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Fijas en las retinas

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"Almuerzo en el rascacielos" (Corbis, 1932)

¿Qué convierte a una fotografía en una imagen icónica e histórica? Asociadas a tragedias, captan situaciones que están latentes. ¿La foto del niño sirio trascenderá los tiempos?

Aylan Kurdi, de tres años, está tirado, muerto sobre una playa turca. Aylan, un niño sirio que escapaba de la guerra en su país rumbo a Europa, es observado por un policía turco. Aylan, que murió ahogado cuando zozobró el bote en el que viajaba con su familia, es levantado por ese mismo agente. Las tres fotos fueron tomadas por la periodista turca Nilüfer Demir, de la agencia Dogan de ese país. Difundidas por todo el mundo a principios de este mes, su calado ha sido hondísimo. "Una foto para silenciar al mundo", tituló La Reppublica, de Italia. Las imágenes "ya forman parte del álbum migratorio de la infamia", escribió El Mundo, de España. El británico The Independent aventuró incluso que las tomas deberían cambiar las políticas migratorias europeas. Nadie quedó indiferente.

Si bien Europa comenzó a recibir refugiados sirios a oleadas, aún es temprano para saber si estas fotos generarán un impacto que va más allá de las imágenes conmovedoras. De hecho, de acuerdo con Panta Astiazarán, editor de fotografía de la sede regional de la agencia AFP en Montevideo, todavía es pronto para saber si es una foto que perdurará en el tiempo, tal como lo han hecho La niña del napalm o El accidente del napalm (1972), el Rebelde desconocido de Tiananmen (1989) o el Che Guevara de Korda (1960). "Eso es algo que depende de muchas cosas. Ninguna de esas fotos icónicas se supo que lo eran en ese momento", asegura Astiazarán, que ya lleva 54 años cámara en mano. Es claro que tendrán que pasar el filtro del tiempo.

En todo caso, ¿qué hace que una fotografía pase la barrera del tiempo, se transforme en un ícono de un momento, un lugar o un episodio, se vuelta histórica o incluso un punto de inflexión? Para Astiazarán, esta tendría que conmover, "tocar algo que esté latente y que catalice cosas que no se habían dicho, o sí". Las penurias de los emigrantes sirios no eran nuevas, las muertes de los niños sirios tampoco. "Hay un componente de suerte y de circunstancias", apunta Nicolás Pereyra, editor de Fotografía de El País, quien todos los días ha visto cientos de imágenes del conflicto migratorio. "Sin embargo, esta logra todo lo necesario para quedar en la retina: un niño solo, muerto, desprotegido, lejos de su hogar. Es, quizás, lo más doloroso que podamos imaginar".

Pereyra también apunta a otro factor: la "cercanía". Este concepto no refiere a la geografía. La foto es tomada en una playa, algo conocido y mundialmente asociado a las vacaciones. "También puede haber incidido que era un niño con rasgos occidentales, que podría haber sido nuestro hijo" y que aparece vistiendo ropa "común". Este último punto —también señalado por los responsables del diario español El Mundo, en un video difundido en el cual justifican la importancia de poner esta foto en portada— desliza un costado agrio: si el niño hubiera sido demasiado "étnico" o vistiera una túnica al estilo jubba, el impacto en el mundo podría haber sido mucho menor.

Barreras.

"Hay dos artes que logran trascender las barreras del tiempo y el espacio: una es la música y la otra es la fotografía. Si se quiere, permiten una lectura universal", subraya Diego Alegre, presidente del Foto Club Uruguayo. Si bien los especialistas coinciden en que los occidentales y los orientales "leen" las imágenes de diferente forma, hay algunas que logran una asombrosa unanimidad. "Por lo general denuncian un episodio que causa estragos, que representa un momento de sufrimiento y generan indignación global. Es como inmortalizar ese instante en que las fuerzas sociales logran interpretar el momento en que se vive", agrega.

Así, varias fotos han logrado alcanzar ese estatus de icónica: Muerte de un miliciano, de Robert Capa (1936), se convirtió en sinónimo de la Guerra Civil española; los ojos suplicantes y denunciantes de la niña colombiana Omayra Sánchez, captados por Frank Fournier (1985), de la entereza y la desidia gubernamental; La niña y el buitre (1993), de Kevin Carter, del hambre en África; El hombre que cae (2001), de Richard Drew, de la desesperación de quien prefiere saltar al vacío antes de ser abrasado por las llamas.

"Tampoco hay que pensar en fotos icónicas solo cuando hay una tragedia", precisa Pereyra y menciona a la lengua de Albert Einstein (Arthur Sasse, 1951), la pollera al viento de Marilyn Monroe sobre la rejilla del subte (Sam Shaw, 1954) y el ya mencionado Che de Korda. "Todas esas fotos pasan por encima del tiempo". Y si de imágenes uruguayas imborrables de habla, Alegre destaca los retratos que José María Silva le hizo a Carlos Gardel, así como Astiazarán menciona a la imborrable Un río de libertad (Américo Plá, 1983): "No se trataba de una foto complicada, es nada más que una buena toma, pero que captaba cosas que estaban latentes".

Nada más.

Hay una suerte de consenso global en nombrar a La niña del napalm como la síntesis de la foto icónica que refleja un episodio y conmueve al mundo (ver recuadro). El semiólogo Fernando Andacht le ve a las tomas del niño sirio ahogado puntos en común con aquellas; pero también le percibe diferencias.

