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"Me da placer contagiar el gusto por Montevideo"

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"Hasta hoy me creo mejor oyente que periodista", dice Rosario Castellanos. (Foto: Darwin Borrelli)

Quiso ser arquitecta, pero la dictadura le sacó las ganas. Enamorada de la ciudad, se convirtió en la movilera más reconocida de la radio nacional.

Fue en la campaña electoral de 1994. Todo el equipo de En Perspectiva, el periodístico liderado por Emiliano Cotelo, tenía que estar a disposición para la cobertura. Rosario Castellanos, quien junto a Alejandra Borques y Diego Barnabé conducía la segunda parte del programa, más enfocada a lo cultural, no era la excepción. Ella dejó el estudio y se fue a la calle a hacer de movilera, palabra que aún hoy no le gusta nada. Lo habitual entonces en esta función era indicar el lugar de donde se informaba, breve copete, arrimarle el grabador al candidato o autoridad de turno y chau. Pero Rosario comenzó a describir lo que veía, el ambiente, el entorno, los colores, los olores. Los oyentes de radio El Espectador quedaron gratamente sorprendidos, Cotelo también. "Entonces, a Emiliano se le ocurrió que el programa tuviera una ventana abierta, ¡y me sacó para afuera!".

Habían nacido "los ojos de la radio"; la hija de dos reconocidos historiadores —Alfredo Castellanos y Aurora Capillas— se convertiría en la movilera de radio más reconocida de Uruguay.

Rosario lo cuenta y sonríe. "Lo que yo quiero es transmitir con palabras lo que la gente no ve", dice en el living de su casa en Pocitos, su barrio de toda la vida, cálido por la abundancia de madera y por el aire acondicionado. Madre de un arquitecto de 38 años y abuela de tres niños, de edad que no revelaría ni bajo tortura, "divorciada hace mil años" pero con una excelente relación con su ex y con sus "hijastros", y de ojos vivaces y expresivos, su buen hacer le ha obsequiado varias caricias al alma. Cuando comenzó a hacer salidas desde el interior y el exterior, el camarógrafo Eduardo Ruiz (el de Los Viajes del 12) le reconoció que ella podía hacer con palabras lo mismo que él con su cámara.

Pero los elogios que más llegan provienen de la gente común. "Me da mucho placer contagiar el gusto por mirar la ciudad". Rosario se confiesa enamorada de Montevideo. "Muchas veces ha pasado que durante un móvil detrás mío se estacione un taximetrista, se baje y me diga: Ahora tenemos qué mirar cuando no hay pasaje. Y que eso lo diga alguien que recorre toda la ciudad al volante, y que no la mirara... que yo le haya contagiado el entusiasmo por mirarla me da una enorme satisfacción".

Cultura.

El amor por Montevideo le vino de la cuna. "Mi padre y mi madre nos llevaban a mi hermana y a mí a todos lados. Él porque amaba la ciudad y ella porque entendía que estaban pasando hechos, hitos, que íbamos a recordar para siempre. Yo todavía me acuerdo del entierro de (Luis Alberto de) Herrera, te podría describir el velorio en el Palacio Legislativo y la llevada del féretro a hombros por Agraciada". Eso fue en 1959. En 1975, con estudios inconclusos de Arquitectura, el historiador Juan Pivel Devoto la llevó a trabajar al Museo Histórico Nacional para que se formara en la restauración de casas de valor histórico de la Ciudad Vieja. "Todo eso fue creando lo que para mí significa recorrer las calles, mirar siempre hacia arriba, que es muy de los estudiantes de Arquitectura, y valorar lo que esta ciudad tiene y lamentar lo poco conscientes que somos de nuestra responsabilidad en cuidarla y mantenerla".

La Facultad que alguna vez conoció "brillante e inquieta, vinculada a todas las artes", desapareció con la dictadura. A ella, amiga de la infancia de William Whitelaw y compañera de estudios universitarios de Leonel Martínez Platero, se le hizo insoportable el tener que dejar la cédula para entrar, el mirar de costado para saber quién podía ser un "tira" y el saber que el compañero que dejaba de ver por una semana podía aparecer en un comunicado de las Fuerzas Conjuntas. "De un día a otro vi desaparecer a muchos amigos. Me acuerdo de las gaseadas, de tener que correr escaleras abajo, de los tiras esperando revólver en mano". Dejó la Facultad y se puso a trabajar como colaboradora en estudios de arquitectos, como Ariel Cagnoli, Alberto Valenti y Arturo Silva Montero. Esa fue su principal ocupación hasta que emergió la periodista que había en ella.

"Yo no tengo ni idea cómo entré a este mundo", dice. Como sea, algo tenía. Antes de ingresar a En Perspectiva en 1991, cuando el programa todavía estaba en Emisora del Palacio, tuvo la chance de sumarse a En vivo y en directo, por Sarandí y con Néber Araújo (ver nota aparte). Finalmente, Cotelo le dijo de hacerse cargo de la sección cultural. "Yo era muy amiga de una cuñada suya, Ana Morgan. Y a Alexandra Morgan (la esposa de Emiliano Cotelo) la conocí siendo muy joven. Supongo que vino por ese lado... Me ofrecieron la parte cultural del programa. Acepté porque había sido parte de mi formación en casa, tenía un bagaje cultural grande y capacidad de investigar. Yo sé armar cualquier tema, sé a qué fuente ir, ¡en casa eran historiadores!".

Con la excepción de Cotelo, Rosario es la integrante con más antigüedad del programa. Vivió los últimos momentos en Palacio, la larga etapa en El Espectador, de 1992 a 2014, y el momento actual en Oriental. Un día pasó a hacer móviles "por casualidad" y encontró su lugar en el mundo. Y sigue pensando igual: "Yo hasta el día de hoy me siento mucho mejor oyente que periodista, donde en definitiva nunca recibí formación".

