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Si me pegan, ¿qué hago?

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Lo más importante es que los niños aprendan herramientas para defenderse sin usar la violencia, dicen los expertos

Aunque las peleas entre niños son normales, los adultos deben darles herramientas para solucionar los conflictos sin violencia.

DANIELA BLUTH

Mateo patea a Juan para sacarle la pelota. Lucía empuja a Florencia y se cuela en la fila. Tiago pellizca a Sol y sale corriendo. Lucas le hace una zancadilla a Teo a la salida del recreo. Y la lista podría seguir, enumerando un sinfín de conductas y situaciones que, mal que le pese a muchos, forma parte de la foto de la infancia. En la escuela, pero también en el parque o una reunión familiar, los niños pelean por un juguete, un lugar en la cola, una golosina o, simplemente, la atención del adulto. Habitual en algunos casos y excepcional para otros, pegar es también una forma de comunicar algo. Por ello, es importante que padres y educadores logren comprender qué hay detrás de cualquier conducta agresiva. Y actúen en consecuencia.

Que los niños se peleen no solo no es raro, sino que es normal. La mayor parte de las veces, explica la psiquiatra infantil Natalia Trenchi, lo hacen como un "ensayo social de confrontación". Es una forma de hacerse un lugar, de lograr ser escuchado, de aprender a administrar enojos y desacuerdos. "Que sea normal y podamos entenderlos no significa que no hagamos nada, ¿no? Nuestro deber es orientarlos en la búsqueda alternativa más saludable", dice la experta, que acaba de editar Tus hijos en el día a día, donde dedica un capítulo al tema.

Difícil de generalizar, la agresividad suele aparecer como consecuencia de la "situación interna" de cada niño. Un niño deprimido, ejemplifica Trenchi, puede ser irritable y agresivo. Y lo mismo se aplica para los pequeños que "se sienten en desventaja" o no tienen "las necesidades afectivas cubiertas". "La violencia en la casa es probablemente el más frecuente de los tóxicos que genera violencia en los niños. Violencia y miedo. Ver que sus padres se agreden o que los agreden a ellos es el peor de los escenarios para crecer", opina la especialista.

Mientras se habla de una sociedad violenta y de bullying, es difícil saber, a ciencia cierta, si hoy los niños pelean más que antes. En cambio, desde su experiencia en varios centros educativos, la psicóloga y psicopedagoga Galia Leibovici se anima a afirmar que lo que más cambió es la actitud de los padres. "Hoy hay problemáticas a nivel de los adultos que se trasladan a los niños que antes no eran tan visibles. El mal manejo de una separación y la falta de filtro de lo que los niños ven en la computadora o la televisión... todo eso hace que los niños estén más expuestos a situaciones que no saben manejar", señala.

¿Qué hacer?.

"No empieces nunca a pegar, pero tampoco te dejes pegar. Si te pegan, ¡pegale más fuerte! Nunca hubiéramos creído que esas palabras iban a salir de nuestras bocas". Así termina el testimonio de una pareja de padres de dos niños, en el libro de Trenchi, al relatar su reacción cuando se enteraron de que a su hijo mayor le pegaban en la escuela. Pocas cosas generan tanta angustia y dolor como ver sufrir a un hijo. Sin embargo, la intuitiva solución del "ojo por ojo" no parece ser el ideal, coinciden los especialistas.

"Decirle 'defendete' a un niño que viene a decirnos que ha sido agredido es una gran irresponsabilidad y una agresión más para el niño que buscaba ayuda", asegura Trenchi. "Lo que nos está diciendo es que no sabe cómo hacerlo, que no puede o que no se anima. Y eso es lo que tenemos que trabajar, además de enseñarle a defenderse asertivamente: con firmeza, seguridad, palabras y lenguaje corporal". Saber pedir las cosas, lograr expresar su voluntad o, directamente, buscar alternativas —de amistades o juegos— son algunas opciones.

Para el niño que siempre "agarran de punto", o que simplemente es "más vulnerable", la principal herramienta es saber que defenderse no implica pegar o empujar. Hay que enseñarle que no todas las personas son iguales y que tiene derecho a ser diferente, a no ser amedrentado por nadie —pares ni adultos— y a poder expresar lo que piensa y siente. En ese sentido, el niño tiene sus tareas, pero los padres aún más. "A ellos les diría: preocupate, no culpes a los demás, defendé a tu hijo y ponete a trabajar para fortalecerlo y sacarlo de ese lugar horrible. Si no podés, buscá ayuda, porque esto es grave. No se soluciona cambiándolo de escuela o club".