"Si tuviera que compararla analíticamente y no del punto de vista humanitario, diría que la foto de la niña vietnamita (Kim Phuc), víctima visible del dolor lancinante del Napalm abrasando su cuerpo parece lanzar esa agonía hacia adelante, afectando la sensibilidad de quienes vivían esa guerra desde muy lejos. En el caso de Aylan, el impacto aunque terrible, tiene una diferencia notable con la otra fotografía icónica y traumática: ya no se puede hacer nada por él. Percibo el riesgo de que a diferencia de la rebeldía que movilizó El accidente de napalm, la visión de esta víctima infantil de esa inmensa ola de refugiados no logre superar el estupor ante algo tan injusto y tremendo. Eso haría en definitiva que este registro del horror de las guerras medio siglo más tarde no se convierta en una foto icónica, y no surta el efecto deseable de unir en red solidaria a la humanidad como defensa de los más débiles".

Finalmente, Andacht desea que este pronóstico no se cumpla y que, efectivamente, la funesta imagen de Aylan finalmente ingrese al álbum humano de la infamia y la injusticia.

INSEGURIDAD LABORAL

Originalmente iba a ser una foto publicitaria del Rockefeller Center, pero Almuerzo en el rascacielos, de la agencia Corbis (1932), terminó siendo un registro de que en el Estados Unidos de la Gran Depresión valía más un sueldo que la seguridad laboral: estos obreros comían a 256 metros de altura.

EL FINAL DE UNA ÉPOCA

La tragedia del Hindenburg, el 6 de mayo de 1937 y en Nueva Jersey, puso fin a la era de los dirigibles. Más allá del desastre en el que murieron 35 personas, las fotos que tomó Sam Shere fueron fundamentales para ponerle la lápida a estos transatlánticos del aire, en base a helio o hidrógeno.

SOLO Y DE PIE ANTE TIRANOS

No se sabe quién es el hombre parado frente a una fila de tanques chinos en la Plaza de Tiananmen, durante la revuelta de junio de 1989. Pero el histórico Rebelde desconocido inmortalizado por Jeff Wiedener (AP) se convirtió, según Times, en una de las cien personalidades más influyentes del siglo XX.

UNA CEBRA TURÍSTICA

La foto de Iain McMillan, tomada el 8 de agosto de 1969, no solo fue la portada del disco Abbey Road de The Beatles, también transformó a la humilde cebra situada frente a los estudios Abbey Road en la más famosa del mundo. Nadie va a Londres y no se saca una foto caminando en ella.

UNA CRISTALIZACIÓN ICÓNICA DEL HORROR DE LAS GUERRAS

Bombas de napalm, soldados survietnamitas caminando con aparente apatía y niños corriendo con el terror estampado en el rostro. Muchas fotos de la Guerra de Vietnam generaron un impacto notable, pero pocas como La niña del napalm de Nick Ut, de la agencia Associated Press, tomada el 8 de junio de 1972 en Trang Bang, al Sur de Vietnam. Ganó los premios Pulitzer y Foto del Año de la Word Press. Y terminó de poner a la opinión pública estadounidense en contra de esa guerra.

El siguiente es el análisis del semiólogo Fernando Andacht, en base al estudio de Robert Hariman y John Louis Lucaites, dos especialistas en comunicación, en su artículo Identidad pública y memoria colectiva en la fotografía icónica de EE.UU. (2003): "Lo que convirtió a esta foto periodística en una imagen icónica es la figura de una niña de 8 años, Kim Phuc, quien aparece desnuda, corriendo, con los brazos abiertos, un grito en la boca. Se ha arrancado la ropa que tenía napalm, para aliviar el dolor de las quemaduras que afectaron gran parte de su cuerpo. Según Hariman y Lucaites, la relación entre extraños, que es lo que conforma toda sociedad moderna, necesita esencialmente de estos potentes relatos visuales para generar una relación, en este caso el repudio contra la guerra de Vietnam y sus atrocidades contra la población civil. Ellos dan cuenta del altísimo impacto que tuvo esta imagen en el imaginario social de los Estados Unidos, y como sigue, luego de tanto tiempo, retornando en diversas formas a través del cine, los movimientos anti-bélicos, y otras formas de actitud moral del colectivo. Nada de eso podría ocurrir sin esa suerte de cristalización icónica de la guerra. Qué puede haber, digo yo, más terrible para esos extraños que conforman el tejido social, que la visión de un niño herido y agónico, corriendo con desesperación en medio de quienes encarnan la guerra. Aunque el bombardeo había sido un error de la fuerza de Vietnam del Sur, aliada con Estados Unidos, la foto perpetuó los horrores de la guerra del modo más emblemático y difícil de olvidar".

"Almuerzo en el rascacielos" (Corbis, 1932)
"Almuerzo en el rascacielos" (Corbis, 1932)
La tragedia del HIndenburg (Shere, 1937)
La tragedia del HIndenburg (Shere, 1937)
Abbey road (McMillan, 1969)
Abbey road (McMillan, 1969)
"El rebelde desconocido" (Wedener, 1989)
"El rebelde desconocido" (Wedener, 1989)
"La niña del napalm" (Ut, 1972)
"La niña del napalm" (Ut, 1972)

VEA LA FOTOGALERÍALEONEL GARCÍA

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