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El pelo en la antigua Roma

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Para los romanos de la antigüedad, la caída del cabello constituía un verdadero problema. Una cabellera frondosa estaba directamente relacionada con la masculinidad, la juventud, la valentía e incluso la fertilidad. Estas virtudes eran representadas con la imagen del león, caracterizado por su abundante melena.

DR. PABLO PERA PIROTTO

Por el contrario, la alopecia era vista como una verdadera enfermedad, signo de decrepitud y ancianidad. Quizás el más famoso de los emperadores, Julio César, tenía una especial preocupación por la pérdida de su pelo. Se dice que su amante Cleopatra le suministró varios remedios para intentar solucionar esto, pero sin demasiado éxito. Tal es así, que las crónicas de la época relatan que se peinaba hacia delante los largos cabellos que se dejaba en el sector de la nuca de su cabeza, para intentar disimular la calvicie.

Incluso obtuvo el permiso del Senado para que le permitiera usar la corona de laurel en forma permanente, cuando antes era algo que se reservaba únicamente para eventos dedicados al dios Apolo. De esta forma, lograba tapar con las hojas al menos parcialmente los sectores de su cabeza desprovistos de cabellos.

Otros emperadores que le sucedieron optaron por confeccionarse pelucas, que frecuentemente se realizaban con pelo natural cortado a esclavas, muchas veces procedentes de la Galia. Debido al color rubio de esos cabellos, se extendió, entonces, por el imperio tanto en hombres como mujeres, la costumbre de teñirse el pelo de ese color. Esto era una forma de disimular las canas, otra característica que era considerada signo de vejez y debilidad.

A los romanos les interesaba mucho su aspecto personal, y los patrones estéticos eran determinados en gran medida por la imagen de sus gobernantes. Esta era difundida y, en la mayoría de los casos mejorada, a través de estatuas, monedas o pinturas. Es sabido que cuando se popularizó tener el pelo corto y ondeado al estilo del emperador Adriano, muchos comenzaron a utilizar un instrumento de hierro llamado calamistrum, que luego de calentarse en las brasas se aplicaba en el cabello para obtener rizos como los del gobernante.

Han pasado dos mil años, pero muchas de las costumbres de aquellos romanos en cuanto al cuidado de su cabello, así como las preocupaciones por la caída del pelo, siguen siendo prácticamente las mismas entre los integrantes de nuestra actual sociedad. Esto se refleja a diario en la consulta dermatológica, en donde el tema capilar es muy importante tanto para los hombres como para las mujeres.

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