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"Esta opción de vida sí deja algo"

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Julio Calcagno, uno de los grandes actores uruguayos.

Nació en el Barrio Sur. Quiso ser futbolista e hizo boxeo, deporte que lo apasiona. Y terminó siendo, sin quererlo casi, uno de los mejores actores de teatro de Uruguay.

El actor Julio Calcagno (78) da la bienvenida a su casa en el barrio Atahualpa y muestra sus rincones preferidos. Uno es un pequeño estudio donde expone sus pasiones a los ojos del visitante: tango, cine, teatro, boxeo... En esa misma habitación coexisten textos sobre Marlon Brando o Robert de Niro, con Las1001 películas que hay que ver antes de morir, la autobiografía de su amigo Pepe Vázquez, varias fotos de su esposa y de su hija, con una imagen encuadrada y autografiada de Santos Pereyra. Este fue un peso liviano al que llamaron "el Joe Louis uruguayo" y que peleó 39 veces entre 1957 y 1962 hasta que un desprendimiento de retina, incurable entonces, lo obligó a abandonar.

"Aunque te parezca mentira, el boxeo y el teatro tienen mucho que ver", asegura Calcagno. La videoteca que tiene en el living, otro lugar que invita a quedarse, reafirma sus gustos: las películas de Alberto Sordi, Woody Allen, John Ford y Alfred Hitchcock conviven con las peleas de Dogomar Martínez. También hay dos Florencios en la casa: uno es suyo y otro de su esposa, la también actriz Alejandra Wolff. Llama mucho la atención que uno de los actores más notables del teatro uruguayo, cuyo Orlando Núñez de La empresa perdona un momento de locura (estrenada en 1981 y en cartel casi veinte años, en los que se presentó por todo el país) movió a un montón de jóvenes a estudiar actuación, haya sido galardonado solo una vez. Él dice no interesarle. "No le doy pelota a los premios...".

Sí le ha dado pelota al boxeo y a los boxeadores. En su Barrio Sur querido, presente en el llamador de su casa natal que aún conserva, vio a muchos de ellos. "Varios eran muchachos de mi edad que yo los veo representados en ese poema de Enrique Estrázulas: A los cracks que no llegaron". El tema lo conmueve y le ilumina el rostro, ese que tan bien encajó para ser el sepulturero Quintana en la película El viaje hacia el mar (2002). En el rival y hermano Palermo ya funcionaba el Boxing Club, el gimnasio que aún está por Gonzalo Ramírez.

"Yo iba muy seguido a mirar, aunque te parezca mentira me encantaba el ambiente. Me gustaba el olor a linimento, el humo, me parecía algo muy cinematográfico. Recién más tarde tiré guantes en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Me encantaba la idea de pararme en puntas de pie, de bailar durante el ring. El boxeo es un arte... el boxeador tiene que ser intuitivo, inteligente, estético, algo que se sintetizó en Muhammad Alí y acá con Santos Pereyra". Un piñazo bien encajado de un compañero en la ACJ hizo que sus horizontes pugilísticos pasaran del cuadrilátero a la tribuna. Este hombre que no tiene celular y que se lleva a las patadas con la tecnología, que trabajó en farmacias, en la Comisión Nacional de Educación Física como administrativo y en el Sodre en sus radioteatros, que pasaba tardes enteras en las matinés cinematográficas que iban de una a siete, que debutó en 1960 en Un tal Servando Gómez siendo el coprotagonista de Alberto Candeau y que llegó a representar a La empresa... arriba de una mesa de billar como escenario, se entusiasma. "¡Y el ring! Esos reflectores cuyas luces caen a pique... que en el teatro serían los cenitales. Y la forma que los boxeadores tienen de saludar (hace una pequeña reverencia y un ademán discreto con un brazo)... siempre le vi una gran similitud con el teatro. Y la obra Corazón de boxeador dice mucho de esto".

