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Esas monedas que suman

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Desde 1995 las propinas de trabajadores dependientes están gravadas por ley y aportan para la jubilación.

Si bien no es obligatoria, en Uruguay la propina vive y lucha. Así, ese plus que hace la diferencia en el sueldo de mozos y pisteros a veces también puede ser puntapié de anécdotas y discusiones.

DANIELA BLUTH

Hace unos meses, la noticia de una americano llamado Mike que gastó solo 43 dólares en un bar y dejó 3.000 dólares de propina para ayudar a la moza que lo servía cada día recorrió el mundo. El líder de la banda uruguaya Cuatro Pesos de Propina, Diego Rossberg, ya está acostumbrado a que en cada entrevistas le pregunten el porqué del nombre. Lo cuenta sin problema: responde a una anécdota "de chiquilines", cuando en la mesa de un bar se juntaron 20 pesos para la propina, un amigo silencioso se robó el billete y lo suplantó por unas monedas que sumaron apenas cuatro pesos. Una de las escenas más famosas del cine de Quentin Tarantino también tiene a la propina como protagonista. Al arranque de Perros de la calle todos los criminales se juntan en un café y el Sr. Rosa se rehusa a dar propina solo porque "la sociedad dice" que lo tiene que hacer. "Si realmente se esfuerzan, les dejo algo extra. Pero dar propina automáticamente, eso es cosa de tontos", dice ante la insistencia e incredulidad de Eddie El Amable. A más de diez años de ese estreno, su frase "I don’t tip" ("No dejo propinas") es una muletilla que, aún en inglés, muchos rioplatenses adoptaron a la hora de levantarse de la mesa de un bar o restaurante.

Es que la propina, ese plus que es costumbre dejarle a mozos, repartidores y pisteros, puede ser el puntapié de pintorescas anécdotas pero también de encendidas discusiones. ¿Siempre hay que dejar propina? ¿Aun si el servicio fue malo? ¿Tiene que ser sí o sí del 10%? ¿Al delivery también se le da? ¿Y si el envío ya tiene costo? ¿Propina por cargar nafta o si te limpian los vidrios?

En Uruguay, a diferencia de otros países —como Brasil— la propina no solo no está incluida en la cuenta sino que tampoco existe un valor establecido sobre cuánto hay que dejar. Sin embargo, la tradición indica que hay rubros en los que uruguayos suelen desembolsar un plus en función de la calidad del servicio, la relación con quien los atiende o, incluso, la época del año.

"El 80% de la gente deja propina, pero el uruguayo no deja el 10%, el uruguayo redondea, si la cuenta dice 475 pesos dejan 500", dice muy seguro Pedro Moreira (59), quien trabaja como mozo hace 30 años, los últimos ocho en el céntrico bar San Rafael, donde todos los días almorzaba Mario Benedetti. También sabe bien que de esta suerte de "premio" depende en gran medida su economía doméstica. "Nunca sabés cuánto vas a sacar, porque varía según el movimiento y el lugar en el que estés trabajando. Pero claro que es importante.... En el sueldo de un mozo hace la diferencia". En un buen mes pueden ser 25 o 30 mil pesos.

A diferencia de la "caja chica", esa estratégicamente ubicada sobre el mostrador y que se reparte entre el personal de la cocina, la propina es individual y va —directo—, al bolsillo de cada mozo. "No sé quién lo habrá inventado, pero sin duda es una costumbre que sigue vigente", dice Mario Menéndez, presidente del Centro de Almaceneros Minoristas, Baristas, Autoservicistas y Afines del Uruguay. Y así como está, opina, funciona bien. Por ello, desde Cambadu nunca se evaluó la posibilidad de incluirla en la cuenta ni establecer un monto fijo. "Eso no sería bueno, porque la propina es algo que queda a criterio de cada uno. Es algo así como la gratificación a quien te sirve por hacerlo bien", sostiene.

De ida y vuelta.

