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La pesadilla del sueño en época de clases

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Cada aparato en el cuarto implica dormir 18 minutos menos.

El rol de los padres en la formación de los hábitos del descanso de los niños es uno de los nuevos focos de atención para los especialistas del área. Duermen poco y están desconcentrados.

"Los niños duermen dos horas menos del mínimo deseable", dice Amanda Céspedes, reconocida neuropsiquiatra infantil. La experta chilena tiene clara la magnitud del problema y cómo este impacta en el sistema escolar. En las aulas hay muchos niños y adolescentes que se quedan dormidos las dos primeras horas (en vez de poner atención). La capacidad de atender focalmente se ha ido al tacho de la basura.

En febrero comenzaron las primeras señales de alerta, pero la última semana del mes quedó claro que la preocupación por el sueño de los escolares llegaría —con la entrada a clases— pronto a su pico: "Ya en el verano algunos padres consultaban cómo hacerlo para ir generando un buen hábito de sueño en los niños a partir de marzo", dice Verónica Burón, neuróloga infantil. Pero, a la vez, también le contaban que por eventos o programas de televisión la familia hacía una excepción y se dormían cerca de las tres de la mañana. Entonces, ¿qué habito se puede formar si las clases empiezan pronto?

El rol de los padres en la formación de los hábitos de sueño de los niños es uno de los nuevos focos de atención para los especialistas del área. Hasta las consultas de neuropediatras llegan padres preocupados por supuestos trastornos como déficit atencional o hiperactividad. Lo que comienza a surgir a lo largo de las entrevistas es que detrás de esos niños hay padres que no siempre son conscientes del problema de sueño, y menos de su rol en él.

A Manuel Mesa, neurólogo pediátrico , también le han llegado padres preocupados por sus hijos, consultando si lo suyo es déficit atencional. "Y es que están durmiendo mal —sentencia—. Son sus hábitos: duermen con los celulares, mantienen diálogos a medianoche e incluso durante la madrugada".

La doctora Burón coincide: "Los padres se dan cuenta de que una cosa es cuando ellos los mandan a dormir y otra es cuándo efectivamente ellos apagan la tablet o el celular. En el caso de los escolares, hay trastornos relacionados con la falta de sueño que están subdiagnosticados. Como especialista, hay que tener la costumbre de preguntar por los hábitos de los niños: a qué hora se acuestan, cuánto duermen y a qué hora se levantan. Ahí te das cuenta de que están durmiendo poco, y ahí los papás toman conciencia del problema. Porque si un niño en vacaciones duerme diez horas, más allá de la hora en que se acueste o levante, no puede estar bien si solo duerme ocho horas en época escolar".

"Higiene del sueño familiar".

En el Instituto del Sueño de Chile, donde llevan estudiando estos trastornos 25 años, han observado un aumento de las consultas de niños. Eso se puede deber a varias causas, explica su director, el médico neurólogo y especialista en la medicina del sueño Walter Avdaloff. Una de ellas es que hoy existe mayor información. Antes, los padres veían los trastornos del sueño como una cosa transitoria, que no afectaba la vida de sus hijos. Hoy saben más. "Se han dado cuenta de que la alteración del sueño puede perjudicar gravemente la calidad de vida y de estudio de sus hijos", explica.

Los desórdenes de sueño en los escolares son una preocupación global. Una encuesta del Sistema Nacional de Salud británico (NHS) mostró que las atenciones a niños por debajo de los 14 años por esta causa se han triplicado en los últimos 10 años. Mientras que la Fundación Nacional del Sueño (NSF) de Estados Unidos ha registrado la preocupación paterna al constatar que 76% de los padres quisiera cambiar "algo" respecto del sueño de sus hijos.

Los datos de la NSF muestran que solo 45% de los niños logra nueve horas de sueño, pero, paradójicamente, 43% de los padres cree que la calidad de sueño de sus hijos es "excelente" y 48% la califica de "buena".

La disociación entre ambas valoraciones es lo que, según los especialistas, se explica por la escasa conciencia de cómo la modernidad afecta el sueño. Para el doctor Manuel Mesa, la mala higiene de sueño de un niño proviene de un mal modelo de higiene de sueño de un adulto. Pues, este "modelo" es algo que se aprende mediante la imitación.

"Si los papás decimos a los niños vayan a acostarse mientras la casa sigue funcionando como de día, porque se come tarde o porque la televisión no se apaga nunca, evidentemente los niños no se van a aislar de lo que sucede", opina.

