernando Ponzetto

El director de Wilson habla de su sueño de convertirse en un realizador de cine político, y de cómo su historia personal se entremezcla en los documentales que ha dirigido.

A Vladimir Lenin —uno de los artífices de la revolución rusa de 1917— se le atribuye la máxima que dice que si uno no se mete en la política, la política termina metiéndose en uno. Mateo Gutiérrez (48) no menciona al revolucionario bolchevique durante la charla, pero la máxima podría aplicarse a su trayecto de vida.

El director de hasta ahora dos documentales de figuras relevantes de la historia uruguaya —D.F. (2008) sobre su padre Héctor Gutiérrez Ruiz y Wilson (2017), sobre Wilson Ferreira Aldunate—, creció en medio de la política, pero apenas pasó los 20 años salió disparado hacia el mundo de la realización audiovisual. "Fue una reacción a una familia muy politizada. Mi casa era un punto de reunión de militancia. Y yo quería ir a los conciertos de rock, salir con mi novia. Estaba en otra. Además, había visto lo que le había costado la política a mi madre y a mis hermanos. No quería ese mundo para mí", cuenta.

Se formó en el rubro publicitario bajo la influencia de Cacho Bagnasco primero y Diego Arsuaga después, cuando este fundó la productora Taxi. Lo que le gustaba era la cámara, quería filmar. Subyacía en esa pasión un desarrollado gusto por el cine: "Mi madre, sin ser propiamente cinéfila, nos inculcó el amor por el cine, nos hacía ver buenas películas", dice sobre su gusto, al que se le suma una melomanía importante, en particular referida a Bruce Springsteen. Gutiérrez fue corriéndose de la política hacia un mundo con mayor sensibilidad cultural, que lo cobijó en parte gracias a la influencia de su tío, Antonio "Taco" Larreta.

Durante algo más de una década aprendió el oficio de dirigir cortos publicitarios: cómo poner la cámara, cómo encuadrar una imagen, cómo retratar a un modelo, cómo llevar adelante un rodaje. En ese ambiente se sintió bienvenido y, durante un tiempo, realizado.

Pero la política lo alcanzó cuando, luego de cumplir 30, fue padre. Un día, mirando televisión junto a su entonces pequeño hijo, apareció una noticia sobre Héctor Gutiérrez Ruiz, y vio algo que no había visto antes: fotos de su padre luego de ser asesinado. "Me afectó muchísimo y me dije: Todo lo que haya para ver, lo quiero ver ahora. No quiero tener una sorpresa más de este tipo."

Ese sacudón emocional puso la primera semilla de D.F., un documental que arrancó a hacer con el bagaje técnico adquirido como director publicitario. "Querer saber sobre mi padre me llevó a eso. En todo ese proceso descubrí la película que tenía oscura en mi cabeza, o en mi alma. Empecé a verla".

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Como en muchos comienzos, hubo titubeos. Más allá de que fue apoyado por la estructura de Taxi y su fundador, sabía que habrían dudas sobre su capacidad de no dejarse avasallar por la subjetividad al retratar en un documental un tema tan sensible para él como el asesinato de su padre.

Cuando finalmente estrenó D.F., lo hizo de una manera casi tímida, en una sola sala y sin gran despliegue mediático.

Pero salió bien, dice. Las cosas que él quería que se notaran en su primer documental, habían sido notadas por otros: "La sensibilidad, la ausencia de golpes bajos, la ausencia de la manija político-partidaria...".

Ese triunfo personal lo impulsó a seguir y empezar a encarar el documental sobre Wilson Ferreira Aldunate. Esa película nació, dice ahora, cuando estaba produciendo D.F. Ahí se dio cuenta de que tenía material para comenzar a diseñar el retrato de una de las figuras más importantes de la historia política del país, aunque era necesario dejar que todo eso madurara mientras él terminaba su debut como director.

Historias.

La relevancia del personaje no operó como obstáculo, más allá de que Gutiérrez dice ser consciente de la trascendencia de Ferreira Aldunate. "Nunca fue un freno para mí meterme con un personaje tan importante, aunque sabía de su dimensión. Y sabía todas las visiones que puede haber sobre él de diferente gente. Hay gente muy conservadora que es wilsonista, como también hay gente muy progresista que lo es".

La llegada de Ferreira Aldunate a gente de bandos políticos opuestos era una de las características más fascinantes del político, y Gutiérrez da cuenta de eso en su documental. "Es la última referencia popular del Partido Nacional. Un tipo muy particular: un estanciero que proponía reformas agrarias con limitación de terrenos (se ríe). Pero esas contradicciones no eran un peso para él. Las sabía aprovechar".