Algo de eso saben Santiago (30) y Juan Manuel (23) Couste, mozos en La Cibeles, un restaurante sobre en la calle San José que trabaja cada mediodía a salón lleno y con un público que se repite. "Mucha gente viene casi todos los días, los atiendo yo o mi hermano... ya hay cierta confianza", comenta Santiago. "Me preguntan qué está bueno y yo trato de decir la verdad, esas cosas se valoran mucho". Y, en general, se reflejan en la propina. "Si me preguntan por la empanada de verdura les digo que es horrible. Yo me como la de carne con panceta, vos hacé lo que quieras", dice y se ríe. A los parroquianos de siempre, les advierte que no es necesario dejar propina todos los días. Sin embargo, la costumbre está arraigada. "Lo del 10% no se maneja, es más un redondeo, lo que tengo a mano, moneditas, un billete de 20". Al final del día Santiago sabe que cuenta con unos 300 pesos de propinas. Y la cifra puede trepar a 500 en un día movido.

Para Martín (29), que hace dos años trabaja como delivery en la zona del Centro, la relación con los clientes también hace la diferencia. "Si la comida es rica y la persona pide seguido se genera buena onda de ambas partes. Igual alguna gente no deja nada y otros el 30%", dice. Gracias a las propinas, él incrementa en 40% su sueldo. "Influye mucho el momento del mes y si es fin de semana, cuando la gente está más distendida y deja más". Si llueve, las reacciones están repartidas: algunos le piden perdón, otros suman alguna moneda extra.

"En una época pedía tanto a un mismo lugar que el pibe del delivery era casi un amigo", cuenta Pedro (45), para quien la propina es un premio al servicio y, en caso de conformidad, suele dejar alrededor del 10%. Pero la historia no termina allí. "Una vez el delivery tuvo el gesto de aclararme que lo que le había dado no era un billete de 20 sino de 1.000. Era de noche, no había prendido la luz y no veía mucho. Un capo".

Lejos del rubro gastronómico, el trabajo de los pisteros, en las estaciones de servicio, también admite propinas. En la ESSO de Canelones y Zelmar Michelini, Paolo Curbelo (27), uno de los tres pisteros de la tarde, hace alrededor de 200 pesos de propina por día. "Capaz no lo notás en el mes, pero sí diariamente: comés y te movés con esa plata", dice. ¿La clave? Siempre ofrecer algún servicio, desde lavar los vidrios hasta revisar agua o aceite. "Con eso mostrás que tenés una predisposición a hacer algo más, no es que cargás, cobrás y ta. En esos casos, 90% de los clientes te deja propina". Eso sí, el rango es amplio: desde dos pesos hasta 50, una excepción que siempre viene bien.

De las peleas a la enseñanza.

Su marido deja demasiada propina. Sus amigos, muy poca. Para Florencia (43) las discusiones por ese plus son, casualmente, moneda corriente. "La gente no entiende. ¡No podés gastar una fortuna y dejar 20 pesos en la mesa!", opina. Aunque se inclina por el 10%, la cifra en cuestión depende mucho más "de la actitud de la persona" que da el servicio que del momento del mes o del año. Esa misma regla aplica Pedro (45) cuando se sube a un taxi. "Siempre trato de dejar 10%, pero si me paseó o tenía la música muy alta, dejo menos. Si me habla mal, no dejo". Para Natalia (39), el hábito de dejar propina implicó una charla con sus hijos. "Tuve que enseñarles que esa plata quedaba en la mesa, porque yo me iba y ellos volvían a buscarla. Al final era un juego de te vi y dejá la moneda en cada salida de un restaurante".

Diciembre, el mejor mes.

El monto de la propia suele ser directamente proporcional al ánimo de la gente. En eso coinciden mozos, pisteros y repartidores. Por eso, todos también nombran a diciembre como el punto alto del año. "Desde el 10 hasta fin de mes te llevas 500 pesos todos los días fácil. La gente está con otro humor", dice Paolo Curbelo, pistero en una estación céntrica. En su rubro, otro buen momento para las propinas es la previa a Semana de Turismo, con las vacaciones en puerta. Y, en tercer lugar, cuando el conductor llega con auto nuevo. "Hay muchas automotoras en el barrio y si vienen con el cero kilómetro, en general están emocionados". En el sector gastronómico, las fiestas también influyen. "En diciembre se siente la diferencia, sacás más que el resto del año", asegura Martín, delivery hace dos años.

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