Corazón de boxeador es uno de los proyectos actuales de Calcagno. También está en Miedos privados en lugares públicos y en breve reestrenará El viento entre los álamos junto a Pepe Vázquez y Jorge Bolani. "Yo tengo 78 años, estoy en un momento... hasta hace un tiempo atrás yo quería no dejar el teatro pero si reducir el trabajo. Estaba muy cansado y a esta edad la memoria no siempre da. ¡Y de un día para otro me doy cuenta que estoy en tres obras! ¡Eso fue un accidente! No lo busqué ni mucho menos, soy la antítesis del fanático del trabajo. ¡Hasta te diría que no me gusta trabajar!".

Opciones.

La partera del Barrio Sur acudió en tiempo y forma a José María Roo 1131 el 20 de marzo de 1937. Era un barrio "de puertas abiertas, de gente pobre, pero trabajadora y solidaria". Por su calle pasaron las primeras Llamadas en 1956, el mismo año en el que entró a la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD). Ya tenía un gran dolor en el alma.

"Mi padre falleció cuando tenía ocho años. Era funcionario municipal y lo mataron. A quemarropa le encajaron ocho tiros, creo que fue por un asunto de mujeres. Para mí fue un drama muy grande que me marcó para toda la vida, inclusive el teatro. Yo estaba en la escuela y me volví imbancable. Vivía con rencor (apreta los dientes), vivía peleando. Y si no había motivos para pelear los buscaba. Y más tarde, en la EMAD, los profesores ligaban mucho al tipo de actuación con la memoria emotiva. Y así yo hiciera comedia o drama, era un episodio que tenía inconsciente. Siempre acudía a él".

Calcagno entró al teatro, dice, "por accidente". Defensa de los raspadores, quería ser futbolista y jugó en la quinta de Nacional. El asma truncó sus sueños futboleros. El destino, sin duda, no lo quería deportista. "En ese momento, no había remedio para lo mío. Tenía que hacer quietud. Me dijeron que había una escuela de arte donde había que pasar un examen. Y me inscribí de atrevido, ¡yo no tenía cultura, mi vida era la calle! Sí tenía cultura cinematográfica. Me presenté al examen y para sorpresa de todos, salvé".

La calle, de cualquier forma, fue una gran escuela cuyos maestros eran obreros, bohemios, amas de casa, prostitutas, cracks que no llegaron... "Mi técnica teatral, por decirlo de alguna manera, era recordar a los vecinos y a la gente que rodeaba a mi barrio. Yo lo recuerdo como un vecindario extraordinario. Cuando hice a Orlando Núñez en La empresa... todo el mundo decía 'qué creación de Calcagno'. Pero de creación no tuvo casi nada: prácticamente lo copié de un vecino que vivía en la calle Paraguay". En otras ocasiones, se preguntaría qué haría en su lugar Marlon Brando —el mayor referente—, Nino Manfredi o... Alberto Olmedo. "Para mí era un ídolo, tenías que verlo muy bien para sacar lo que era".

Ya egresado, comenzó su periplo por el teatro independiente, sobre todo en El Circular y El Galpón. "Fue una etapa gloriosa". También tiene un eterno agradecimiento a La Comedia Nacional, a la que entró en 1994. Recién al filo de los 60 años pudo vivir solo de lo que le gustaba. Y si en algún momento sufrió con los personajes, de los que le costaba despegarse, la tranquilidad que le dio ser parte del elenco oficial —del que ya se jubiló— le permitió "divertirse", sea en comedia o drama. "Entonces fue pasar un buen momento y transmitirlo al público, que es lo más importante. Ingresar ahí me cambió la vida en todo sentido. Además de lo económico, fue el puntillazo final de una carrera muy extensa. Creo que lo merecía. Me aportó todo: estabilidad, el conocimiento de la que iba a ser mi futura mujer y todo esto que ves acá", dice y recorre el living con un ademán.