Sin embargo, también en el caso de Wilson su historia personal se entrelaza con la historia política. Como integrante de la familia Gutiérrez, tuvo mucho contacto con la familia de Wilson en su infancia. Ambas compartieron vacaciones y fiestas tradicionales como Navidad. Todo eso se cortó cuando Ferreira Aldunate decidió apoyar la Ley de Caducidad, algo que él define como un golpe muy duro para su familia, y para él. "Viví de muy cerca lo que significaba Wilson luego del asesinato del Toba: era la imagen protectora, por más que no estuviera en el país. Todos estábamos pendientes de Wilson. Mi familia y mucha gente. A falta del padre, él era un referente masculino muy importante. Y pro-tec-tor", dice separando las sílabas para enfatizar.

La distancia entre las familias Gutiérrez y Ferreira duró años. Hasta que él empezó a producir Wilson. "Fui el primero en reaparecer. 'Opa... ¿te acordás de mí?'. Empecé a coser, a tender puentes. Reconstruí algunos vínculos entre las familias. Y encantado y orgulloso de haberlo hecho".

La repercusión de Wilson, casi huelga decirlo, fue mucho mayor que la que tuvo su debut como realizador. La película, todavía en cartel, ya ha sido vista por mucha más gente, tuvo derivaciones políticas —entre otras cosas por la calificación de "nefasto" que el exministro de Economía Ignacio de Posadas le endilgó a Julio María Sanguinetti— y obtuvo comentarios elogiosos de la crítica especializada. En definitiva: un éxito.

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Él dice que le rehuye a esa palabra, que es medio uruguayo y gris en ese sentido, y que como ese éxito lo agarró a pocos años de cumplir 50, no se lo toma demasiado en serio. "No me la creo mucho, no me creo las pompas. El éxito son novias que pasan. Además, sigo teniendo problemas para pagar las cuentas, el colegio de mis dos hijos...".

Es que Gutiérrez, actualmente radicado en Rocha por motivos económicos está cambiando de rumbo, otra vez: se está desvinculando de la publicidad, su sustento de vida hasta ahora.

En parte porque siente que esa actividad ha cumplido un ciclo en su vida. En parte, además, porque para él es más difícil conseguir trabajo ahora. "Hay una generación nueva, y la gente joven quiere laburar con gente joven, ¿no? Como nos pasaba a nosotros. Quieren laburar entre pares".

Pero lo más importante es que quiere convertirse en un realizador a tiempo completo. "Me encantaría. Me encantaría ser un director de cine político", dice, y menciona al griego Costa-Gavras, referencia ineludible para cualquier aspirante a dirigir películas con contenido político.

Como documentalista, Gutiérrez sabe que entra en un área —paradójicamente para un país con tan poca gente— bastante poblada. Pero él fundamenta su fe no tanto en la repercusión de sus dos títulos hasta ahora, sino en un estilo, en una manera de filmar y contar. Se califica a sí mismo como autodidacta, y dice sentir que su criterio fluye y funciona. "Creo en él y lo defiendo".

Dejar una actividad lo mantuvo durante años para meterse en proyectos que muchas veces encierran incertidumbres y son complicados de financiar, no le ensombrece el ánimo. Al contrario. "Como diría mi padre: '¿Cómo no voy a ver con optimismo lo que se viene?'."

TRES ELECCIONES.

Un libro.

Actualmente, Mateo Gutiérrez está leyendo Born To Run, la autobiografía de Bruce Springsteen, uno de sus músicos favoritos. “Fui a verlo a Buenos Aires en el 88, luego lo vi en Estados Unidos y también lo fui a ver la última vez que fue a Buenos Aires”.

Un documental.

“Hace poco vi Roslik, que tiene un estilo muy distinto al mío. Me resultó llamativo que retrataran el secuestro de Roslik con una animación. Crecí escuchando la historia de cómo habían secuestrado a mi padre, y cuando vi esa secuencia animada fue como ver el de mi propio padre. Se me partió el corazón. Me pareció muy logrado eso”, dice.

Un director.

Clint Eastwood es uno de los directores que siempre siguió, como Coppola, Allen, Scorsese o Lynch. “Combina la rudeza masculina con la burla a eso mismo. Cuenta historias en las que a través de los personajes se burla de todo lo construido antes en su carrera. Un artista de primera línea”, sostiene.

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Foto: Fernando Ponzetto

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