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Qué mirar de nuestros lunares

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Existen tres grandes tipos de cáncer de piel: el carcinoma basocelular, el carcinoma espinocelular y melanoma.

Este último, si bien es el menos frecuente de todos, es el de mayor agresividad y capacidad de metástasis. De ahí las campañas en nuestro país, como en el resto del mundo para informar a la población acerca de la detección precoz de estas lesiones, que en las últimas décadas han aumentado dramáticamente.

Las personas que tienen más riesgo de padecerlo son aquellas de piel muy blanca, que se broncean muy poco o nunca. También deben controlarse especialmente los que han tenido exposiciones intensas al sol durante su vida, sobre todo en los años de la niñez y la adolescencia, quienes poseen múltiples lunares en su cuerpo y aquellos que tienen un familiar directo que ha desarrollado un melanoma.

Los individuos con factores de riesgo deben controlar su piel al menos dos veces al año con un médico dermatólogo, quien hará un examen clínico ayudado por la dermatoscopía, técnica que permite ver en detalle las características de las lesiones pigmentadas. Incluso en muchas ocasiones es conveniente realizar la llamada videodermatoscopía, para registrar las imágenes en una computadora mediante un software específico, que permite controlar la evolución con mayor precisión.

Pero también los pacientes tienen un rol muy importante en la detección precoz de los posibles tumores, y para ello se ha desarrollado un método sencillo que facilita la realización de un autoexamen de los lunares. Hay que tener en cuenta una serie de características que alertan sobre un posible riesgo de malignidad, lo que se identifica con las primeras letras del abecedario:

A (asimetría)— Si un lunar tiene una forma asimétrica al dividirlo por sus ejes, puede estar expresando un elemento de malignidad.

B (bordes)— Al observar con detenimiento los bordes, debe ponernos en alerta que se aprecie una franca irregularidad de los límites.

C (color)— Con respecto a los colores, no se trata tanto de si el lunar es negro, marrón o grisáceo, sino que el signo de sospecha de melanoma se relaciona más que nada con que tenga distintos colores en su interior (incluso sectores blanquecinos).

D (diámetro) —Se determina que cuando el diámetro de la lesión supera los seis milímetros, se puede estar frente a un tumor maligno. Pero, de todas formas, no hay que perder de vista que éstos también pueden comenzar siendo lesiones pequeñas.

E (evolución)— Es uno de los elementos fundamentales, ya que es característico que este tipo de lesiones tengan un rápido crecimiento o un cambio notorio en su forma, tamaño o color en relativamente poco tiempo. Si en el autoexamen se detectan algunas de estas características, tanto en una lesión nueva como en una preexistente, no debe demorarse en ir a la consulta de un dermatólogo, ya que el diagnóstico precoz es fundamental para poder tratar estos tumores en forma eficaz.

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medicinaPablo Pera Pirotto

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