Alejandra Wolff, con quien se casó en 2002, es su segunda esposa. Su primer matrimonio fue en 1967 con Rosa Pampillón, "una gran actriz, cantante de tangos, una gran compañera", de quien luego se divorció. Wolff —que también canta pero rock, con pasajes en La Tabaré y La Chancha— es casi tres décadas más joven. La relación comenzó hace más de 15 años. Nadie pensaba que ese vínculo podía durar; ni él. "Y de pronto me vi en esta vorágine (sonríe)... la palabra es muy sencilla: amor".

Luna (13) es su única hija. Alguna vez le han dicho en la calle que es su nieta, así como han supuesto que Wolff es su hija. Eso supo ser una molestia y una caricia al ego, alternativamente. "Ya superé todo eso", asegura con una sonrisa. Pero tener una hija adolescente a su edad (la que subraya seguido), es todo un desafío. "Estoy muy feliz, pero soy muy sobreprotector. Se va al liceo y ya estoy un poco nervioso. Es una gran responsabilidad prepararla para el futuro, inculcarle buenos sentimientos, valores". Él no tiene empacho en reconocer que es casi un analfabeto tecnológico; mundo que su hija —y también su mujer— maneja de taquito. "Aunque te parezca mentira, eso es bravo para mí. Antes de conocer a Alejandra no me importaba nada y luego... no supe amoldarme. Por supuesto, llega un momento en que me siento por fuera de todo y eso es una deuda que tengo sobre todo con Luna. Para compensar eso, le transmito mi gusto por el cine. Y por suerte, me siento correspondido". Hija de dos actores reconocidos, la joven suele pasarles letra cuando ensayan. "Ella tiene el gusto por el cine y el teatro en los genes", dice su padre. No es para menos.

—¿Qué es actuar para usted?

—En mi caso, es una opción de vida. Yo no sé hacer otra cosa que actuar. Si me dicen de cambiar una bombita o arreglar una cerradura, no lo sé hacer. ¡No te estoy exagerando! No uso celular, no se qué es lo que está haciendo Luna (señala a su hija, que navega en Internet), no se nada de eso porque tengo una gran torpeza. Lo único que siempre supe fue actuar. Y con Corazón de boxeador, que llegamos a todos lados, descubrí la misión que tenemos. Hemos ido a las cárceles, a centros de recuperación de adictos, y nos quedamos a conversar con la gente, a responder preguntas y recibir respeto y agradecimientos muy, muy conmovedores. Y vos ahí decís: "A la puta, esta opción de vida deja algo".

SUS COSAS.

Su Objeto

En el living de su casa del barrio Atahualpa, permanece un llamador de puerta del año 1900 que supo estar en 1937 en la calle José María Roo al 1131. Ahí, en pleno Barrio Sur, al lado del Cementerio Central, nació el actor en 1937. Calcagno siempre habla con devoción de su primera patria chica.

Su pasión

Desde muy chico a Calcagno le encantó el boxeo, al que le encuentra muchas similitudes con la actuacion. Fue amigo de Santos Pereyra, un excelente peso liviano uruguayo que tuvo que retirarse muy joven por desprendimiento de retina.

Su actor

Para Calcagno, en la actuación hay un antes y un después de Marlon Brando. Lo descubrió en Nido de Ratas (1954), película que vio 33 veces y que le significó al estadounidense su primer Oscar. "Yo he tratado de imitarlo, lo que es imposible. Es una actuación perfecta".

Su amor

A su segunda y actual esposa, la actriz Alejandra Wolff, la conoció en la Comedia Nacional hace quince años. "Cuando nos arreglamos, la gente decía: 'estos duran dos meses'. ¡Yo también pensaba igual!". Es que él le llevaba 29 años. Se casaron en 2002 y tienen una hija.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Julio Calcagno, uno de los grandes actores uruguayos.

Julio CalcagnoLEONEL GARCÍA

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