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Somos la imagen

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A veces pasan cosas en Montevideo en las que uno no puede creer que suceden acá. Y así, como si nada, irrumpen. Por eso cuando aterrizó el despliegue fotográfico de David LaChapelle pensé que era mentira tal asunto.

WASHINGTON ABDALA

Explico, LaChapelle es a la fotografía actual un ícono que viene de las aguas de Andy Warhol, bucea por lo murales de Diego Rivera y se inocula en Miguel Ángel. Logró ser un semi-Dios en Estados Unidos donde músicos, artistas y marcas quieren que su impronta los bautice. Todos quisieran posar para él. Sus fotos no son pavadita. Sus desnudos artísticos son coloridos, reales, impactantes y fuertes. Carlos Muñoz escribe en Búsqueda que es "honesto" y me pareció que esa es la mejor definición para este artista. Llegar a ese punto no es sencillo. Ya pasó la imbecilidad de hacerse el listo y de producir lo que los demás le piden. Ahora no deja títere en pie porque va de lo naif al momento más crudo que nos remite la historia del humano sobre la Tierra. Y nos gasta a todos en ese recorrido. El Jesús que hace nacer hay que verlo para creerlo.

Hay cuatro exposiciones de LaChapelle en Montevideo pero la más impactante, por el entorno urbano, es la del Espacio de Arte Contemporáneo en la excárcel de Miguelete. No hay manera de que no se nos produzca alguna turbulencia mental al ver semejantes fotos de LaChapelle, justamente en ese lugar donde aquello fue el infierno. La combinación mental se hace sola y es combustible inaudito para acelerar las neuronas sin necesidad de ningún elemento exógeno. La mente explota sola. No hay que hacer nada, solo ir y ver. A LaChapelle se lo odia o se lo aplaude. No hay término medio.

Y es, justamente ese punto, en donde la imagen de LaChapelle metido en una cárcel, con esos cuerpos que nos representan (o no nos representan por su perfección o decadencia) nos obligan a entender más el fenómeno de las fotos actuales, de los videos en las redes sociales y las nuevas aplicaciones como Snapchat y MSQRD.

¿Qué está pasando? Que la imagen se está independizando de quien la produce cada vez más (de nosotros), por eso el delirio planetario de "selfies remasterizadas" vía producción de videítos de 15 segundos, o imágenes editadas con apps por todos lados, se producen porque se está llegando a un punto de increíble tecnología masiva puesta al servicio de la recreación global, donde —con cero talento— cualquier idiota (yo o tú) se puede sacar una foto o hacer un video con orejitas de lobo, con ojos de sapo, o mutando y mezclando el rostro con el de Bradley Cooper o el de Angelina Jolie, y esa mutación es tan extraña que el receptor —con el ojo fuera de la generación actual— tendrá que pensar un rato para decodificar qué está observando (porque no podrá comprender ese híbrido mendeliano que nace delante suyo en una pequeña pantalla de un teléfono). El mundo se está LeChapellizando en algún sentido lúdico. ¿Me explico?

No sé cuándo sucedió pero el teléfono es más importante que la escuela y Varela juntos. Allí guardamos las fotos, los videos, las imágenes que queremos recordar. Por eso el teléfono junto a la computadora en los teens derribó a la televisión abierta. Ellos ni siquiera saben que existe la caja boba. Y lo que antes creíamos que era asunto de japoneses (porque tenían plata y sacaban fotos con sus camaritas fotográficas por el mundo) ahora es global y todos andamos por el planeta con los teléfonos trabajando, jugando, estupidiando, selfiando, guardando banalidades y todo referido a la imagen en sus mil formas. La maldita imagen es lo que vemos y desde ella juzgamos.

O sea, son tiempos en que la imagen nos ganó y con ella la sociedad cambió. Por eso hay tanto gimnasio, no por placenteros sino porque mucha gente quiere verse estupenda para la foto o el videíto. Es muy loco todo. Vayan a ver la exposición del LaChapelle y entenderán más la esclavitud de la imagen a la que estamos sometidos en estos tiempos. Los va a cachotear no tengo dudas. No es gratis pasar por esa experiencia y eso es identitario aunque duela. Y duele e impresiona.

CABEZA DE TURCO i washington abdala

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