Avdaloff habla, de hecho, de la mala "higiene del sueño familiar". "La mayoría de los padres inicia su sueño entre las 12 y la 1 de la mañana y no les llama la atención que sus niños inicien el sueño entre las 11 y las 12 de la noche", critica.

La neuróloga infantil Burón, en tanto, suele escuchar a madres quejarse de llegar tarde a casa después del trabajo, cansadas por los largos traslados, y sin ganas de llegar a ser excesivamente inflexibles cuando es poco el tiempo que tendrán para compartir. "Es importante darse al menos una hora para generar la rutina de comer en familia, ojalá estando los niños ya bañados, y entonces hacerlos dormir. Y, si es que acompañamos a los niños mientras se duermen, no se debe tener el televisor prendido o estar pendiente del celular".

Según la especialista, hay estudios que muestran que, por cada aparato electrónico con presencia en el dormitorio, el tiempo de sueño disminuye en cerca de 18 minutos. Es decir: un televisor son 18 minutos menos de sueño; una computadora, suma 36 minutos; una tablet, 54, y agregar el teléfono inteligente significará una hora y 12 minutos menos de sueño.

Para Céspedes, el desarrollo tecnológico está en la base de lo que ella llama una "severa crisis": "La falta de sueño comenzó a ser un factor preocupante con la llegada de la TV cable que estaba a libre disponibilidad toda la noche —dice, remontándose casi 30 años atrás—. Empeoró con los reality y las teleseries nocturnas y actualmente estamos viviendo una severa crisis; en los jóvenes y niños con la conectividad a través de las redes sociales y en los adultos con las series a través de Netflix y la TV abierta y por cable.

No es alejado de los datos de la Fundación Nacional del Sueño, de Estados Unidos, que muestran la presencia de televisores en los dormitorios. Esta es de 62% en el caso de los padres y de 45% en el de los niños. Asimismo, mientras 45% de esos adultos reconoce dejar el aparato encendido por las noches, 39% de los chicos también lo hace. Le siguen las tabletas y teléfonos inteligentes, con 45% y 30% de presencia en padres e hijos, respectivamente, y una proporción de actividad en horas de sueño de 28% y 35% a su vez. Para los niños resulta terrible saber que sus compañeros han seguido chateando cuando ellos no están en línea, apunta la doctora Burón. Entonces, ahí lo más simple es poner una regla: el teléfono se carga en la pieza de los papás.

Respecto de los síntomas más relacionados con la ansiedad, la pediatra y nutricionista, Ximena Raimann, opina que la disminución en el tiempo de sueño de los niños se asocia a un aumento en la obesidad: "Estos niños se quedan con la computadora o el celular en la cama y no toman desayuno, lo que hace que se lleven colaciones más calóricas y que se coman no solo las suyas, sino que además las de sus compañeros", dice. En su experiencia asegura que los niños que duermen poco tienen aproximadamente 50 por ciento más de riesgo de sobrepeso u obesidad que los niños que duermen de manera adecuada.

Hábitos que influyen aún antes de nacer.

El neuropediatra Rafael Pelayo, del Centro Clínico del Sueño de la Universidad de Stanford, recuerda que al iniciar su carrera en 1993 los médicos escasamente se preocupaban por el sueño de sus pacientes. Con los niños era más evidente aún: "Entre los médicos hablábamos de los niños basándonos en cómo habían sido los embarazos, si eran de término o no. Nadie se preguntaba demasiado por su sueño. En cambio, hoy en sus historiales nos preocupamos incluso de cómo dormían los padres antes de que los bebés llegaran a nacer". Pelayo, quien trata a niños y adultos con problemas de descanso, dice que el sueño de los niños se ha transformado en un tema que ineludiblemente afectará en el largo plazo a cada sistema familiar: "Una bebé que duerme seis a siete horas, nacida de una madre que antes de ser mamá dormía seis horas, sin duda será calificado de bebé ideal y la madre será considerada una gran mamá. Pero si ese mismo niño nace de una madre que duerme ocho horas diarias, terminará siendo objeto de quejas y angustias, más allá de lo que yo como médico les diga que es normal". Las horas de sueño de los niños son cada día más valoradas, entre otras razones, porque estadísticamente se ha probado que inciden en el desempeño académico. Si logras que tu hijo duerma 10 horas eres una buena madre. Es como una medalla de deportes", dice el experto.

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Cada aparato en el cuarto implica dormir 18 minutos menos.

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