Muchas veces, ese niño que no sabe cómo solucionar el problema recurre al adulto —maestra o padres—, en busca de ayuda. Esta actitud es natural y, sobre todo, responde a la búsqueda de contención, pero no puede ser la solución al conflicto. "Frente a esta situación el adulto tiene que mostrarle al niño que hay adultos que lo están continentando, pero que él también tiene que crear herramientas para resolver el problema. Así, a largo plazo, el resultado es mucho mejor", dice Leibovici.

Cuando la pelea ocurre en la escuela, también es frecuente que el niño —angustiado o enojado— cuente su versión de los hechos en la casa, generando, en consecuencia, la reacción —de angustia o enojo— de los padres. Ese lleve y trae de vivencias es lo que hay que evitar, dice Leibovici. "Lo que más vemos hoy es que los padres intervienen en las peleas de los niños con los parámetros y códigos del mundo adulto, que son totalmente distintos". En ese sentido, los grupos de padres en Whatsapp en lugar de ser un aliado, se pueden volver en contra. "Antes, cuando las comunicaciones eran más limitadas, los padres no estaban tan ensimismados". En varias de las instituciones en las que trabaja, Leibovici implementó las "asambleas de clase", donde una vez por semana los niños pueden tratar y discutir los temas que los preocupan. "La idea es trabajar en la interna para que el niño se vaya a la casa con el conflicto pero también con la solución", explica.

Para Trenchi, la apuesta es criar niños en un "entorno de amor incondicional", enseñándoles con el ejemplo a ser empáticos con los demás, a respetar y a hacerse respetar sin violencia. "Si eso es lo que practicamos en casa, eso es lo que ellos harán fuera de casa", asegura. La violencia, en cambio, es "darles permiso" para hacer sufrir o dañar a otro. "El problema es que los padres no hacen esto porque sean malos ni quieran lo peor para sus hijos: es que no saben cómo hacer, no conocen alternativas no violentas. La nuestra es una sociedad agazapadamente violenta. No haremos mucho ruido, pero cuando hay que lograr que un niño haga algo se sigue defendiendo la palmada y el tirón de orejas. Sin culpabilizarlos, tenemos que seguir enseñándole a los adultos vías alternativas eficaces de crianza saludable".

Lo que los padres quieren saber.

Para su último libro, la psicoterapeuta y psiquiatra Natalia Trenchi decidió nutrirse, en forma directa y primaria, de las dudas, angustias y problemas de los padres. Así, a lo largo de 17 capítulos responde a las interrogantes que éstos le hicieron llegar a través de las redes sociales y el mail. A lo largo de sus páginas, aparecen las dudas sobre cómo ser buenos padres, los famosos límites, el consumo de drogas, y, por supuesto, las peleas entre pares. Con su estilo fresco y profundo, Trenchi logra dar tips e invitar a la reflexión a la vez.

No siempre hay bullying.

"No toda pelea escolar es bullying, a diferencia de lo que a veces se dice", distingue la psiquiatra infantil Natalia Trenchi. Es que este término, popularizado a consecuencia de mucha realidad y otro tanto de marketing, a veces se utiliza de forma errónea. "Las peleas ocasionales, entre pares, que empiezan y terminan, no son bullying. El verdadero bullying es el acoso sistemático, sostenido en el tiempo hacia alguien en situación de debilidad", señala la experta.

Desde el ámbito escolar, la psicopedagoga Galia Leibovici reconoce que hoy hablar de bullying u hostigamiento escolar está muy de moda, pero que estas situaciones existieron siempre. "Lo que sí hay hoy son más profesionales de la salud mental que pueden intervenir en esas conductas agresivas para generar resultados a largo plazo".

¿Funciona la penitencia?

La penitencia en sí misma no sirve para nada. Esta "multa" por portarse mal, funciona, siempre y cuando, esté acompañada de una enseñanza. En el caso de las peleas entre pares, la clave es mostrarle al niño un camino alternativo a la violencia. "Tenemos que enseñarles a no ser violentos. Darles estrategias, predicar con el ejemplo y apoyarlos en ese proceso", dice la psiquiatra Natalia Trenchi.

Además, cuando un niño se porta mal, las razones pueden ser muchas. "No todos los niños que tienen conductas agresivas son agresivos", opina la psicopedagoga Galia Leibovici. Con esa actitud, algunos pequeños encuentran un "beneficio secundario", como lograr la atención de los adultos, ejemplifica. La reacción de los padres también es variable: desde la empatía hasta la absoluta reticencia.

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