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La periodista que sacudió a la Iglesia en Estados Unidos

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Sacha Pfeiffer fue consultada varias veces por los creadores de la película.

Sacha Pfeiffer fue la única mujer del equipo del diario The Boston Globe que denunció el encubrimiento de los abusos sexuales del clero. La historia se cuenta en el film En primera plana, que hoy compite por seis Oscar.

Tres veces por semana, Sacha Pfeiffer acompañaba a su abuela a misa. La nieta mayor de la descendiente lituana estaba recién casada y esta tradición la conectaba con su hogar de infancia, donde creció practicando los ritos católicos como la misa semanal. "Pero después de haber visto lo que vimos fue difícil para mí querer volver a la Iglesia", dice hoy Pfeiffer, al teléfono desde Estados Unidos.

Lo que Pfeiffer vio fue la serie de evidencias sobre el encubrimiento institucional que la Iglesia Católica realizó sobre casos de abuso sexual por parte de sacerdotes y que condujo a la publicación de una serie de reportajes en el diario donde ella trabaja, The Boston Globe. Eso mismo es visto por el público en el filme En primera plana. La película, que toma su nombre en inglés (Spotlight) de la sección de periodismo investigativo donde trabajó Pfeiffer, compite esta noche por seis premios Oscar.

La historia de Sacha Pfeiffer es una de las más humanas en el filme. Se la ve en su ambiente de trabajo, y también en el familiar. Se la ve recorriendo centenares de páginas de evidencia judicial, entrevistando a víctimas, compartiendo los detalles con su esposo y callando con su niñera. "Creo que Tom McCarthy, el director, y Josh Singer, el coguionista, querían mostrar algo de nuestras vidas para que la película también lograra dimensionar el impacto que esto tenía en nosotros personalmente, además de profesionalmente. Se quería mostrar el costo que tenía en un matrimonio, la tensión que se instala dentro de las familias".

Pfeiffer recuerda que durante todo el año de preproducción y filmación de la cinta ella y sus compañeros del equipo de la sección Spotlight fueron constantemente consultados por la producción y los actores que los interpretaron. La periodista, que para el año 2001, cuando transcurre la investigación de ocho meses, tenía 30 años, es encarnada por la canadiense Rachel McAdams.

"Fue un trabajo muy realista. Ellos querían saber todo, nuestra historia familiar, la de nuestros padres, de nuestros parientes, de nuestra historia con la iglesia, de nuestras relaciones. Me preguntaban si cocinaba en casa con mi marido, cómo lucía mi pelo en 2001, qué ropa usaba, de qué color era mi cartera y qué ponía en mi cartera —ríe—. Recibía e-mails y mensajes de texto de Rachel (McAdams) mientras filmaban. Me preguntaba: Cuando estás en la oficina, ¿usas zapatos planos o tacos? Y si son tacos, ¿qué tan altos son? o Cuando entrevistas a alguien, ¿tomas nota en un libreta o la tipeas directo en la computadora?. Ellos querían saber cada cosa, tanto física como psicológica y emocional. Fue realmente impresionante".

Sin embargo, lo más impresionante de En primera plana no es la reconstrucción de esa época, sino la recreación del trabajo reporteril y el debate periodístico en torno a un caso de tanto impacto social. A lo largo de dos horas, la cinta muestra cómo desde la llegada de un editor los periodistas, criados y educados en Boston, comienzan a cuestionarse lo que antes les parecía normal. Todos habían leído, escrito o investigado historias de abuso infantil a cargo de sacerdotes en su ciudad o en otras del país, pero ninguno se había cuestionado qué pasaba con ellos luego de ser denunciados: ¿Seguían trabajando? ¿Eran redestinados a otras parroquias? ¿Volvían a cometer abusos? ¿Lo sabía su máxima autoridad? Una a una, las respuestas fueron demostrando que sí.

"Aunque la sección Spotlight comenzó a funcionar en los años 70 y tradicionalmente había hecho historias sobre corrupción gubernamental, crimen organizado o negocios inmobiliarios turbios, nunca se había chequeado a una organización religiosa, y ciertamente no la Iglesia Católica", explica la reportera.

Víctimas destrozadas.

Pfeiffer recuerda que cuando comenzaron a hacerse las preguntas incómodas sobre la Iglesia tanto ella como el resto del equipo de periodistas venían llegando a Spotlight.

