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Hugo Paco Casalitos

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No soy de los agraciados que tienen un hijo jugando al fútbol en el Barcelona así que no sé si lo que voy a expresar es por envidia o sentido común. Ustedes decidan.

He visto cómo salimos campeones sudamericanos a nivel juvenil. Me han hecho feliz los muchachos. Los he admirado. Y en una reunión de amigos detuvimos la cena para observar la gesta.

Ahora que lo pienso bien: los uruguayos somos gente que vive delirando. ¿Gesta? Sublimamos en el fútbol nuestra pequeñez existencial y desde ese deporte le queremos decir al mundo que no somos terrajas, inexistentes, comedores de choripán, alcahuetes de los porteños y amantes de los Estados Unidos. El fútbol nos hace existir, algo así como se debe sentir Mónica Farro en Carlos Paz o Tabaré cuando habló con Merkel media horita y salió copado. Salimos del agujero.

No sé quién le corta el pelo a los juveniles pero el que lo hace es un mal tipo. Sigo sin entender la acumulación de tatuajes que se hacen los pibes, comprendo que la hija de Tinelli esté tronada (con ese papi) pero estos chicos me desacomodan con la suma de tanta tinta debajo de la piel. Y, sin embargo, admiro cómo tocan a la bola.

Los periodistas que los entrevistan, por favor, comprendan algo básico: ¡Son pibes! Forlán y Cavani fueron una excepción, el resto son genios en el césped pero individuos que nunca sabrán si Borges es una calle, si Roma es Fellini y si el Islam tiene alguna vinculación con Jesús. Qué paradójico: tener la guita del mundo para verlo todo y terminar oyendo cumbia, tomando mate y jugando al play station. Veo a Messi declarar y no sé si es joda cuando habla. ¡Me gusta más Bossi cuando lo imita! Y no discrimino, solo que esto es así. Lo sabemos todos aunque ahora se hace otra sanata políticamente correcta.

Los padres de la mayoría de los pibes que la rompen en el fútbol, de seguro aman a sus hijos, pero ahora, al verlos devenir millonarios (porque de eso se trata todo esto) ellos también pasan a darse una vida que ni con dos loterías se darían. O sea: los padres son artífices —en parte— de ese logro de los jóvenes porque desde que eran unas liendres los manijearon, les metieron en la cabeza que podían llegar a la cima, los "couchearon" y al final un puñado de ellos —gracias a la habilidad de los Fonseca, Bentancur y Casal— se colaron en Europa para hacer sus magias y forrarse (¡esos mismos contratistas que muchos odian!).

O sea, cuando vemos un pibe de estos que la hace carozo, lo que estamos viendo es un millonario adolescente que tuvo padres que le funcionaron como un robot al empujarlo a ese lugar, que le dieron poca libertad y que lo enloquecieron de lo lindo. Punto. ¡No me jodan con otro verso!

Es difícil saber si esos chicos son más felices que tu hijo. Según ellos, sí, porque están en lo que aman y parecen dioses contemporáneos. Es una fija que a los treinta y algo de años enfrentarán la vida con recursos económicos sobrados pero desconectados del mundo real, con limitaciones culturales relevantes y con un grado de dificultad al procurar meterse en algo nuevo que no sea "fútbol".

Volvamos, si usted cree que exagero, vaya a cualquier cancha de baby-fútbol y verá energúmenos (padres) que creen que tienen que presionar y enloquecer a sus hijos para ver si logran que el tipo sea el nuevo Suárez. Atroz ¿O no? No lo veo de otra manera. También en los supuestos colegios "chetos" hay padres idiotas que gritan como si fuera la final del mundo en el partidito del fin de semana. Habría que prohibirle a todos los padres que fueran los domingos a joderle la vida a los pibes. Capaz que semejante medida autoritaria lograría que el deporte fuera un "juego" de verdad y no la supuesta tabla de salvación de familias que alienan por colar a sus hijos en las grandes ligas.

Ya sé que me relajarán en arameo por esto, por algo será, en fija que alguna verdad estoy rozando.

Y si tuviera un hijo que jugara en Europa, supongo que me callaría la boca, gozaría y sentiría que soy afortunado. Pero la verdad es siempre la verdad aunque uno se beneficie de ella. Besos.

CABEZA DE TURCO

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