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Kevin Durant, el triunfo del líder tranquilo

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Kevin Durant. Foto: AFP
Mark D. Smith

La estrella de los Golden State Warriors conquista su primer anillo de campeón de la NBA tras superar una infancia difícil y dejar atrás la ciudad que lo lanzó a la fama.

Julio de 2016. La escena transcurre en una casona en The Hamptons, el lujoso balneario en las afueras de Nueva York. En un extremo de la mesa, Kevin Durant (28) escucha argumentos de los principales ejecutivos y estrellas de los Golden State Warriors (GSW) para unirse al equipo la próxima temporada. Para la franquicia que esa gestión rindiera frutos era imperioso, sobre todo, para recuperarse luego de perder el bicampeonato de la NBA in extremis contra los Cleveland Cavaliers de LeBron James, unas semanas antes. En un momento de la velada, Bob Myers, general manager de los Warriors, hace un observación que puede marcar un punto de inflexión en la NBA de los próximos años: "Sin ti, podemos ganar otro título o dos. Sin nosotros, tú podrías ganar también. ¿Juntos? Ganaremos un montón". Las palabras quedaron resonando en la cabeza del todavía alero de Oklahoma City Thunder.

Es 12 de junio de 2017. Durant, uniformado como un Warrior, pica la pelota mientras se encamina hacia el aro rival, otra vez el de los Cleveland Cavaliers. Nadie opone resistencia. El Oracle Arena explota porque todo está definido: los locales reconquistan el título y su nueva estrella se consagra como el Jugador Más Valioso (MVP, en inglés) de las Finales.

A pesar de la efervescencia del momento, no hay rastro de efusividad en Durant sino más bien el alivio de haber acallado las críticas de parte de la afición y la prensa por su decisión de dejar atrás la ciudad en la que se convirtió en estrella para unirse a un súper-equipo ya aceitado. Pero en realidad, "KD" no es de gestos ampulosos. En contraste con su enorme talento desplegado sobre el parquet, Durant es un líder tranquilo.

En medio del griterío de la tribuna y la música atronadora, el espigado alero de 2,06 metros se funde en un abrazo con su madre, Wanda. A ella le debe haber llegado a ser jugador profesional y no haber sucumbido a las tentaciones de la calle, ha confesado Durant en entrevistas.

Oriundo de Washington, a los ocho años Kevin se mudó con su madre y sus tres hermanos (Brianna, Anthony y Rayvonne) a la casa de su abuela en Seat Pleasant (Maryland), una ciudad deprimida por la pobreza. Wanda fue madre y padre de sus hijos; el padre biológico de Durant, Wayne Pratt, los abandonó producto de su adicción a las drogas. Cuando Wanda no trabajaba en el correo, cargando bolsas de 25 kilos de correspondencia, acompañaba a Kevin a los partidos y lo ayudaba a entrenarse.

"Nos mantuviste lejos de la calle, nos vestiste y pusiste comida en la mesa. Te aseguraste que comiéramos y tú te fuiste a acostar con hambre. Te sacrificaste por nosotros. Tú eres la verdadera MVP", soltó, quebrado, Durant en 2014 cuando recibió el trofeo de MVP de la temporada. Su madre, emocionada hasta las lágrimas, escuchaba desde la platea.

De niño a Durant le acomplejaba su altura, sus compañeros de clase se burlaban de él por eso, pero su madre lo convenció de que ese rasgo era una bendición. El tiempo le dio la razón. Cuando tenía 11 años y jugaba en los Jaguars, anotó 18 puntos en el segundo tiempo de la final del campeonato escolar. Aquel juego fue confirmatorio: "Voy a ser jugador", le confesó a los suyos.

Con dos títulos de high school bajo el brazo, Durant se hizo un nombre y rápidamente captó el interés de las universidades para reclutarlo. Se decantó por Austin, donde jugó para los Texas Loghorns. Apenas un año le bastó para brillar y preparar el salto, prematuro pero inevitable, a la NBA. Los Portland Trail Blazers pasaron de él en el Draft de 2007 en favor de Greg Oden, dejando su ficha servida a los Seattle Supersonics, aquella franquicia —hoy desaparecida— que marcó época en los 90 con Gary Payton y Shawn Kemp. A los 19 años jugó su primer partido como profesional y anotó 18 puntos, apenas un atisbo del talento que explotaría a lo largo de nueve temporadas. Al cabo de ese primer curso fue elegido rookie del año.

El pase, apenas un año después, a los Thunder de Oklahoma, le significó el ascenso de promesa a jugador estelar de la liga. Allí cuajó una dupla explosiva con el base Russell Westbrook, que catapultó a una pequeña ciudad del interior a la primera plana deportiva en Estados Unidos. Con ellos a la cabeza, los Thunder hicieron campañas que ilusionaron con estampar el nombre de Oklahoma en la historia grande de la NBA. Pero lo más cerca que estuvieron de eso fue la disputa de las finales de 2012, cuando cayeron 4-1 contra los Miami Heat de LeBron James. El quiebre de la sociedad deportiva —y de la amistad— entre los dos emblemas del equipo se precipitó tras la derrota del año pasado contra los Warriors en las finales de la Conferencia Oeste. Algunas semanas después de ese revés, Durant anunciaría su pase a GSW lo que fue visto como una traición por los fanáticos de Oklahoma y el propio Westbrook. Desde entonces y en cada ocasión que el calendario de la NBA los volvió a reunir, el base ha buscado provocar a su excompañero.

Además de la gloria deportiva el cambio de aires le ha traído nuevas amistades e intereses a Durant. Afincado en el estado que acoge a la cuna del emprendedurismo, Silicon Valley, se codea con la flor y nata del mundo tecnológico y los pesos pesados de la inversión, a la vez que diversifica sus negocios en startups, restaurantes y el desarrollo de su línea deportiva junto a Nike (la marca y el jugador suscribieron en 2014 un contrato a 10 años por US$ 300 millones). En su tiempo libre también disfruta de quedarse en casa jugando videojuegos.

En nueve años de carrera, Durant ya había conquistado una enorme fortuna, prestigio y un par de medallas doradas con su selección (en Londres 2012 y Río 2016) pero se le resistía el anillo de la NBA. Los fanáticos de los Warriors se ilusionan con que este que consiguió marque el inicio de una dinastía ganadora. Tal como imaginó Myers.

Homenaje hecho número.

Los dorsales que lucen los jugadores de la NBA guardan casi siempre una historia detrás. Como profesional Kevin Durant siempre ha llevado el "35" en la espalda. El número es en tributo a Charles Craig, su primer entrenador en la Amateur Athletic Union. "Big Chuck", como lo apodaban, fue más que un coach para la actual estrella de los Warriors; fue el padre que no tuvo. Cuando Durant era pequeño, "Big Chuck" lo invitaba al cine, a ver partidos de básquetbol (obviamente) o lo dejaba dormir en su casa cuando su madre tenía que trabajar por la noche. Craig acompañó a Durant en cada etapa de su carrera. Sin embargo, no pudo verlo jugar como profesional. En 2005, dos años antes de que Durant entrara a la NBA, el entrenador fue asesinado en un tiroteo mientras intentaba evitar una pelea. Tenía 35 años.

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Kevin Durant. Foto: AFP

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