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Cómo planear vacaciones a partir de la innovación

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Cada vez más los viajeros apelan a instrumentos que brinda la tecnología.

Aplicaciones con cronogramas y tickets, recorridos que ya están previamente diseñados, tecnologías aplicadas a qué llevar en la valija o visitas virtuales son algunas claves que marcan el turismo actual.

¿Cómo planificar vacaciones ideales aprovechando instrumentos del design thinking? ¿Qué enseñan los últimos descubrimientos de la economía del comportamiento y la felicidad para disfrutar más de los días de descanso? ¿Qué aplicaciones recientes para móviles, de realidad mixta e inteligencia artificial, pueden servir para esta instancia? ¿Por qué, a pesar de la explosión tecnológica, se habla de una "vuelta al humanismo" en las tendencias de turismo?

Una de las ventajas para responder estas preguntas es que las personas que se dedican a profesiones creativas suelen tener una mayor propensión a viajar y a experimentar con destinos desconocidos. Por lo tanto, esta lente o filtro está entrenado para ser aplicado a la programación de viajes. "No hay nada que estimule más la generación de ideas que viajar, y entregarse a un destino novedoso es, desde el punto de vista del nuevo aprendizaje, más útil que el mejor posgrado de una universidad top", asegura Tomás Pierucci, emprendedor y viajero full time.

El otro fenómeno que vuelve hoy particularmente efervescente la relación entre "turismo" e "innovación" es que no debe haber un campo más cruzado por el tsunami de los cambios tecnológicos que el de la industria de los viajes. Desde las aplicaciones, el big data y los avances de inteligencia artificial que "empoderan" al viajero y promueven la economía colaborativa hasta la revolución en nuevos medios de transporte. Pasando por la revolución de la realidad virtual sobre todos los negocios de "experiencia" (el turismo, el entretenimiento, la gastronomía), entre otras tendencias.

Si fuera un país, el turismo hoy podría ser un equivalente a Estonia: esas naciones que fueron invadidas por el Norte, el Sur, el Este, el Oeste; por agua, mar y tierra: no hay tecnología exponencial que no la afecte. A ajustarse los cinturones, reclinar el respaldo, levantar la bandera y apagar los celulares, que el avión del viajero inspirado está por despegar.

Tecnología: Un mundo de apps.

Florencia Sanz ya perdió la cuenta de cuántos viajes hizo en su vida (el último fue a Croacia y Eslovenia) pero está segura de algo: la experiencia de viajar cambió con las nuevas aplicaciones móviles, que ella aprovecha a pleno. Meses antes de iniciar un nuevo periplo en grupo va cargando en Google Drive lo que va averiguando; y está suscripta a las alertas de los distintos sitios de turismo online para detectar las mejores promociones de pasajes (mínimo, aconseja tenerlos seis meses antes). Como detesta hacer las valijas, Sanz apela al Pack Point, que en base al viaje que se carga da un estimativo del equipaje a llevar. Con Split Wise divide los gastos entre todos los que viajan, llevan la cuenta de quién pagó, se hacen automáticamente las conversiones por tipo de cambio y al final del viaje da el resultado de débitos y créditos. Si tiene que mencionar una app favorita, Sanz se queda con Trip Case: "Tenés el cronograma del próximo viaje, con los tickets electrónicos, contactos, notas, te avisa cómo va a estar el tiempo y hasta te tira alertas con los cambios de horarios de vuelos".

Practicidad.

La denominada "economía de la felicidad" dio sus primeros pasos en la década del 70 pero explotó en forma reciente. Su principal conclusión calza como anillo al dedo para la industria del turismo: nos da mayor felicidad gastar dinero en experiencias que en bienes materiales. El economista Martín Tetaz lo explica en su último libro Lo que el dinero no puede pagar (Planeta): "Las vivencias pueden ser resignificadas y uno puede sintetizar felicidad (recordándolas más de color rosa de lo que lo fueron); las experiencias son menos susceptibles de comparación social que los bienes".

La economía de la felicidad recomienda programar los "hits" del viaje (nadar con delfines, tomar clases de surf, por ejemplo) en el último día, porque el cierre de la experiencia es clave en el recuerdo posterior. Y como la memoria no es acumulativa en términos de bienestar emocional (dos semanas en una playa no nos generan el doble de felicidad que una sola semana), el consejo a tomar de esta línea académica es tomar, dentro de las posibilidades, más vacaciones cortas e intensas que largas.

