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Un excéntrico que sigue vigente

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En los planes de Erasure está una gira por América Latina.

Andy Bell, voz y 50% de Erasure, reflexiona sobre los costos del éxito, sus adicciones y el clima político que inspiró su nuevo disco.

En 1985, Vince Clarke puso un aviso en el semanario británico Melody Maker, buscando un cantante para un nuevo proyecto. A sus cortos 25 años, la leyenda del synth pop estaba en un lugar incierto: luego de abandonar a su primera banda, Depeche Mode, enfrentaba el final de Yazoo, el dúo con Alison Moyet. A pesar de ser el cerebro detrás de hits como Just Can’t Get Enough y Only You, Clarke tenía que partir, otra vez, de cero. Y uno de los aspirantes que acudió a su llamado fue Andy Bell, un tímido vocalista con el que tuvo una conexión inmediata.

"Creo que fui el número 43 de los 44 cantantes que audicionaron para Vince", relata Bell al diario El Mercurio. "Yo era un gran fan de él, había practicado mucho con los discos de Yazoo y de Alison Moyet. Una vez, mientras ensayaba con las canciones de Alison, uno de mis compañeros de piso en Londres me dijo: Este podrías ser tú en un año. Y yo pensé: Quizás puedo enviarle una carta a Vince para ver si necesita un cantante". Esto fue cuando The Assembly, un fugaz proyecto que Clarke formó en 1983, había comenzado. Después respondió a ese aviso en el diario. "Me dijeron: Es para Vince Clarke. ¿Sabes quién es?. Y fue como: Guaaauuu".

Con un sonido accesible basado en sintetizadores, y casi siempre orientado a la pista de baile, Bell y Clarke dieron vida a Erasure, una referencia ineludible del pop electrónico de las últimas tres décadas. Entre la segunda mitad de los 80, y comienzos de los 90, el dúo no solo facturó una seguidilla de singles exitosos (Sometimes, Ship of Fools, A Little Respect, Stop!, Chains of Love, Always).

En una época de caos en la comunidad gay, y cuando ya se había desatado la epidemia mundial del sida, Bell marcó un precedente al ser uno de los primeros artistas del pop británico en dar a conocer abiertamente su homosexualidad. Su voz aguda, vestuario excéntrico —inspirado en las drag queens de Londres— y exagerado sentido de la teatralidad definieron, para siempre, la imagen del grupo.

Pop de protesta.

El 2015 Erasure conmemoró tres décadas de carrera con la salida de un disco compilatorio (Always: The Very Best of Erasure). Poco antes de la navidad de ese mismo año, Clarke le envió a Bell las canciones que iban a formar parte de su decimoséptimo disco de estudio y que aún estaban en formato instrumental. "Pensé: Wow, esto ya suena como la banda sonora de una película por sí misma", recuerda el cantante. "Me tomó un tiempo agarrar confianza para empezar a agregar lo que yo creía iban a ser líneas habladas".

El resultado fue World Be Gone (Mute, 2017), un disco en el que el dúo explora su veta más reflexiva, con letras inspiradas en el clima político actual de Gran Bretaña y Estados Unidos. El álbum marcó la antesala a su gira con Robbie Williams y podría motivar una visita a Sudamérica en 2018. "Es un disco que tiene más que ver con quienes somos como personas, en lugar de ser solo fiesta".

—¿En qué aspectos el estado actual del mundo inspiró sus letras?

—Este disco tenía que ver con mis sentimientos personales. Cómo me siento sobre todo lo que está ocurriendo y cuán irrespetuosos hemos sido nosotros, como país, al cerrar las puertas a la gente pobre. Es vergonzoso, ¿sabes? La mayoría de la gente ni siquiera piensa sobre muchas cosas, porque ellos tienen que sobrevivir. Tienen que seguir con sus vidas, hacen su trabajo, cuidan de sus familias y piensan que, lo que leen en los diarios, es la verdad del evangelio. Si un periódico de derecha dice: Mantengan estos parásitos fuera de nuestro país y construyamos una muralla y bla, bla, bla, la gente se ve influenciada por eso y, de repente, los ataques empiezan a explotar a lo largo del país contra refugiados, gays y cualquiera que luzca distinto a una persona normal. Para mí es una cuestión de ética, ¿sabes?.