"El editor Walter Robinson, que en pantalla es interpretado por Michael Keaton, reunió un nuevo grupo para trabajar. A mí me llevó desde la redacción del mismo Globe porque tenía experiencia en temas legales y en tribunales. Michael Raszendes, que es interpretado por Mark Ruffalo, tenía mucha experiencia en política, y Matt Carroll tenía mucho conocimiento de bases de datos. Así que se formó un equipo de personas que tenían habilidades complementarias para esa nueva etapa de Spotlight, y nos mantuvimos unos cinco años juntos".

Las oficinas donde funciona el periódico y, en especial, los archivos donde se almacenaban libros hasta entonces "inútiles" como el directorio que cada año enviaba la Iglesia con la ubicación de sus párrocos, son retratados minuciosamente en el filme. El equipo de cuatro reporteros, obsesionados con seguir las huellas de cada sacerdote alguna vez imputado, recorre cada uno de esos volúmenes —parecidos a las antiguas guías telefónicas— para rastrear cómo la jerarquía eclesiástica justificaba los traslados cada vez que surgía una acusación. Luego, iban a los lugares de traslado y buscaban a las víctimas dispuestas a hablar.

"La película cubre cinco meses, eso es lo que nos demoramos en publicar nuestro primer reportaje. Y eso incluye la pausa de una semana que tuvimos por el 9/11. Así que la película termina cuando publicamos nuestra primera historia, enero de 2002. Pero la película no muestra que luego escribimos sobre el tema por un año y medio más. Se convirtió en un tema tan enorme que no podíamos dejar de escribir sobre asuntos como las negociaciones judiciales que la Iglesia realizó con las víctimas, la psicología de los abusos de los sacerdotes o por qué eran víctimas más numerosas los niños que las niñas. De cada aspecto que pudo escribirse, se escribió".

—En la película se la ve entrevistando a una víctima que dice que fue "abusada", y usted le pide no "sanitizar" el lenguaje, ¿por qué?

—Esa es una parte de la película que realmente me alegro que haya sido incluida, porque muchas veces como equipo conversamos sobre cómo íbamos a escribir esta historia para que no fuera gráfica, en una forma que pudiera parecer lasciva, pero que tampoco fuera tan genérica que la gente no entendiera de qué tipo de abuso estábamos hablando. Porque la palabra abuso puede significar que a un niño le deslicen la mano bajo su pantalón y también puede significar que sea violado. Entonces, mientras recopiláramos la mayor cantidad de detalles, podríamos mandar a los sacerdotes a la cárcel. Era importante para nosotros conseguir esos detalles, y luego debíamos asegurarnos de no ser demasiado gráficos y de ser sensibles al testimonio de las víctimas que nos hablaban de algo tan dramático.

—También entrevistó sacerdotes acusados. ¿Qué fue más difícil?

—Las víctimas eran definitivamente más difíciles porque los sacerdotes... Hablar con ellos era, en cierta forma, una extraña aceptación de los hechos. Ellos hacían una retorcida racionalización de por qué hicieron lo que hicieron, como se ve en una escena del filme (donde un sacerdote le reconoce a Pfeiffer que sí "jugueteaba" con los niños, pero le asegura que no experimentaba placer). Ellos no parecían estar afectados para nada. Mientras que las víctimas estaban destrozadas. Incluso décadas después, todavía estaban recuperándose de algo que sucedió cuando eran niños o adolescentes. 

"La rabia fue lo que nos mantuvo firmes".

"Claro que tenía una carga emocional que es muy pesada, que puede volverte depresivo, pero que también te pone muy rabioso. Cuando tratas con estas personas que, siendo adultos, están tan traumatizados por lo que les pasó cuando eran niños, hasta el punto en el que realmente no pueden ni recuperarse, eso te enoja mucho, y a veces la rabia puede ser una gran motivadora. La rabia fue lo que nos mantuvo trabajando tan duro", cuenta Sacha Pfeiffer.

La periodista, hoy de 44 años, continúa casada con el mismo hombre que aparece prestándole apoyo emocional en el filme. "Él es un maestro de ciencias de séptimo grado, así es que aunque no tenemos hijos biológicos, suelo decir que hemos tenido cerca de mil niños".

Pfeiffer también sigue trabajando en el Globe, pero volvió hace solo un año, luego de que en 2007 decidiera probar suerte en otro medio de comunicación. "Me fui a la radio buscando un cambio", comenta. "Comencé como reportera y terminé siendo conductora". Hoy ya no es parte del equipo de Spotlight, sino que tiene a su cargo la cobertura de las informaciones relacionadas con riqueza, beneficencia y fundaciones.

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Sacha Pfeiffer fue consultada varias veces por los creadores de la película.

Nombres El Mercurio/GDA

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