EmprendedUrismo.

El "pensamiento basado en el diseño" o design thinking es uno de los mantras del emprendedurismo. El año pasado, Abigail Carmio, que trabaja en el área de innovación y digital de un banco, usó conceptos de esta línea para diseñar un viaje al sudeste asiático. Así, por ejemplo, decidió dejar para el final ocho días "libres" para elegir en base a recomendaciones en el viaje o repetir una experiencia que hubiera disfrutado mucho. Para elegir los hoteles, Carmio apeló a una dinámica clásica del pensamiento creativo: una primera etapa "divergente" (de generación de ideas, sin filtro) y una segunda "convergente", previa a la nota de definiciones.

Seguridad: animarse.

Las aplicaciones para celulares, los wearables y la revolución digital en general promueven una menor aversión al riesgo por parte de viajeros que en otro momento no se hubieran entregado a opciones azarosas en un recorrido turístico. La navegación satelital, la geolocalización y los celulares inteligentes hacen que hoy por hoy sea casi imposible "perderse" (al menos involuntariamente) y aumenta la confianza del viajero para ser más espontáneo, realizar menos planes y abrirse a lo que en inglés se conoce como serendipity, un término sin traducción exacta al castellano, que aunque muchos relacionan con el azar puro, el tener suerte, posee un origen distinto. Lo introdujo en una carta en 1754 el inglés Horace Walpole, quien hizo referencia a una fábula persa en la que las tres princesas de la Isla de Serendipia contaban con poderes sobrenaturales de observación.

En su viaje al sudeste asiático, Carmio dejó muchas ventanas abiertas para interactuar con el azar, perdiéndose por las calles, probando comidas distintas sin temor a "equivocarse" o a limitarse por la mirada de los otros.

Colaboración.

De todos los cambios promovidos por tecnologías de avance exponencial sobre el turismo, el de la "economía por compartir" (o colaborativa) es sin duda uno de los de mayor impacto sobre el negocio de los viajes. Los dos emprendimientos más exitosos en este terreno, Airbnb y Uber ya vienen mostrando el potencial disruptivo de este modelo peer to peer (transacciones de persona a persona). Airbnb ya alcanzó un volumen tan grande de operaciones que generó a su alrededor todo un mercado secundario de servicios, como BeyondStays o Guestly, que proveen servicios adicionales de limpieza, reparaciones, etcétera. En el barrio Chueca de Madrid, España, el empresario y emprendedor Quique Sarasola les ofrece los servicios de sus hoteles boutique a quienes alquilan departamentos por día en los alrededores.

En decenas de países, empresas como EatWith y Bookalokal "unen" a viajeros hambrientos con personas que cocinan y abren sus casas a turistas. Y aplicaciones como Getmyboat y Onefinestay exploran las posibilidades de las economías por compartir en el segmento de viajeros y bienes y propiedades de lujo.

La experiencia es ahora más humana.

Inteligencia artificial, realidad virtual, aplicaciones, redes sociales, Internet de las cosas: cualquiera diría que el futuro del turismo incluye un devenir más frío y deshumanizado.

La paradoja es que lo que está sucediendo es exactamente lo contrario: la revolución digital que propició el desarrollo de distintas plataformas colaborativas y foros de discusión con recomendaciones entre viajeros está haciendo que la experiencia del turismo sea más "humana" que antes, coinciden varios expertos. Con relaciones directas entre demandantes y oferentes de alojamiento, comida y otros servicios. Y con un ecosistema más transparente (porque una reseña negativa posteada en una plataforma popular puede hundir un negocio cuyos dueños no les dicen la verdad a sus clientes).

"Los viajes transforman a las personas, y luego estas personas transforman al mundo", remarca Pablo Laffose, el CEO Latam de Sea Studios, una empresa que brinda experiencias de realidad virtual.

Cuando el emprendedor Tomás Pierucci llama a "entregarse" a la experiencia de viaje hace eje en el vector de humanización: "Y lo más lindo es trasladar esta actitud a todos los órdenes de la vida. Es algo que trato de hacer: vivir cada día de mi vida como si estuviera de viaje".

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Cada vez más los viajeros apelan a instrumentos que brinda la tecnología.

TENDENCIAS&La Nación/GDA

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