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Estilos uruguayos

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Hay estilos uruguayos bien distintos de forma de ser, de vivir y de pensar la vida. Está el uruguayo que no le gusta el Carnaval. Yo soy de esos (fui del otro club).

Básicamente, hoy lo considero con poco sentido del humor, panfletario y alcahuete de la izquierda (Momolandia demostró cómo se puede acometer un agravio gratuito burlándose de una viuda y de paso faltarle el respeto a Jorge Batlle muerto. ¿Les resultaría igual de gracioso que mañana alguien haga lo propio con la muerte de Mujica, Tabaré o la de sus viudas? Lamentable).

Está también el uruguayo que cree que el fútbol es el primer tema nacional y que todo gira alrededor de eso. Este uruguayo es tan endogámico que si advierte que sos simpatizante de algún cuadro grande —él, que es un necio profesional— te busca, te pelea hasta que te pudre y le terminás tirando un chorizo por la cabeza. Tampoco soy de este perfil, me cansan los fanatismos por fútbol, me parecen de gente que tiene problemas sexuales y los sublima por allí o cosas por el estilo (amo como más de uno piensa ahora esto: ¿es en serio turquish?).

Tenemos también al uruguayo que en reuniones de excompañeros del colegio o de cumpleaños de amigos saca el tema de "la política" para predicar su credo y darte la lección del día (odio este espécimen intoxicado de rencor).

Este personaje es complicado, uno arranca tomando un refresco con mucho hielo, sin mirarlo o sea uno evita caer en la trampa. Pero es imposible cuando viene el capítulo del endiosamiento a Pepe en su calidad de Mesías, del odio a Trump por existir (no por sus delirios) y el clímax epifánico se produce cuando irrumpe el perdón ante los afanos de la barra porque solo fueron "descuidos de inexpertos". Decir que el personaje que no tenía "título" es solo un "gil sin peso" ahora está de moda. Es un momento penoso chicos. Solo dos opciones en este punto: cortito en los dientes al tarado de turno o desnudarte y bailar en las mesas gritando: ¡En la que vienen los clavan!

Está también el uruguayo que toma mate en la rambla y mira todo lo que pasa y chusmea. Igual que los tipos que se ponen en la carretera con toda la familia, sentaditos en las playeras a mirar pasar los autos como si fuera un magno evento. Es el uruguayo slow motion y no lo podrás nunca apurar porque se ofende (la NASA sabe que Uruguay es un país donde tiene prohibido reclutar gente por razones de seguridad).

Tenemos también al uruguayo que en verano emigra a los balnearios del Este, todos de nombres raros, casi de títulos de series de Netflix: Salinas, Guazuvirá, Araminda (imponente la creatividad nacional). Ni que hablar de Atlántida y Neptunia que nos remiten a mundos acuáticos. (¿cómo pasó esto?)

Está también plagado de uruguayos que odian a los Estados Unidos pero comen, se visten, hablan y miran todo lo que hace la tierra del tío Sam (y copian todo). Deben ser gentes con patologías psicológicas complejas, con incordios mentales severos y con un grado de contradicción agudo que ni Lacan podría mejorar. Es más, viajan, disfrutan, hasta van a la boludez de Disney (¡fotos en Facebook!) y cuando hablás con ellos te tiran por delante: "la mierda de Estados Unidos". Son raros, no me digan que no. Pobrecitos.

Existe también el uruguayo que cree que es solidario, solo que para serlo le tenés que mostrar el asunto, la discapacidad del otro para avivarlo del problema, gritarle la orfandad en que queda o la tragedia que vive quien sufre. Pero los "uruguayos somos solidarios" repiten todos acá con cara de "shomo ashí" (játe de joder.)

Yo no soy así, como uruguayo tengo mi estilo propio y a bailar mi amor si no les gusta. No me fumo más el cuento. En el fondo soy un nuevo uruguayo, me considero un humanista en serio y no versero. Nací acá, amo este país, pero no como me lo venden. Lo amo a mi manera y vale tanto como todas estas maneras descriptas. Tolerarse es la consigna. Lo hago y no me pesa. Todos deberíamos hacer lo mismo. No la veo. Hay mucho barra brava mental por allí. Mucho choto. Demasiado.

CABEZA DE TURCO I WASHINGTON ABDALA

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