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Ha muerto el escote

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Y sí, ha muerto, quedan algunos por allí, pero nada relevante porque el escote como lo conocimos sutil, insinuante, profundo o jugado, está muriendo.

WASHINGTON ABDALA

Ya sé, ya sé, revive con cada entrega del premio Oscar y pega algún aleteo auricular en la fiesta de gala de los Emmy, pero no mucha cosa más. El pobre está muerto, es un zombi en esta posmodernidad donde el desnudo, lo bizarro y el cuerpo entero se muestran de manera despiadada. Miguel Ángel Buonarroti gozaría en este presente.

Yo amo este asunto del escote. Los más lindos aparecían siempre en el festival de cine de Cannes. Allí, por alguna razón se imponía con una luminosidad irreal. Es que el entorno era mayúsculo, el calor y todo ese glamour —que nada tiene que ver con la playa Ramírez en un agitado día de encuentros veraniegos— hacían que aquello fuera un asunto mágico. Es que nosotros, ya lo sabemos bien, somos tirando a gronchos —o terrajas— y ese es parte de nuestro identikit. Y hay que asumirlo. Lo peor es no ser consciente del status planetario que tenemos. El que nace para pito no llega a corneta pero se cree que tiene una sonoridad especial (libre interpretación).

Perdón, vuelvo a mi inquietud, yo creo que hay escotes que hablan, que emiten mensajes (parecen delfines). El escote no se muestra para que los hombres pasemos de largo y miremos hacia Marte. No señor, lo armaron para alterarnos o lograr que uno quede como un idiota al perder la mirada en ese laberinto intrigante. Cualquier otra intención no la creo y considero que me están tomando el pelo si alguna dama afirma que lo usa (algunos escotes estoicos aún sobreviven) para ella misma o para que otras damiselas la admiren. ¡Nooooo! ¡Los escotes no son intra-género! ¡El escote no es feminista! ¡Muchachos no permitamos que nos tomen el pelo!

Algunos escotes parece que te dicen: "Te llevo por delante bebito, correte porque te tiro por la ventana", look Juana Viale que no tiene por qué ser grosero sino finoli y ella lo ostenta con poco contenido corpóreo pero con mucho histeriqueo real; otros, los que pretenden ser más insinuantes parecen decir: "lo que estás viendo es solo una penumbra de lo que te imaginás gil", tipo Juliana Awada (¡Macri, sos crá papá!) o Angelina Jolie (Brad vas a enloquecer); y finalmente están aquellos que te cachotean con un "te doy un trompazo muñeco, arrimate si sos guapo", onda la Coca Sarli en "Carne" (Armando Bo siempre fue un héroe y la historia lo va a redimir junto a Juan Ramón Carrasco sin lentes oscuros).

Hoy, para peor, las cirugías estéticas elaboran lo que va adentro del escote de manera casi perfecta (igual me doy cuenta al toque de lo trucho). La cosa es así: la dama en cuestión desaparece por unas semanas, y un día irrumpe en escena con una delantera que es un Chevrolet 51. ¡Perdónnnnn! —como decía mi amiga Bianchi antes de ser parlamentaria— ¿cómo apareció esa protuberancia de un día para el otro? Tanto se va a imponer esta moda que va a ser un "derecho social" junto a los lentes que entrega Murro vía BPS a las maestras (un humanista el ministro con tanta sensibilidad).

El escote insinuaba, no delataba, sugería, no montaba un streaptease, te hacía la cabeza no te asustaba. Las mujeres sabían jugar con ese toquecito para seducir, movilizar, pararse en la cancha y hacernos delirar. Hoy lo muestran todo a borbotones. Estamos fritos. No era así el negocio, ché.

Al escote lo mató Miami y su osadía, lo quebró Tinelli que las desnudó a todas para que hagan que cantan y bailan, lo asesinó Internet donde aparece lo que quieras. Una tragedia.

Es cierto, los hombres somos cuises, hámster mejorados con algunas neuronas, pero nos gusta que nos traten como mamíferos afectuosos, por eso amamos los escotes (será algo edípico, que se yo…). Cuando nos llevan por delante con todo al viento —como lo hacen hoy— nos asustan, nos intimidan. Por eso el escote es una reminiscencia de un tiempo donde la galantería y la seducción eran un arte. ¡Ma que WhatsApp con siglas bananeras que eliminan todo lo humano! ¡El escote vive y lucha! ¡O hay escote para todos o para nadie! (Ya lo sé, soy naif).

Cabeza de Turco

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