Cerca de Quito, con casi 6.000 metros de altura, el volcán Cotopaxi es uno de los más bellos paseos de Ecuador. El ascenso, entre arena, rocas y nieve, se hace a pie.

A 60 kilómetros de Quito, el Parque Nacional Cotopaxi le hace honor a uno de los mayores atractivos del Ecuador, asentado en el Cinturón de Fuego del Pacífico. El volcán Cotopaxi, uno de los 84 volcanes que se encuentran en territorio ecuatoriano, es un plan obligado para quien visita la capital, por su cercanía y riqueza.

Aunque se puede llegar por cuenta propia desde la terminal de buses Quitumbe, en el sur de Quito, la mejor opción siempre será tomar un tour desde la ciudad. Los precios van desde 40 hasta 150 dólares dependiendo de la duración, las actividades que se realicen y el número de personas que vayan. Pero, por menos de 60 dólares, hay planes con todo incluido que ofrecen aparte del transporte y la guía, desayuno y almuerzo. En general, las excursiones al Parque Nacional Cotopaxi salen de Quito a las 6 o 7 de la mañana y regresan entre las 16 y las 17 horas.

La aventura comienza en una de las calles cercanas a la plaza Foch en el centro de la ciudad, que es el punto de encuentro de las excursiones que van al parque, tomando la carretera Panamericana. Durante el recorrido, el paisaje es generoso en contrastes; se ven grandes extensiones verdes y zonas más áridas, unas junto a otras.

Luego de que el bus ingresa al parque, los senderos naturales y los caballos salvajes son parte del panorama; si tiene suerte podrá observar conejos, venados, lobos, pumas, osos e incluso cóndores, todos animales protegidos. A medida que se acerca al volcán, conocido como Cuello de Luna —en lengua indígena—, se divisan sus dos picos, de los cuales uno es nevado.

El recorrido llega hasta el estacionamiento que está a unos 4.500 metros sobre el nivel del mar. Allí comienza el ascenso a pie. Dependiendo del clima podrá ver nieve desde este punto. La temperatura media está entre 9 y 11 grados centígrados, y es probable que mientras comienza a caminar sienta gotas de agua congeladas sobre su rostro y se le empape el abrigo. Siempre es recomendable consultar cuáles son las condiciones climáticas antes de partir. Un abrigo impermeable, gorro, guantes, bufanda y orejeras serán grandes aliados.

Así se abrirá paso entre la arena, las rocas volcánicas y la nieve. A medida que avanza serán cada vez más frecuentes las paradas para tomar aire, respirar y beber unos sorbos de agua, mientras se sigue con la mirada el relieve intenso de la montaña.

Sorprende la forma en que las líneas blancas de la nieve se entrelazan con las machas rojizas de la lava, que recuerdan la última erupción del volcán hace más de 120 años.

Puede que experimente el conocido soroche o mal de altura, que viene acompañado de mareo y fatiga. Pero una vez alcance el refugio Rivas, a 4.864 metros sobre el nivel del mar, podrá recuperarse con un té de coca o chocolate caliente.

Esta parada no se tardará más de 20 minutos, para luego continuar con la parte más exigente. Desde este punto, la arena casi se pierde entre gruesas capas de nieve, y los pasos firmes que va dejando el guía marcan el camino más seguro.

El Cotopaxi tiene una altura de 5.897 metros sobre el nivel del mar, pero dependiendo de la condición física y el clima se llega un poco más abajo, hasta unos 5.100. La vista es imponente y el punto de inicio se pierde entre la inmaculada blancura y el aire helado. En el descenso hay una lucha con la gravedad y la nieve resbalosa que demanda gran concentración.

De regreso al estacionamiento del parque, y si aún le alcanza el aliento, puede recorrer una parte del camino en bicicleta, seguido de cerca por el bus del tour.

Son unos 8 kilómetros en pendiente rocosa y otros dos planos hasta alcanzar la laguna Limpiopungo, a 3.850 metros, lugar que brinda la última gran vista del coloso ecuatoriano. Un destino que hay que ver. 

Viajes*EL TIEMPO/GDA