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Saber pedir disculpas

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pareja, discusión

RELACIONES

Tanto en las relaciones interpersonales como a nivel público, disculparse parece cada vez más difícil. ¿Por qué? La conexión virtual puede ser una razón. Otra, un narcisismo exacerbado.

Perdón: una palabra que a menudo cuesta enunciar. Pedir disculpas, como dice un experto consultado esta nota, es algo que- idealmente- se aprende de muy chico. Pero la vida va llevando a todos por caminos que los alejan de esa edad donde resulta fácil aprender, y donde todavía es frecuente la humildad para —por un instante— ponernos en el lugar del ofendido y actuar en consecuencia.

Uno de los grandes cómicos de los últimos años, Louis CK, reflexionó sobre esto en una entrevista con el conductor televisivo Conan O’Brien, cuando explicó la razón por la cual no dejaba que sus hijas tuvieran smartphone y acceso a las redes sociales. Palabras más, palabras menos, el otrora comediante-filósofo decía que insultar a alguien desde atrás de un teléfono y a distancia le privaba a quien ofendía ver la reacción de quien era insultado.

En cambio, continuaba el humorista, cuando un niño insultaba a otro cara a cara, la reacción de dolor u ofensa podía verse y sentirse. En el mejor de los casos, quien ofendía llegaba a sentir culpa y remordimiento por haberle causado dolor a otro. “Así van aprendiendo”, decía Louis CK. Pero con un smartphone en el medio, esa oportunidad de aprendizaje se perdía (ese video, en inglés, se puede ver acá

La ironía quiso que lo predicado por Louis CK rebotara y volviera hacia él. Cuando dos mujeres denunciaron que él las exponía a verlo en situaciones de exhibicionismo, él redactó —como tantas otros famosos— un pedido de disculpas impersonal y distante que publicó a través de redes sociales.

Para el psicólogo Álvaro Alcuri, la pregunta “¿Cómo pedir disculpas?” sirve para reflexionar sobre los tiempos en los que vivimos, donde a veces nos rodeamos de escudos que nos separan de los demás. “Vivimos en un mundo cada vez más individualista, donde manejamos los vínculos de una manera omnipotente, y donde nos escudamos en redes sociales o WhatsApp para decir esto o lo otro”.

De esa manera, dice él, evitamos hacernos cargo de aquellas cosas que nos resultan incómodas y que percibimos como inconvenientes. “No corremos riesgos, y nos involucramos poco”, continúa Alcuri, y hace referencias a autores como Zygmundt Bauman, y las “relaciones líquidas”, Gilles Lipovetsky y la “era del vacío” y situaciones en donde el Otro está prácticamente ausente. Lo que importa es uno mismo, complacerse a sí mismo. En ese contexto, pedir disculpas es una interrupción al placer propio. Para Alcuri, esa es la manera “omnipotente” de manejar los vínculos: “No solo no se piden disculpas, sino que ni siquiera se toma en cuenta la presencia del otro”.

Para el psicólogo, estamos ante una pérdida de costumbres sencillas, como decir “Permiso” “Por favor” o “Muchas gracias”. Esas costumbres que se van perdiendo paulatinamente tienen que ver con el contacto interpersonal, y con estar juntos para compartir vínculos, que son valiosos en sí mismos.

Alcuri atribuye buena parte de esas carencias a corrientes terapéuticas “New Age” y hippies, enfocadas en mensajes de autovaloración individual y autoelogios constantes. Cuando se le pregunta si no es paradójico que el fenómeno que él describe ocurre al mismo tiempo en el cual una de las palabras que más de moda está es “empatía”, Alcuri es tajante: “Sarasa. Las propuestas son divinas, y se pueden hacer muchos talleres. Pero es una venta de humo tremenda. Cuando vos tenés que hacer un taller para relacionarte con otras personas a los 35 años, ya es demasiado tarde”.

También influye que el acto de pedir disculpas sigue considerándose como una señal de debilidad. El ya fallecido académico Aaron Lazare, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts y autor del libro On Apology (en español sería Sobre la disculpa, 2004) ya en 1995 reflexionaba sobre esto. En un artículo publicado ese año por la revista Psychology Today, y titulado Adelante, di que lo sientes, Lazare escribía:

“Tendemos a considerar que pedir disculpas es una señal de debilidad de carácter. Pero de hecho requiere de una gran fortaleza. Y será mejor que aprendamos a hacerlo bien, porque será cada vez más difícil vivir en una aldea global sin saberlo. Un auténtico pedido de disculpas -ofrecido y aceptado- es uno de los actos de interacción más profundos de la gente civilizada. Tiene el poder de restaurar relaciones dañadas, sean estas a nivel personal o a una escala mayor, entre colectivos o incluso entre naciones. Si se realiza correctamente, un pedido de disculpas puede aliviar y curar la humillación, y dar lugar al perdón”.

