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Pseudo intelectuales

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Son hermosos ejemplares humanos de ambos géneros que pueblan el ambiente y que en algún momento creyeron —alguien les comentó— que su verba resulta valiosa y desde ese pináculo oral irrumpen en escena y nos dicen lo qué ver, qué leer, lo qué creer, qué pensar, qué interpretar y lo que se les canta. Algunos lo hacen también desde el humor (no señalemos nombres, total…).

En los hechos son travestis moralistas usando un ropaje filosófico que les queda cómodo a sus mentes (también a sus bolsillos).

Nadie más jodido que el pseudo-intelectual (partidario o ideológico), ese que cree que "es" porque te recita lugares comunes, porque analiza el mundo con rostro de "reflexionemos sobre este momento trascendente" y posando con talante docto, creyendo que su mirada afín al pensamiento corporativo le habilita a darte la lección (chotos).

Recordemos al (inmoral político) de Sartre cuando sostenía que "la violencia constituye todavía la representación más adecuada de la meta perseguida y la transgresión reivindicada, mediante ella los estudiantes se ven confrontados súbitamente con la misma base del Estado burgués, obligados a volverse contra él, arrancar los adoquines y lanzarlos con el gesto de violencia pura a la cabeza de los policías rabiosos, blindados y especializados". Este fue el arquetipo del intelectual manijero, radical de la boca para afuera, servil a una idea y —en el fondo— un pusilánime innecesario. ¡Mátense muchachos que la causa lo vale! Él los mira, luego piensa y analiza. Ese era el filósofo revolucionario. Un cretino memorable.

De este perfil crápula por acá tenemos varios, muchos callados al bajo precio de la mortadela diaria, pero dando manija, conspirando y construyendo un relato "hegemónico" que sostiene los abusos que creen que su lucha amerita. Asumen que se les perdona lo que ayer censuraban. Todos los días vemos en el Estado gente infradotada que no la contrataría una cadena de hamburguesas ni para freír papas fritas. Acá en Uruguay son figuritas: ¡pase mi amigo, qué placer contar con usted! (aunque no sirva ni para traer café).

Poblado de imbéciles de este tenor está la benemérita aldea oriental. Y no va solo para la izquierda, durante años la derecha también aportó clavos, doctores y economistas que nos hacían ver el mundo ideal por detrás de "la sabiduría del mercado" ¡Juaaa! O sea, está lleno de gente que cree en "lo científico" de su pensamiento (marxista o liberal) y no termina por comprender que lo pragmático (duro y doloroso) es lo único con lo que hay que lidiar (así que los tontitos que creen que no miro todo el abanico, vayan llevando primores, a ver si ustedes tienen la cabecita abierta para ver vuestras miserias. Y los que escriben ladrando acá en la página de web, aviso, cuanto más fuerte es el ladrido, más lo gozo. ¡Cada mordidita me hace crecer capullos! Los amo).

Los demócratas en los Estados Unidos terminaron estatizando bancos, compañías de autos, aseguradoras y todo eso no fue ideología. La realidad se lo llevó puesto a Obama. Los republicanos decían que bajarían impuestos para abrir el mercado y terminan con Trump haciendo proteccionismo para enderezar un barco que no produce ni preservativos porque los chinos lo hacen todo por tres dólares. Y los intelectuales que leemos —de un lado y otro— son corifeos chichipíos que erran más de lo que embocan. Son pocos, muy pocos, los que en medio de tormentas, huracanes y remolinos sociales tienen un Norte claro y decodifican algunas verdades. Ken Robinson en educación, Anthony Giddens en sociología política, Byung Chul Han en filosofía política y unos pocos más, pero no demasiados.

Un intelectual puede estar enrolado en un gobierno pero no debería suscribirle todo su pensamiento. Los intelectuales ladran no aplauden foquerilmente. Claro, hay lacayos serviles y escribidores de discursos. Eso no son intelectuales son cretinos baratos. Y hay cínicos también. No son lo mismo. Son orugas que están pagas (por el Estado o por Magoya) al bajo precio del billete (verde). Lleno de estos renacuajos. Insoportable ver tantos por aquí. ¡Pufff!

CABEZA DE TURCO

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