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Cuando el premio es "algo rico"

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De grandes, los niños suelen repetir la conducta que tuvieron con ellos.

A veces se le dan golosinas o alimentos a niños pequeños para hacerlos sentir bien. Ellos siguen repitiendo este patrón e incluso es causal de obesidad en la adultez.

Vamos a comer un heladito para que se pase la tristeza", "con este chocolate te vas a sentir mejor", "si seguís con esa pataleta, no te doy el postre". Conductas como estas son ejemplos que psicólogas especialistas en obesidad infantil y conducta alimentaria citan para ilustrar cómo se puede ir generando desde la temprana infancia una regulación emocional a través de la comida.

"Con esto lo que transmitimos a los niños es que se puede disminuir angustia, pena, rabia, por medio de la comida", señala Claudia Cruzat, directora del Centro de Estudios de la Conducta Alimentaria, de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Un estudio publicado la semana pasada en la revista Child Development, que siguió a 801 niños noruegos desde los dos a los 10 años, mostró que aquellos cuyos padres tendían con mayor frecuencia a darles golosinas o comida para hacerlos sentir mejor cuando tenían 6 u 8 años, al cabo de dos años eran más proclives a comer cuando estaban preocupados, irritados o ansiosos.

Además, detectaron un círculo vicioso, en el cual los padres de niños que se tranquilizaban fácilmente al recibir alguno de sus alimentos favoritos —habitualmente golosinas altas en calorías— eran más proclives a seguir siendo "alimentadores emocionales" cuando sus hijos tenían 8 o 10 años.

Observaron también que los niños que solían experimentar más emociones negativas estaban en mayor riesgo, porque tendían a ser alimentados y a comer emocionalmente con mayor frecuencia.

Abrazar y empatizar.

"Es importante entender de dónde viene la alimentación emocional, porque es una conducta que aumenta el riesgo de sobrepeso y desórdenes alimentarios", señala la autora principal del estudio, Silje Steinsbekk, profesora de Psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología.

La investigadora destaca que encontrar los factores que influyen en el desarrollo de la alimentación emocional en niños pequeños "permite entregar consejos útiles a los padres para prevenirlo".

Para Valeria Francesetti, psicóloga del Centro de Tratamiento de la Obesidad de la Red de Salud UC Christus, las conclusiones del estudio corroboran algo que se ve bastante en la práctica clínica. "Papás de niños que tienen un temperamento más difícil o ansioso, o a los que les cuesta ponerles límites, describen que les ayuda darles comida". Por eso, dice, es "importante analizar sus estrategias de contención emocional y trabajar con la familia para cambiar hábitos inadecuados", como usar la comida para premiar, castigar, consolar o expresar cariño.

Esto, porque si se da a un niño un chocolate para distraerlo de emociones "negativas", como tristeza, ansiedad, rabia o frustración, no se le da espacio para aprender a reconocerlas y manejarlas. "En niños pequeños, que al no poder regular ciertas emociones las expresan a través de pataletas, la actitud adecuada es acercarse, ponerse físicamente a su altura, abrazarlos, contenerlos y hablarles con voz calmada", dice Cruzat.

Ya más grandes, es bueno validar su emoción, decirles "entiendo que estés triste, frustrado o enojado; escucharlos y entender lo que les pasa", agrega. De esa manera se les ayuda a reconocer lo que les ocurre y a que de a poco vayan aprendiendo a controlarlo, sin que haya alimentos de por medio.

Francesetti, en tanto, sugiere que "los padres pasen más tiempo de calidad con los hijos, jugando o compartiendo, para así saber qué están sintiendo".

Cuando el comer emocional está instalado, dice Cruzat, "se ha visto que en niños chicos son muy efectivos el yoga, la meditación y el mindfulness o mindful eating, que ayudan a detenerse y hacerse cargo de la emoción que se está viviendo".

Aunque el estudio en Noruega no detectó trastornos alimentarios asociados al comer emocional en niños, las psicólogas Cruzat y Francesetti señalan que esto sí se observa en adultos.

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De grandes, los niños suelen repetir la conducta que tuvieron con ellos.

COMPORTAMIENTO&El Mercurio/GDA

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