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Lo que queda por saber del cáncer

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Identificar a los patógenos responsables es uno de los desafíos.

Aunque cada vez hay más conocimiento sobre el mal, aún hay demasiados puntos que no se entienden. Tratamientos más eficientes y más sobrevida son los objetivos.

Aunque el tratamiento de los neuroblastomas en niños (tumores malignos que se desarrollan a partir de tejido nervioso) tiene un éxito de entre 70 y 80%, dada la intensidad de la radiación y quimioterapia con las que son atacados los pacientes suelen tener efectos secundarios de por vida. Por otro lado, mientras que en algunos enfermos las sustancias químicas que se inyectan para atacar el cáncer funcionan a la perfección y logran la cura, en otros simplemente no hacen nada.

El porqué de estas diferencias o de las consecuencias de los tratamientos contra el cáncer es parte de las preguntas que la ciencia aún debe responder. El camino es largo —dicen los expertos—, pero de a poco se está avanzando. Por ello, este fue uno de los temas clave del 65 Lindau Nobel Laureate Meeting, que se desarrolló recientemente en Alemania.

Microambiente es clave.

Uno de los puntos más importantes para entender el cáncer —afirma Harold Varmus, premio Nobel de Fisiología o Medicina (1989)— es ir más profundo en todo el desarrollo de la enfermedad. "Desde cómo comienza, avanza y luego genera metástasis", explica, y dice que la manera de aproximarse a ese proceso tiene que cambiar. "Uno de los nuevos objetivos de estudio no solo tiene que enfocarse en la célula cancerosa, sino también en la interacción de esta con el microambiente que la rodea. Qué pasa con las otras células o las respuestas inflamatorias, por ejemplo".

El enfoque genético también sigue ganando fuerza tanto para entender mejor las mutaciones que generan los distintos tipos de cáncer, así como para establecer tratamientos más personalizados, e incluso prevenir. "Eventualmente se podrían inactivar los genes defectuosos con medicamentos", dice Varmus.

Solo las mutaciones relacionadas con fumar podrían estar entre los pocos cientos y los varios miles. "Cada tumor tiene su propia constelación de mutaciones", advierte. Y conocer su naturaleza podría no solo prevenir la enfermedad, sino adelantarse a ella al entender su evolución.

Desde hace un tiempo que se sabe que ciertos patógenos podrían ser responsables de la aparición del cáncer. "Alrededor del 21% de los cánceres a nivel mundial son producidos por infecciones de virus, parásitos o bacterias", explica Zur Hausen. Identificar estos agentes —dice— es la forma de prevenirlo, como ocurre con el virus papiloma humano, por ejemplo, el que ya cuenta con una vacuna.

Pero el problema no termina ahí. Muchas veces los pacientes quedan inmunodeprimidos, por lo que entender por qué y cómo evitar ese estado es fundamental para prevenir la posterior aparición de tumores.

Pero los patógenos directos no serían los únicos culpables. Incluso el consumo de algunos alimentos, como carnes rojas, también podrían ser detonantes de cáncer. Un estudio liderado por Zur Hausen encontró que en los países donde hay mayor consumo de carne de vacuno hay más prevalencia de cáncer al estómago. El dato interesante es que, al parecer, cuando la carne es de cebú —un pariente lejano de la vaca— esa incidencia bajaría. Todavía no se conoce la razón.

La inmunoterapia es otro campo donde se han producido grandes avances, pero aún no está muy claro el mecanismo que opera en cada caso. Entenderlo mejor podrá ampliar el tipo de cáncer que se trata con ella.

La fluorescencia también está empezando a ayudar a combatir la enfermedad. Bajo el mismo principio con la que es utilizada por varios animales en la naturaleza, si se aplica en un tumor, este queda destacado del resto de los tejidos sanos, por lo que su extracción se hace más fácil y precisa.

Aunque se utiliza más la quimioterapia que las operaciones como tratamiento, explica Roger Tsien, quien obtuvo el premio Nobel de Química (2008) por su trabajo con sustancias fluorescentes, este es un gran campo por explorar. "Si el tumor se detecta en una etapa temprana y no compromete tejido vital, se puede extraer", explica. De momento, ya se utilizó el método con éxito en un paciente, lo que la hace una técnica promisoria. "Tenemos un largo camino por delante, pero al mismo tiempo con grandes promesas de desarrollo", dice Tsien.  

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Identificar a los patógenos responsables es uno de los desafíos.

Ciencia El Mercurio/ GDA

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