Lazare contaba en ese artículo que buena parte del material en el cual basó su libro provenía de sus experiencias clínicas como terapeuta psiquiátrico. Y que un pedido de disculpas hecho a medias o sin sinceridad, tenía serias consecuencias sociales. Fracasar en el pedido de disculpas, afirmaba el terapeuta, podía poner a una relación bajo una presión insostenible, y dañarla más allá de toda posibilidad de reparación.

Es natural considerar que las consecuencias de no saber (o no querer) pedir disculpas repercuten de forma negativa principalmente sobre el ofendido, pero ¿tiene también consecuencias para quien ofende? Alcuri responde afirmativamente a esa pregunta y enfatiza que esas consecuencias repercuten negativamente sobre todo en la parte que realiza la ofensa. “Porque está construyendo un yo narcisista. Pertenezco a una corriente de la psicología —la gestáltica— que aborrece de los manuales que te dicen qué pasos hay que seguir para lograr tal o cual cosa. Esto puede sonar como muy duro, como una patada en la cara, pero nosotros tratamos de que sean los hechos te digan las cosas, no un manual. A veces vemos pacientes a los que le preguntamos cómo les está yendo y nos responden que ‘bárbaro’, que se quieren a sí mismos, que se adoran. Luego indagando más, vemos que —por ejemplo— ya no lo saludan tanto como antes, que ya no buscan verlo. ¿Y eso por qué es? Por ese ‘yo’ narcisista. Si no le pide disculpas a nadie, esa persona va a terminar sola, sin vínculos”, concluye el terapeuta.

Anatomía de un pedido de disculpas

Aaron Lazare recopiló luego de ocho años de estudios y experiencias clínicas, material para su libro On Apology (o Sobre la disculpa, 2004). Ahí, identificaba cuatro razones para pedir disculpas: salvar vínculos personales, arrepentimiento, evadir un castigo y aliviar el sentimiento de culpa. Las dos primeras son más nobles que las dos últimas, decía Lazare, y señalaba que el denominador común para una ofensa era que la parte que había ofendido había disminuido o herido el ‘autoconcepto’ de otra persona. Ese concepto es “nuestra percepción, la historia que tenemos sobre nosotros mismos. Lo que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos, y cómo nos gustaría ser percibidos por los demás”.

Volviendo a las razones por las cuales uno se disculpa, Lazare escribía en su artículo para Psychology Today que “cualquiera sea la razón, lo que hace que un pedido de disculpas ‘funcione’ es el intercambio entre poder y vergüenza entre quien ofende y quien es ofendido. Pidiendo disculpas, quien ha ofendido toma la vergüenza que causa la ofensa y la dirige hacia sí mismo”.

Pero eso no es tan fácil. Por eso, ofrecía varios consejos prácticos para que el pedido de disculpas sea interpretado como auténtico.
“Primero, hay que aceptar que se ha violado una norma moral o un acuerdo en una relación, y hacerse responsable. No hablar en términos generales (‘Lamento lo que hice’), sino específico: ‘Te traicioné hablando mal de tí a tus espaldas’ o ‘Me perdí el casamiento de tu hija’. Reconociendo que se violó una norma moral, las dos partes reafirman un conjunto de valores compartidos, y el pedido de disculpas reestablece un terreno moral común”.

En segundo lugar, hay que dar una explicación: “Una explicación efectiva aclara que lo que hiciste no es representativo de tu personalidad. Explicar que estabas cansado, enfermo, borracho o distraído, y que no volverá a ocurrir”. Otro elemento es comunicarle al otro que el comportamiento no tenía la intención de ser una afrenta personal. “Eso le comunica al otro que puede volver a sentirse seguro respecto a tí, tanto ahora como en el futuro”.

Finalmente, hay que reparar al otro. “La reparación es principalmente simbólica. Es una manera de decir ‘Sé quién eres, sé que eres valioso, y soy consciente de tus necesidades”.

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