Alma.

El living está adornado por varios cuadros de los que destaca un Cúneo ("Me encantaría tener un Barradas"), fotos de su hijo y nietos (de 10, 8 y 3 años) y una discoteca en la que destacan los clásicos, Gilberto Gil y Alfredo Zitarrosa, Astor Piazzolla y Simone, Ella Fitzgerald y Celia Cruz. Afuera está bastante cruel, pero aún en días así le encanta hacer calle, ser "cronista de exteriores", expresión que prefiere mil veces a movilera.

"Una vez en Carrasco, cerca de Arocena, termino un móvil y veo que se me acerca una mujer muerta de risa. Perdoname, pero es tan gracioso verte gesticular. Claro, ¡es muy gracioso ver una persona que gesticula en un espacio vacío, a las ocho de la mañana! Al principio, cuando recién habían aparecido los celulares, yo notaba indignación. Pasa que había mucho aparato trucho, que se usaban para aparentar. ¿Qué podría estar haciendo entonces una mujer hablando por teléfono, gesticulando como loca, en una esquina de la rambla? ¡Dándose dique (risas)! Otra vez estaba saliendo desde un ómnibus y al lado mío había un chico con un walkman muy nervioso. Cuando termino me pregunta: ¿Eras vos?. ¡Le parecía cosa de mandinga!". De cualquier forma, lo más insólito que le pasó fue que la reconocieran en Italia: ella estaba haciendo una crónica desde la Plaza España de Roma cuando se le acercó una pareja de uruguayos que estaba de luna de miel para preguntarle si era ella. Su voz y sus modos ya son característicos.

"Furcios he cometido miles, tantos que ni recuerdo. Mi hijo, que solía ser hipercrítico, siempre me los señalaba". No era el único: Emiliano Cotelo es conocido por ser sumamente exigente consigo mismo y con los periodistas a su cargo. "Emiliano no te admite errores porque no se los admite a sí mismo. Eso es difícil porque el perfeccionismo es difícil, pero a mí me ha hecho bien porque yo soy por naturaleza dispersa y proclive al talenteo, lograr algo con poco esfuerzo. Emiliano no permite eso y me tengo que esmerar el doble. Creo que eso se refleja en el producto".

Capaz de hacer un móvil en la Galería Latina, en la Peluffo Giguens o en la Colonia Berro, solo un par de veces decidió que era mejor alejarse: cuando fue testigo de transas de drogas en Casavalle y en una esquina céntrica, y las miradas que apuntaban a ella comenzaron a volverse torvas. Fuera de eso, incidentes grandes nunca sufrió. "Un comisario me dijo un día que de las 7 a las 8 de la mañana la delincuencia es cero. A esa hora salgo, ¡quizá por eso nunca sentí miedo!". Y los ojos de la radio se abren más que nunca cuando el tema la moviliza. "Al preparar un móvil pienso en qué cosas la gente debería conocer, me tomo esa libertad. Me ocupo de cosas que generalmente no serían titulares. Y me gusta hablar con gente como la de la Peluffo Giguens, Caldeyro Barcia o Tacurú. Gente que pone alma en lo que hace, que labura por otros, para otros".

UNA CHANCE CON NÉBER

Rosario Castellanos entró a En Perspectiva a principios de 1991, cuando todavía era transmitido por Emisora del Palacio. Pero pocos meses antes tuvo la oportunidad de trabajar con Néber Araújo, quien al frente de En vivo y en directo, por radio Sarandí, tenía la mayor audiencia en los periodísticos matinales. De hecho, Rosario —gran escucha de radio— saltaba de un programa a otro.

"Yo me había presentado a un concurso que organizó En vivo y en directo para tener una coconductora mujer. Se presentó gente que aún hoy es la flor y nata del periodismo. Yo en aquel momento trabajaba en un estudio de arquitectos y, sin decirle nada a nadie, fui y me anoté". Rosario fue sorteando las etapas —leer una noticia ante un jurado; improvisar una entrevista con un supuesto escritor polaco defenestrado por el entonces régimen comunista ("¡Que resultó ser el propio Néber!"); preparar un tema y salir al aire: ella fue a ver una película de Ken Russell y polemizó con Jorge Traverso— hasta que quedó entre las cinco finalistas. "Al final nos invitaron a todas al estudio y ahí desaparecí porque me parecía un cotorrerío espantoso. No quedé. Al tiempo, Néber Araújo me dijo que le hubiera gustado trabajar conmigo".

SUS COSAS

Su auto

Rosario se define como "muy tuerca", alguien a quien siempre le gustó mucho manejar. Tiene un VW Gol del año 2009 que, asegura, "camina como los dioses". Ser tuerca no significa hacer locuras. "Trato de no ir contra las normas, aunque los límites de velocidad siempre los supero".

Su libro

Esta es una decisión harto difícil en una ávida lectora. "Por lo general elijo un libro escrito en buen español, porque enriquece mi habla". Tras cavilar un rato, se queda con Las puertas de la misericordia, de Tomás de Mattos. "Ese libro reúne muchos de los aspectos de la vida, y de las filosofías de vida, que a mí más me interesan".

Su edificio

A pesar de ser una enamorada de Montevideo, esta exestudiante de Arquitectura nombra al Ventorrillo de la Buena Vista, en Villa Serrana, a la hora de señalar un edificio preferido (otra elección que le resultó difícil). "Es Vilamajó; es una realización humana que encaja en la naturaleza".

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"Hasta hoy me creo mejor oyente que periodista", dice Rosario Castellanos. (Foto: Darwin Borrelli)

El personaje i Rosario CastellanosLeonel García

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