—Hace poco señaló que Erasure no encajaba en el pop actual. ¿Por qué?

—Hay buenos artistas. Me encantan Adele, Harry Styles, Ed Sheeran... Pero creo que lo que está pasando es que la gente es elevada muy rápidamente y te conviertes en un creído. Estás en los diarios, eres lo mejor desde la invención de la rueda. Tu personalidad empieza a cambiar y, antes de que te des cuenta, eres absorbido completamente por el sistema. Se necesita longevidad en una carrera para darte cuenta de que eres parte de un sistema comercial. Esa es la razón por la que yo creo que a las disqueras no les gusta que los artistas sobrevivan demasiado tiempo. Ellos quieren que generen millones, tan rápido como sea posible, y, después, se desvanezcan, porque es más fácil para ellos controlarlos.

En la actualidad, Bell vive un renacer creativo y personal luego de un largo período de enfermedades y adicciones: en 2004 sufrió una necrosis avascular que lo obligó a reemplazar sus dos caderas. Ese mismo año, anunció públicamente que era VIH positivo desde 1998. Y, además, superó una profunda adicción a la cocaína que se extendió por una década. "Creo que (esa adicción), en parte, tuvo mucho que ver con ser un VIH positivo, y sentirme con una autoestima tan baja", dice. "Tienes que construir, ladrillo por ladrillo, y es algo que nunca se termina. Continúa todo el tiempo. Todavía es una lucha para mí, hasta el día de hoy".

—¿Cuál fue el efecto que tuvo la fama y el éxito en su personalidad?

—No estoy seguro. Creo que no puedes evitar perderte un poco. Piensas que todo el mundo es tu amigo, que la fama va a durar para siempre y que tú vas a ser el artista más grande del mundo. Tu ego se sale completamente de control y atraviesas por esta especie de complejo de Jesús, donde piensas que vas a sufrir por todo el mundo. Con suerte, sales por el otro lado con una cierta cantidad de cordura (risas). La gente puede pensar que estoy un poco loco, y lo estoy, pero prefiero llamarlo excentricidad (risas)".

Se disfrazaba para parecer uno más.

A finales de los 70, Bell solía ir a las tiendas de segunda mano de Peterborough para comprar jeans con agujeros. Acto seguido, se ponía medias de red bajo esos pantalones, sombra de ojos y una chaqueta con el cuello arriba. "Todo para lucir como una persona que ya estaba en una banda", relata. "El punk más rockero era demasiado violento para mí, pero estaba interesado en su vertiente más suave y glamorosa. Me encantaban Lene Lovich y Nina Hagen".

Consciente de que su ciudad era demasiado pequeña, Bell se mudó a Londres para "encontrar su fortuna". En la capital se hizo frecuente del club Heaven, el mismo que, tiempo después, albergaría uno de los primeros shows de Erasure. "Al comienzo yo era muy, muy tímido. Era como Sia, supongo, o Elizabeth Fraser", admite. "Recuerdo estar en Heaven y Vince tenía un computador BBC, con el que programaba la música, y este se estropeó. Encendieron la luz y empezaron a decir Andy, cuenta un chiste. Todo lo que pude hacer es personificar a Alison Moyet y, después, cantar canciones de Los Beatles. Yo estaba vestido con esta especie de malla transparente y tenía solo tres pares de medias abajo, que pensé que iban a cubrir mi vergüenza. Aparentemente, no lo hicieron (carcajada). Supongo que todo se desarrolló a partir de entonces".

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