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Las ideas que cambiarán al mundo

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El World View Balloon permite ver la Tierra a 32 kilómetros de distancia

Astronautas, ingenieros, psicólogos, ecólogos y muchos más plantearon proyectos innovadores que pueden terminar con varios problemas que enfrenta el planeta.

Creo que hay un potencial profundo y transformativo en observar a nuestro planeta desde la aventajada perspectiva del espacio", dice Ron Garan, astronauta retirado de la NASA. "Mientras más gente tenga esa perspectiva, y pueda ver nuestro planeta como un gran sistema vivo, mejor estaremos todos en la Tierra".

Esta es una de las ideas que científicos, pensadores y periodistas compartieron días atrás en Sydney, Australia. Ahí se desarrolló el World Changing Ideas Summit (o la reunión de las ideas que cambiarán el mundo) organizado por BBC Future, un área de la cadena inglesa que busca justamente destacar las visiones que pretenden hacer la diferencia.

"Puedo, literalmente, llevar gente a los límites del espacio donde creo que muchos cambiarán la forma en que ven nuestro mundo", agrega el astronauta.

El vehículo para ello es el World View Balloon, todavía un prototipo. Por 75 mil dólares cada uno de los seis pasajeros podrá observar el planeta desde 32 kilómetros de altitud y durante dos horas.

Esta no es la única iniciativa de su tipo. La española Zero2infinity y Google están trabajando en conceptos parecidos, algo que para muchos no solo abrirá las mentes de los afortunados pasajeros, sino que también está dando un empujoncito al desarrollo de los viajes espaciales.

"Amamos el mar, nadamos en él, vivimos cerca de él, construimos junto a él, 70% de las megaciudades están en sus costas e, incluso, fantaseamos sobre vivir bajo él", dice Emma Johnston, ecóloga marina de la Universidad de South Wales, en Australia. El problema es que esto no solo pone en riesgo al hombre, sino también a la vida en los océanos. "Amamos el mar hasta la muerte", asegura. Tanto es así, que nadie piensa en diseñar estructuras que respeten su ecología.

Estuarios en Australia, Estados Unidos y Europa han sufrido la modificación de más del 50% de sus costas. Singapur le ha ganado al mar lo que hoy comprende el 22% de su territorio. Y Dubai ostenta el archipiélago Palm Jumeirah, el que fue construido sobre 110 millones de metros cúbicos de arena y que se estaría hundiendo. Todos ejemplos con consecuencias desconocidas para los sistemas acuáticos de la zona.

Por eso la ecóloga aboga por la "ingeniería azul" —la contraparte de la ingeniería verde en tierra— que intenta justamente devolver su estado natural a los mares, disminuyendo la intervención al máximo.

El proyecto World Harbour es parte de este movimiento. Utilizado impresoras 3D, imita el relieve del fondo marino de las costas y relocaliza algas y fauna para recuperar las zonas intervenidas.

El poder de la mente adquiere otra dimensión con el trabajo de Nicholas Opie, ingeniero en biomedicina de la Universidad de Melbourne, Australia. En 2018 espera que su invención, el "Stentrode", permita a personas con parálisis controlar con la mente sillas de ruedas, exoesqueletos o computadores.

El dispositivo es implantado en el cerebro a través del cuello, lo que permite el control de las extremidades. Idea que aún está a prueba, pero que el ingeniero cree que resultará y pronto. "En las últimas décadas hemos reconstruido oídos y ojos con aparatos que pueden ser considerados extensiones del cerebro", dice.

Actualmente casi ninguna bacteria es presa fácil de los antibióticos. Si bien hay muchos tratando de solucionar este problema, de momento el hombre está perdiendo la batalla. Esa es la lucha de Heather Hendrickson, académica de la Universidad de Massey, en Nueva Zelandia. "Los antibióticos deberían reservarse exclusivamente para el uso médico en humanos y animales", asegura. Y no para la agricultura, la acuicultura y la ganadería, agrega. "Los genes que permiten a las bacterias volverse resistentes a los antibióticos están presentes en el suelo y el ambiente, porque son las defensas que ellas mismas utilizan al pelear unas contra otras", explica. Cualquier selección de esos genes que se haga a través de su uso las hará más aún más resistentes. El arma contra esa resistencia son los bacteriófagos o virus que literalmente se comen a las bacterias. Descubiertos y utilizados a principio del siglo pasado se dejaron de lado, por lo menos en occidente, tras la aparición de los antibióticos. Habrá que ver si pueden ser usados.

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